Javier Lorenzo

Sábado, 2 de agosto 2025, 23:18

  • Huelva. Sábado, 2 de agosto
    Lleno de «no hay billetes» en tarde soleada y de tremendo calor. 38º de temperatura.

  • GANADERÍA
    Seis toros de Loreto Charro, de desigual presencia. De pobre juego salvo el 2º. Noble pero apagado el 1º, nulo por el pitón izquierdo; bravo y emotivo el 2º, Preferido, número 17, castaño, nacido en febrero de 2021 y 533 kilos que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; deslucido el 3º; el cinqueño 4º fue una prenda; rajado el 5º que fue geniudo; deslucido el 6º.

  • DIESTROS

  • MORANTE DE LA PUEBLA Turquesa e hilo blanco
    Estocada en el rincón que tira sin puntilla (oreja); y pinchazo hondo (pitos).

  • DANIEL LUQUE Azul marino y oro
    Excelente estocada (dos orejas); y media estocada y cuatro descabellos (ovación tras aviso).

  • JUAN ORTEGA Calabaza y oro
    Gran estocada (palmas); y gran estocada (oreja).

El quite de Morante esta vez vino por el palo de la eficacia. No fue artístico sino providencial, cuando Raúl Caricol salió comprometido y encunado casi entre los pitones de Barbagrande en el tercer par de banderillas y apareció el capote salvador de Morante que sirvió para librar del percance al banderillero y también para apaciguar los ánimos del respetable que se encresparon cuando el de La Puebla no quiso ni ver a Acebuche, el cuarto. Este fue el único cinqueño del envío de Loreto Charro y resultó una prenda. Abrevió Morante y la media docena de muletazos por la cara parecieron demasiados para lo que mereció el toro. La bronca surgió por lo que el aficionado onubense dejó de ver. Apenas fueron media docena de detalles los que derrochó con el Fandango que abrió plaza, que se derritió en unas embestidas que no pasaron de anodinas. Morante le puso el alma en los derechazos y el corazón con la espada. A eso se redujo el premio.

Lo de Juan Ortega se quedó en dos quites, uno templadísimo por gaoneras al tercero y otro con arrebato por delantales al sexto. A uno lo tumbó de una monumental estocada al otro de una muy certera no menos buena. La oreja no dejó más huella que eso.

En el cartel de los toreros artistas, de los que se pelean por torear más despacio, el triunfo se lo llevó Luque. Por ambición, por poder, por mando y por autoridad. Al encierro de Loreto Charro lo salvó un toro excelente. El bravo segundo de nombre Preferido, que debió de ser uno de los dos especiales de la mañana a la hora de enlatar. Sin embargo, fue este más alto que el entipado y armónico primero, que no tuvo la vida, ni la entrega, ni la casta, ni la emoción, ni el ímpetu, ni tampoco la codicia de este preferido que acabó con el cuadro. Un toro de bandera, que fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. Por méritos propios. Fueron los dos toros castaños de la corrida, los dos de apretadas sienes y acapachada cuerna. Y ahí pareció acabarse la función. Los cuatro negros, más simplones, estuvieron vacíos, salvo el cuarto que llegó a La Merced repleto de mala leche.

El toro de la corrida fue ese Preferido que ya se destapó en cuanto sintió el sedoso capote de Luque en el saludo. Lo esperó, lo embarcó, le exigió, lo condujo y alargó sus viajes casi de manera interminable en un largo recibo. Galleó por chicuelinas para ponerlo en suerte en el caballo, donde el toro de Loreto empujó con fijeza y franqueza. Y después le alivió en unas tafalleras de seda y exigentes a la vez en las que se enroscó el toro al cuerpo con gallardía. Estaba todo lanzado. Y el diapasón ya no bajó de ahí. Comprometido, valiente y desatado Luque que brindó al público y plantó cara con autoridad a un toro bravo y exigente, que lo pidió todo por abajo y se entregó con intensidad, verdad y autoridad. Y ahí brotó el toreo milimétrico, variado y arrogante del de Gerena, que firmó una obra portentosa. La estocada resultó de libro. Las dos orejas, de ley. El quinto fue el negro de más opciones. Barbagrande derribó al caballo de Juan Manuel Garcia, en su único encuentro. Brindó Luque a Morante y algo le susurraría de Roca… Le firmó un original inicio con la muleta invertida, y luego un trasteo de autoridad máxima en la que puso todo lo que le faltó a su oponente, que tuvo la virtud de humillar aunque hubiera que sacárselo con sacacorchos. Lo hizo Luque con pulso y tiento. Así se llevó la tarde.

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