El diseñador sueco Gustaf Westman ha convertido un apartamento de apenas unos metros cuadrados en el corazón de Estocolmo en una extensión de su propio universo creativo. Conocido por sus espejos gruesos, muebles curvos y una paleta de colores que combina el rosa chicle con el azul pastel, Westman ha hecho de su diminuto hogar un laboratorio de ideas donde cada rincón es tanto una obra funcional como un experimento estético.

“Vivir en un espacio tan pequeño me ha dificultado mucho mi trabajo”, admite entre risas en el vídeo del canal Never Too Small, “pero también me ha hecho más creativo”. Esa dualidad define el estilo del joven diseñador: una mezcla entre lo lúdico y lo racional, entre la experimentación y la practicidad que lo han llevado a colaborar con marcas como Ikea o Mercedes-Benz.

Los rincones con encanto están a la orden del día en su casa (Never too small)

El apartamento, que Westman describe como “una caja blanca con ventanas por todos lados”, es su casa, su taller y su escaparate. Los muebles que lo llenan son, en su mayoría, prototipos de su propio estudio: mesas redondas de líneas robustas, sillas metálicas nacidas de proyectos con bares de Estocolmo y objetos tan curiosos como un exprimidor de zumo que también sirve de pieza escultórica.

“La industria del diseño necesita más humor”, asegura. Su trabajo busca justamente eso: romper con el elitismo de la estética nórdica tradicional y acercar el diseño al día a día. Su colaboración con Ikea, dentro de la colección navideña de la marca, es un ejemplo claro. En ella, reinterpretó los clásicos portavelas y vajillas suecas con un toque contemporáneo. “Mi abuela siempre hacía galletas en Navidad, así que diseñé un plato para nueve albóndigas de Ikea como homenaje a ella”, explica con una sonrisa.

El salón cocina (Youtube | Never too small)

El hogar de Westman no es un espacio impoluto de revista. Está lleno de objetos personales, colaboraciones con amigos y recuerdos que conviven con sus creaciones más recientes. El diseñador no disimula el caos: “No me gusta tomar decisiones, así que dejo que las cosas se acumulen”. Esa aparente espontaneidad forma parte de su encanto y de su proceso creativo.

La cama de Westman está contigua a la sala de estar (Never too small)

El pequeño piso cuenta con una cocina fabricada sobre una estructura de Ikea a la que él mismo añadió puertas curvas en madera teñida. “Mandé el color equivocado y llegó en rojo”, recuerda. “Pero me gustó tanto que lo dejé así”. Esa mezcla entre error y acierto accidental define buena parte de su filosofía de diseño: nada es demasiado serio, y la funcionalidad siempre debe convivir con la sorpresa.

El baño, minúsuculo pero utilitario (Never too smaill)

A pesar de ser uno de los nombres más reconocibles del nuevo diseño escandinavo, Westman insiste en mantener una actitud ligera. “Nunca vi una película entera de Star Wars, me aburren”, bromea, mientras muestra una figura de Darth Vader que decora una de sus estanterías. En otra repisa, un vaso perforado que “no sirve para beber, pero es divertido de mirar”.

Graduado en arquitectura, el diseñador asegura que dejó ese camino porque “era demasiado intenso”. Su objetivo ahora es más emocional que técnico: crear objetos que transmitan alegría y que la gente quiera tener cerca. “Al final, lo más divertido del diseño es ver cómo la gente usa tus piezas, incluso cuando lo hace mal”.

Gustaf Westman ha hecho de su minúsculo apartamento algo más que un hogar: un manifiesto visual que refleja la nueva generación de diseñadores suecos, capaces de combinar funcionalidad, ironía y calidez en apenas veinte metros cuadrados.

El diseñador sueco Gustaf Westman ha convertido un apartamento de apenas unos metros cuadrados en el corazón de Estocolmo en una extensión de su propio universo creativo. Conocido por sus espejos gruesos, muebles curvos y una paleta de colores que combina el rosa chicle con el azul pastel, Westman ha hecho de su diminuto hogar un laboratorio de ideas donde cada rincón es tanto una obra funcional como un experimento estético.