Están por todas partes. Dibujando un paisaje urbano monocromo, en blanco y negro, repetido hasta el hartazgo con edificios aburridos, anodinos y sin vocación alguna de hacer ciudad. Lo más probable es que el lector no haya reparado en su presencia, repetitiva y acaparadora, pero … los edificios cebras -llamados así por la reiteración hasta el hartazgo de franjas blancas y negras en su fachada- se reproducen como una plaga por todos los rincones de la ciudad, de todas las ciudades, como esa respuesta estándar a las necesidades residenciales de la población.
Los arquitectos alzan la voz contra esta degradación del paisaje urbano que implica replicar una y otra vez el mismo modelo de fachada con independencia de las condiciones de la parcela o los elementos con los que la construcción tiene que dialogar. Con los edificios cebras, es un diálogo de sordos porque se muestran esquivos y se limitan a esconderse camuflados, amparados en el mimetismo con sus congéneres.
La última trinchera contra este tipo de bloques residenciales levantados hasta la extenuación por la iniciativa privada está en un sitio insospechado, el más alejado del Centro de la ciudad. Allí, en Sevilla Este, algunas promociones públicas de vivienda incorporaron, desde hace algunos años, la calidad arquitectónica como mérito puntuable en la convocatoria de proyectos. El resultado salta a la vista con algunos conjuntos residenciales que rompen «con la monotonía de la zona, en la que predomina una escasa conciencia de barrio y una repetición arquitectónica, en edificios unifamiliares y plurifamiliares, poco proporcionada», como sostiene la memoria de uno de estos bloques singulares.
El más reciente de estos edificios galardonados está en la promoción Jardines del Este de la inmobiliaria Hábitat en la supermanzana delimitada por las calles Malaysia, Japón, Birmania y Bangladesh. El proyecto del estudio SV60 Cordón&Liñán arquitectos se alzó con el primer premio del Colegio de Arquitectos de Sevilla en 2023 en la categoría de residencial plurifamiliar por «la meticulosidad en la resolución de una manzana plurifamiliar de periferia, revalorizando la escala de la esquina urbana, e incorporando unos tipos de viviendas de ajustado metraje, pero confortables dimensionalmente, atentos a la orientación solar«, según el fallo del jurado.
También premiada, la promoción de 218 viviendas que firmaron Juan Carlos Cordero Magariños y Carmen Albalá en la manzana delimitada por las calles Emilio Lemos 32 y Clavero Arévalo 11 promovidas por Emvisesa. En él destaca la monumentalidad perseguida con dos entradas asimétricas que rompen la rigidez del edificio aportando una evidente carga paisajística con el once de la calle peatonal a la que da en números romanos. Hay una vocación de singularidad que contrasta con las promociones anodinas que la circundan.
No es así con el bloque vecino, el que todos llaman Arcoiris por la gama cromática con que se han pintado las miniterrazas que dan a la fachada principal de la avenida Emilio Lemos, 38. En este caso, una simple adición de cajones metálicos en voladizo le da personalidad a la fachada de modo que se ha constituido en referente del paisaje urbano. Además, los vecinos han encontrado una utilidad añadida a esas jaulas coloridas para albergar los equipos de aire acondicionado que tanto afean las fachadas allí donde no se ha previsto su instalación.

Fotos: Víctor Rodríguez
En otras ocasiones, los arquitectos se anticipan al uso que los residentes hacen del proyecto construido. Es el caso de las 204 viviendas que firman los arquitectos Fernando Suárez Corchete y Javier Terrados en Sevilla Este en la calle Profesor Manuel Olivencia Ruiz 11. Se trata de un edificio cuya singularidad viene del color elegido para la fachada y los miradores-balcones de los que la propia memoria señala: «La estancia principal de cada vivienda se prolonga en una pieza que, a modo de balcón-mirador, amuebla las fachadas, dotándolas de volumen y haciendo referencia indirecta a los clásicos ‘cierros’ metálicos que pueblan el no tan lejano centro histórico de Sevilla».
En el número 3 de la calle Faustino Gutierrez Alviz, la promoción de VPO de Enrique Abascal y Miguel Díaz Zulategui destaca por el uso reinterpretado de la celosía cerámica y por la cualificación de los espacios comunes y una presencia rotunda en cuanto a forma y color que la memoria del proyecto explica así: «La forma debe alcanzar una cierta abstracción, una claridad compositiva que libere el espacio urbano de pesadas cargas visuales, una cierta monotonía, no un producto de la fantasía».
El bloque vecino, esquina con la avenida del Deporte, original del estudio Eddea fechado entre 2006 y 2010, también muestra una vocación clara de convertirse en una construcción permeable abierta a la calle, dejando la planta baja libre a la visión del transeúnte como si fuera una prolongación o mejor, una reformulación del patio sevillano abierto a la mirada tras la reja pero sin franquear la entrada. El albero aporta naturalidad en un entorno urbano demasiado duro.
La última escala de este paseo nos lleva a dos edificios de servicios comunitarios, también destacados: la comisaría de policía, del galardonado estudio Paredes Pedrosa Arquitectos en la calle Médicos Mundi. La condición diáfana, la presencia de luz natural y la condición panóptica aportan una singularidad sin restar seguridad a un edificio policial; y la parroquia de la Ascensión, construida en dos fases por AGi Architects y Salvador Cejudo. El juego de luces y el cuidado con que se encuentran las dos formulaciones son de lo mejor y en su día le valió un premio internacional a edificios religiosos.