Nacida en Bilbao y afiliada al club Ciclos Gorliz, Ziortza Villa es una atleta a la que pedalear durante 12, 24 horas o más es, … como dice ella, algo tan simple como «recorrer grandes distancias controlando la gestión del esfuerzo». Sus victorias europeas en modalidades de 12 h y 24 h son el reflejo de una trayectoria forjada a base de kilómetros, tanto en competiciones como en entrenamientos: miles de kilómetros al año dedica esta deportista de 42 años a preparar su cuerpo, su mente y su maquinaria.
«Las ultramaratones son una especialidad en la que para obtener buenos resultados se requiere mucha madurez deportiva», comenta Ziortza. Fue en 2016 cuando dio el salto, en el circuito Ricardo Tormo-Cheste (Valencia), donde disputó su primera prueba de 24 h: 656 km recorridos en un día «muy duro y con mucho calor». Ese resultado la motivó a apostar por la especialidad de fondo. Al año siguiente, en 2017, Villa comenzó un trabajo más estructurado: equipo técnico, nutricionista y plan de preparación específico. Y los resultados llegaron. Al ganar todas las carreras a las que se presentó a nivel nacional y consagrase campeona de España con una marca de 740 km en 24 horas, observó la posibilidad de competir también a nivel internacional. «Me cansé de ganar aquí y empecé a buscar retos fuera de España», declara desde Los Ángeles en conversación con este periódico.
En su palmarés destacan varios títulos europeos: campeona de Europa de 24 h (2019) y campeona de Europa de 12 h (2020-2022). Pero Villa no se contenta con dominar a nivel continental. Apunta hacia el mundo. En su club se la define como «la ultrafondista vizcaína que busca ser la mejor del mundo», acostumbrada a poner «su cuerpo y mente al límite», como ella misa afirma: «Todavía no he llegado a mi límite, y me gustaría descubrirlo, descubrir lo que hay al otro lado».
Su escenario más reciente fue el desierto de Borrego Springs (California, EE UU) el fin de semana pasado, en una prueba de 12 horas contrarreloj, sin drafting, en circuito de 18 millas, desde las 5 a. m. hasta las 5 p. m., con una oscilación térmica de más de 30 grados. Firmó la segunda plaza tras la estadounidense Kari Obermeyer, tras un duelo intenso en el que Villa lideró buena parte de la prueba. «Estoy muy contenta con el resultado, sobre todo por haber podido plasmar el trabajo realizado durante tantos años», explica la bilbaína. «La prueba empieza con menos de 10 grados por la mañana y termina con un sol de 40 grados en medio del desierto. Tuve un problema estomacal, pero pude superarlo sin que afectara a mi ritmo». En esas condiciones, la humedad cae al 15 % y todo conspira en tu contra… Villa aguantó. Lideró, cayó y se recuperó. Su preparación específica la llevó a colocar su cuerpo en zona de rendimiento óptimo.
En la parte final, cuando Obermeyer aceleró y logró distanciarse, la vizcaína mantuvo el segundo puesto con suficiencia y se colgó una medalla.
El sacrificio detrás del éxito
Su rutina de entrenamiento se basa en un recorrido general de miles de kilómetros por año, que describen, además del apartado físico, una filosofía de vida. Basada en entrenar, comer, dormir, recuperarse, pensar en la próxima prueba.
Su nutricionista define la estrategia alimenticia en días previos con menor fibra, aumento de carbohidratos, buena ingesta proteica; durante la prueba, una carga continua de carbohidratos cada hora y, sobre todo, hidratarse sin parar. En la carrera de 12 h en California, Villa consumió 13 litros de líquido. «La deshidratación que sufro en Estados Unidos puede ser tres veces mayor que en Europa debido al clima seco».
La mente también entra en juego: «Cuando solo te centras en los resultados, eso puede llevar a tener muchos altibajos. Cuando te concentras en la mejora progresiva, los resultados llegan». Ese es su mensaje para los más jóvenes: «Busca lo que te hace feliz, abraza lo que te llena, trabaja, ten paciencia, rodéate de buena gente».
En un momento en el que el deporte femenino de ultradistancia crece, Villa estará ahí, empujando el listón más allá, demostrando que los límites están para superarse, una pedalada tras otra. «Ahora miro hacia atrás y siento una gran satisfacción. Todavía existen distancias. Todavía hay límites a los que aún no he llegado. Me gustaría continuar. Ver si puedo superar el límite. Mientras esté en un buen nivel. Ese es mi motor fundamental».