Francisco J. Tinahones es el jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico, director científico del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y … Plataforma en Nanomedicina (IBIMA plataforma BIONAND) y catedrático de la UMA. Es uno de los grandes expertos mundiales en el tratamiento de la obesidad. En esta entrevista, analiza los principales avances que se han dado en los últimos años frente a esta patología que tiene ya trazas de pandemia.

–¿Cuál es la situación de la obesidad en Málaga?

–Bueno, en Málaga no hay estudios específicos sobre la incidencia de obesidad o la prevalencia de obesidad comparada con el resto de Andalucía. Andalucía tiene casi tres puntos más que la media nacional en cuanto a las cifras de obesidad. Lo que sí hay es una cierta relación muy directa entre el nivel económico y el nivel educacional. A menor nivel económico y menor nivel educacional la prevalencia de obesidad se incrementa. Málaga tiene una economía más boyante que algunas otras provincias de Andalucía y previsiblemente debería tener unas tasas de obesidad un poquito más bajas que la media de Andalucía.

–¿Qué tanto por ciento de la población de Málaga tiene esta enfermedad, según estima?

–Ahora mismo en Andalucía estamos en obesidad en torno al 23-24% y Málaga podría estar por ahí, podría estar por el 20%. Sí, sería extrapolable yo creo.

–¿Qué avances contra la obesidad se están consiguiendo hoy en los terrenos farmacológico, quirúrgico y psicológico?

–Sí, hay dos grandes avances. Primero, el avance social de la sensibilización de que un sujeto con obesidad es un sujeto que tiene una enfermedad, no es una persona que tiene falta de voluntad para seguir una dieta. La obesidad es una enfermedad porque lo que contribuye a la obesidad no es exclusivamente la voluntad del paciente, sino que hay una serie de factores genéticos, factores sociales, factores ambientales, factores relacionados con el estilo de vida, con el estrés, con la falta de sueño. Es decir, no es obeso el que quiere. Hay un montón de personas que tienen obesidad porque estamos en un ambiente claramente obesogénico y hay que verlo así, hay que verlo como una enfermedad y por lo tanto hay que quitar el estigma. Muchas veces incluso cuando un paciente con obesidad va a un médico, dice: «¿Para qué viene aquí si tú sabes lo que tienes que hacer?» Eso es un estigma, estamos culpabilizando al paciente, estamos contribuyendo a verlo de una forma diferente a como se ve en el resto de enfermedades. Y ese estigma ha hecho mucho daño, ha hecho mucho daño a los pacientes que sufren con esta enfermedad. Entonces hay que quitar ese estigma incluso a la hora de hablar. Hay un montón de terminologías que son hasta ofensivas con los pacientes que tienen obesidad. Esa es una lucha fundamental, considerar al sujeto con obesidad como un enfermo más y no culpabilizarlo. Y luego otro aspecto tremendo es que es muy difícil bajar de peso cuando uno ya tiene la enfermedad. Nuestra biología tiende a acumular grasa. Y una vez que un sujeto ha acumulado una cantidad importante de grasa, es muy difícil solo con su cambio de estilo de vida conseguir bajar peso.

–Hay avances farmacológicos, decía usted…

–En los últimos años, han aparecido unos fármacos que están revolucionando el tratamiento para la obesidad. Hay dos fármacos que, según los estudios, permiten una pérdida de peso superior al 20%. Estamos hablando que son pérdidas cercanas a la cirugía. Y responden prácticamente todos los pacientes. Muchas veces decíamos, bueno, «tú tienes obesidad porque eres ansioso, tú tienes obesidad porque te mueves poco, tú tienes obesidad porque tienes el metabolismo bajo». Pues resulta que con estos fármacos todos los pacientes, prácticamente el 99%, disminuyen peso de una forma significativa, es decir, pérdida de peso superior al 5%. Esto ha cambiado el concepto, es decir, estos fármacos van a una diana, algo que está fallando en nuestra biología y que está provocando que con este ambiente obesogénico nuestra biología no sea capaz de gestionar bien el cambio de vida que se ha producido porque es que no vivimos igual que vivíamos hace un siglo. Es decir, ahora no podemos reproducir lo que ocurría hace un siglo. Hace un siglo no había comida, la gente pasaba hambre. Hace un siglo la gente trabajaba fundamentalmente de forma física. No estamos en esa situación. Estas moléculas, que están en el intestino y le mandan señales al cerebro para decir que ya no hace falta comer más, están revolucionando el tratamiento para la obesidad.

–¿Cómo se llaman los fármacos?

–Uno se llama semaglutide, que es el principio activo, y otro tirzepatide. El nombre comercial del tirzepatide es Mounjaro y el del semaglutide es Wegovy.

–¿Se están prescribiendo en la sanidad pública?

–Sí, se está prescribiendo. El problema que tienen estos fármacos es que no los da el sistema público de salud. Se los tiene que comprar el paciente. Esa es otra nueva discriminación más para los pacientes con obesidad. Porque si eres diabético, sí te subvencionan el fármaco. Pero si eres obeso y no tienes diabetes, no te subvencionan el fármaco.

–También el abordaje psicológico es importante…

–Sí, es que es muy duro para un paciente que tiene obesidad, que fracase una vez tras otra con las herramientas que teníamos en el siglo pasado. Y es muy frustrante, y sobre todo si se le culpabiliza. «Tú estás obeso, pero es por tu culpa». Entonces es difícil sobrellevar eso desde el punto de vista psicológico. Y efectivamente hace falta un apoyo emocional.

–¿La cirugía bariátrica sigue siendo una solución?

–Sí, era prácticamente la única solución que teníamos ante obesidades importantes. Eso curiosamente sí lo financiaban los sistemas públicos de salud. Pero ahora con estos nuevos fármacos probablemente hay que repensarse eso.