Una enorme botella de Coca-Cola pintada por Warhol. Está hecha con crayón en negro: la común pintura de cera de casi cualquier infancia. Se reconoce ese trazo como un recuerdo y se imagina a Andrew Warhola Jr., su verdadero nombre, puesto a su tarea pop con su lápiz de niñez.

Coca-Cola (2) de Andy WarholMuseo Thyssen-Bornemisza

Se ve como el crayón «chorrea» por la parte superior derecha del lienzo, al modo de Pollock y su estilo característico. En frente y de perfil observa para ser observado un cuadro pequeño, Composición de figuras de Pollock de casi arte figurativo.

Composición de figuras de PollockMuseo Thyssen-Bornemisza

Una excepción sorprendente, un descubrimiento de camino al descubrimiento del Pollock de la abstracción ordenada de Nacimiento, el principio del Pollock famoso, el que viaja artísticamente a través de la carretera de Kerouac: esmalte y pintura plateada sobre lienzo, como si fuera cosmética y arte. Mucho más que una fusión de lo clásico y lo moderno.

Nacimiento de PollockMuseo Thyssen-Bornemisza

Porque también hay óleos sobre lienzo, y de un retrato a la Bruma nocturna. Qué cambio, qué gozosa confusión, como un viaje a las estrellas. Un agujero de gusano donde entre su maraña de colores se advierte un fondo, una suerte de claridad. Hay un mundo detrás de lo que se ve, y hay que mirar fijamente lo que se ve para descubrir lo que está debajo.

PollockMuseo Thyssen-Bornemisza

Pollock enseña a mirar un cuadro, casi se diría que ocultándolo. Y en esa ocultación incluso se oyen voces y se escuchan susurros. El pintor estadounidense crea una barrera de abstracción, una especie de alambre de espino pictórico hecho de pinceladas que un grafólogo definiría como la firma de un artista tímido que tacha su propio nombre.

Marrón y plata de PollockMuseo Thyssen-Bornemisza

Es entonces cuando se descubre que la aparente brutalidad de la pintura de Pollock es en realidad delicadeza. La luz directa la descubre como un tapiz primoroso, una obra paciente y no nerviosa como su «rostro». Número 27 es un ejemplo que supera en exquisitez, más pequeño, Número 23.

Hilos de WarholMuseo Thyssen-Bornemisza

Es entonces cuando regresa Warhol desde su Coca-Cola de crayón. Son los Hilos que imitan o se inspiran en los «tapices» de su ídolo, como frivolizados en la serigrafía a pesar del lienzo: Un «Pollock Pop» que en principio desmerece, que decepciona. Las comparaciones son malas, pero aquí hay admiración y ligereza de Warhol y peso de Pollock.

Elizabeth Taylor en Cleopatra de Andy WarholMuseo Thyssen-Bornemisza

Figura no formada sí es brutalidad del protagonista. Un verdadero caos salvaje e indelicado donde no se ve nada, sino como uno se imagina la creación del mundo, tras cuyo primer día podrían haber aparecido esas flores de Warhol. Todo está fuera en Andy, al contrario que en Jackson. Sin embargo, los retratos de Elizabeth Taylor y de Jackie Kennedy son profundos.

Fosforescencia de PollockMuseo Thyssen-Bornemisza

Liz, como Cleopatra, está por dentro de sí misma. Igual que Jackie. Hay fondo en la impresión donde los objetos cobran otra dimensión con su mirada. ¿Quién podría esperarse aquí la imagen trasera de un Peugeot antiguo con matrícula española? Es un recorrido emocional, chocante, donde de pronto aparece la belleza maravillosa de Fosforescencia de Pollock.

Orina sobre lienzo de Andy WarholMuseo Thyssen-Bornemisza

Es como un viaje con baches, a partir de ahora, cuando se divisa el final casi sentado en la silla eléctrica de Warhol, repetida y tapizada de distintos colores. Es un espacio único como en medio de la nada en la apoteosis final de las pinturas de orina. Orina sobre lienzo de Warhol (otra clase de «chorreo», un «chorreo pollockiano warholizado»), todo por fuera, pintura humana al lado de sus sombras, que recuerdan a Rothko, porque está ahí, y parten del gran Pollock.