A las 10.33 del 6 de noviembre de 1975, hace 50 años, miles de civiles marroquíes, muchos de ellos mujeres y niños, cortaron la … alambrada que hacía de frontera entre Marruecos y España penetraron en el Sáhara español, la provincia 53, que entonces se consideraba tan española como Valladolid o Murcia. Era la Marcha Verde, la invasión del territorio colonial que todavía conservaba España en la fachada atlántica de África.

El dictador Francisco Franco, recién operado y gravemente enfermo, había traspasado sus poderes al todavía príncipe Juan Carlos I apenas una semana antes, y Marruecos aprovechó la convulsa situación institucional en Madrid para ocupar un territorio que todavía era parte de la nación española. Dentro de los hitos de la Transición, la Marcha Verde ocupa un lugar destacado. La periodista Sonia Moreno (Oviedo, 1973), corresponsal en el Magreb durante más de una década, analiza este momento de la historia y más ampliamente, las relaciones hispano-marroquíes en su libro ‘Marruecos, el vecino incómodo’ (La Esfera de los Libros).


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-¿Qué significaba el Sáhara Occidental para España hace 50 años?

-Tenía una notable importancia política, estratégica y colonial para España. Era una colonia desde 1884, de hecho. la última posesión en el continente, parte del imperio africano español. Incluso, se convirtió en una provincia más en 1958, la provincia 53, de tal manera que era parte del territorio nacional. Además, era igual que ahora, una zona rica en fosfatos y en caladeros de pescado. Por lo tanto, también tenía un valor económico. Igualmente, era una territorio clave que envolvía a Marruecos y que daba salida al Atlántico.

La periodista Sonia Moreno.

La periodista Sonia Moreno.

Alejandro Noval

-¿Qué motivos llevaron a Marruecos a iniciar la Marcha Verde?

-Por supuesto, su ansia expansionista, esa persecución del Gran Magreb o Gran Marruecos que nace en la primera parte del siglo XX. Una propuesta de Allal el Fassi, fundador del partido Istiqlal (independencia, en árabe), que llamaba a recuperar las fronteras previas a la colonización, las fronteras históricas de Marruecos, que engloban Marruecos, el Sáhara Occidental, Mauritania, el noroeste de Mali, el oeste de Argelia y partes de España. Y con ello los yacimientos de los fosfatos del Sáhara Occidental y las minas de hierro de Argelia y Mauritania. En cuanto a España, los límites ambicionados por Marruecos incluían, en el norte, Ceuta, Melilla y los peñones; y en el África Occidental española, Sidi Ifni, Tarfaya y el Sáhara Occidental. Por otro lado, en los años 70, el movimiento independentista saharaui había crecido y el Frente Polisario buscaba la autonomía del territorio. Además, Marruecos y Mauritania, al norte y al sur del Sáhara Occidental, lo reclamaban como suyo. En el ámbito internacional, la Organización de Naciones Unidas pedía la descolonización y un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui. Marruecos actuó en un momento en que Franco estaba gravemente enfermo y el régimen padecía una crisis política y aprovechó ese momento de debilidad para emprender la movilización masiva para presionar a España y hacerse con el territorio el 6 de noviembre. Ocho días después se firmaron los Acuerdos de Madrid en los que España entregó la administración del Sáhara Occidental a Marruecos y Mauritania, aunque no su soberanía, que de hecho la ONU sigue considerando española.

-¿Qué representa en el imaginario colectivo de Marruecos la Marcha Verde?

-La unidad territorial, la independencia colonial total y, por supuesto, una victoria. La celebran a lo grande en todo el país, iluminando los edificios públicos con los colores de la bandera marroquí, el rojo y verde. Es una cuestión casi sagrada para todos los ciudadanos, que siempre están de acuerdo con la unidad territorial y la figura de Mohamed VI. Son dos aspectos que siempre han unido al pueblo marroquí. También es la primera etapa para seguir con sus ansias expansionistas y recuperar el Gran Magreb.

-Tras los Acuerdos de Madrid, una parte de los saharauies abandonó su casa y se instaló en los campamentos de refugiados en Tinduf, en el sur de Argelia. ¿Cómo definiría la actuación de España respecto a los refugiados saharauis?

-España siempre ha ayudado a los saharauis, sobre todo el pueblo español. Por ejemplo, está el programa Vacaciones en Paz, por el que familias españolas acogen a niños saharauis de los campamentos de Tinduf durante los meses de verano. Sin embargo, la ayuda humanitaria ha desmejorado en los últimos años, y vemos desnutrición en mujeres embarazadas y niños menores de 5 años, según vienen denunciando organizaciones de derechos humanos internacionales. La actuación política ha sido ambigua y marcada por contradicciones históricas y políticas. Hay un antes y un después, desde el apoyo abierto de José Luis Rodríguez Zapatero al plan de autonomía marroquí en detrimento del referéndum de autodeterminación que persigue el Frente Polisario y que aparece en las resoluciones de la ONU. De hecho, acudió en varias ocasiones al foro Crans Montana, una especie de Davos que se celebra en Dajla, organizado por Marruecos; y charlas del Movimiento Saharaui por la Paz (MSP), que dirige un ex líder del Polisario y que según un informe del CNI publicado por varios medios españoles, estaría relacionado con los servicios secretos marroquíes. Y el gran abandono se ha hecho evidente con la carta que el presidente Pedro Sánchez envió en marzo de 2022 al rey Mohamed VI donde reconoce el plan de autonomía como la solución «más seria, creíble y realista» al conflicto del Sáhara Occidental.

-¿Cómo a lo largo de estas cinco décadas Marruecos ha logrado imponer su relato, de tal manera que el nuevo plan de la ONU es muy favorable a sus intereses?

-Dentro del país la cuestión de la unión territorial y del ‘Sáhara marroquí’, como lo denominan, es unánime. De hecho en los propios mapas que cuelgan en las instituciones marroquíes, los libros y las guías turísticas el Sáhara Occidental aparece como parte de Marruecos, igual que Ceuta y Melilla. Solo hay que ver que los ciudadanos marroquíes con banderas nacionales han ocupado el espacio que los jóvenes de la Generación Z llevaban tomando el último mes, como la explanada del Parlamento marroquí en Rabat, para celebrar la aprobación de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que entienden ya como una victoria, aunque ahora toca sentarse a negociar, y el Frente Polisario no está dispuesto por falta de equidad. En el ámbito internacional, ha actuado como si el Sáhara Occidental formara parte de su soberanía firmando acuerdos que comercializan con los recursos naturales del territorio sin consultar a los saharauis ni a su representante, el Frente Polisario; ha presionado a determinados países, ha ofrecido terrenos o planes de inversión a otros, y por supuesto, ha conseguido que 30 Estados abran oficinas consulares en Dajla o El Aaiún, como si fueran ciudades marroquíes.

-¿Qué papel ha jugado Estados Unidos en todo el proceso para que la ONU acabe reconociendo el Sáhara Occidental como región autónoma de Marruecos?

-Un papel fundamental, sobre todo Donald Trump, que emitió un decreto presidencial en diciembre de 2020, antes de dejar la Casa Blanca, en el que reconocía la soberanía marroquí sobre todo el territorio saharaui. Entonces no le dio tiempo a abrir consulados en Dajla ni El Aaiún, como había anunciado, pero estamos viendo que con su vuelta ha presentado el documento que considera el plan de autonomía como una opción base para las negociaciones entre las partes implicadas en el conflicto, aprobado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el pasado 31 de octubre. Este día ya se ha incluido como fiesta nacional de la unidad en Marruecos. También vemos cómo Estados Unidos ha dotado a Marruecos de armamento con la firma de una acuerdo militar y de seguridad el 2 de octubre de 2020 que le va a reportar hasta aviones F-35, que pocos países tienen. Incluso, ha llevado a Marruecos a restablecer las relaciones diplomáticas con Israel, por los Acuerdo de Abraham. Algo que parecía insólito con un partido islamista en el poder en esos momento y una ciudadanía que siempre ha defendido a Palestina.

-¿Está justificado en España el temor a una nueva Marcha Verde sobre Ceuta y Melilla?

-Después de la entrada de 12.000 personas desde Marruecos a la ciudad autónoma de Ceuta en solo dos días en mayo de 2021, con la relajación de la Gendarmería Real y las Fuerzas Auxiliares en las fronteras, España se ha dado cuenta que la Marcha Verde no es una cuestión de 1975, que sigue siendo una cuestión actual, y que Marruecos podría volver a empujar a sus ciudadanos a entrar en otros territorios. En las propias imágenes de esos días aparecen los gendarmes abriendo las puertas de la valla a los jóvenes, también autocares que llegaba hasta delante mismo de la frontera con personas que bajaban para entrar a Ceuta. Estaba organizado aprovechando el fin del ramadán, con la fiesta del Aid al Ftir, fecha clave en que las fuerzas de seguridad marroquí relajan el control de sus costas. En la actualidad, se tiene mucho cuidado con no incomodar a Marruecos. Sobre todo desde Ceuta y Melilla por temor a que puedan entrar de repente decenas de personas en las ciudades. No sé si miedo, pero al menos cautela para no enfadar al vecino por las consecuencias que podemos tener, como ocurrió con la acogida de Brahim Ghali, secretario general del Frente Polisario, en 2021.