En pleno corazón de Vilagarcía, en la calle Arzobispo Gelmírez, existe un gimnasio que no se parece a los demás. Desde fuera, Psinutrain puede parecer un espacio más dedicado al entrenamiento físico, pero basta cruzar su puerta para comprender que dentro se desarrolla un trabajo mucho más profundo. Aquí, el deporte se convierte en un puente entre la fragilidad y la fortaleza, entre la resignación y la superación. Desde su traslado el pasado mes de enero a un nuevo local más amplio, accesible y confortable, el centro ha reafirmado su compromiso con la salud en el sentido más integral de la palabra.

El cambio de espacio no fue una simple ampliación logística. El nuevo local está diseñado para atender con dignidad a todo tipo de personas, incluidos quienes se enfrentan a importantes desafíos físicos. Una muestra de ello es la incorporación de baños adaptados para personas ostomizadas, un gesto que refleja el enfoque inclusivo y respetuoso con el que se trabaja. «Teníamos claro que queríamos un sitio donde nadie se sintiera fuera de lugar. Y eso empieza por el entorno», afirma Samuel Fariña, director del centro.

Samuel no está solo. Junto a su equipo ofrece planes de entrenamiento individualizados a personas que, por distintos motivos, han visto en el deporte una herramienta clave en su proceso de recuperación. Como Xaquín Blanco, vecino de Vilagarcía y un ejemplo de constancia y superación. Años atrás, cuando aún regentaba una tienda en A Estrada, recibió el diagnóstico de esclerosis múltiple, una enfermedad degenerativa que afecta al sistema nervioso y que alteró por completo su vida. El golpe anímico fue tan duro como el físico. «Estuve tres meses sin salir de casa. Pasé de tener una actividad de 100 a una de 0 en nada», relata.

La historia de Xaquín dio un giro gracias a un pequeño gesto: su mujer le entregó una tarjeta con el nombre de Psinutrain. Fue ella quien lo animó a dar el primer paso. Desde entonces, cada jornada suma una nueva victoria. Acude a entrenar en una bicicleta adaptada que recorre las calles de Vilagarcía como símbolo de resistencia. «Cada vez me cuesta un poco más caminar, pero con el entrenamiento me siento fuerte y con una mayor estabilidad», asegura. Además, Xaquín canaliza su creatividad a través del dibujo y el diseño gráfico, una pasión que cultiva y que le ayuda a mantener activa la mente.

La actitud de ambos es encomiable a la hora de aplicarse en su mejoría.

La actitud de ambos es encomiable a la hora de aplicarse en su mejoría. / FdV

Otra historia de resiliencia es la de Carlos Garrido, también vilagarciano. Su vida cambió para siempre tras un ictus poco después de los 40 años. Hasta entonces era piloto de líneas comerciales, profesión que debió abandonar tras el episodio. La afectación del lado izquierdo de su cuerpo fue severa, pero Carlos optó desde el primer momento por no rendirse. «Andaba muy poquito, pero ya llevo tres años y noto una evolución muy positiva. Notarse cada vez un poco mejor es una gran motivación», explica con una sonrisa.

Ambos reciben entrenamiento personalizado, con programas adaptados a sus necesidades concretas. «Con Xaquín nos centramos en fortalecer la musculatura para ganar estabilidad; con Carlos trabajamos el equilibrio y el control del cuerpo, haciendo hincapié en la coordinación y los agarres», detalla Samuel Fariña. El enfoque es técnico, sí, pero también emocional. Y es que lo que ocurre no se mide solo en repeticiones o en kilos: se entrena la autonomía, la confianza y la alegría.

Tanto Xaquín como Carlos coinciden en destacar el beneficio anímico del ejercicio. «La cabeza es lo más importante y la que mueve todo», apunta Xaquín. «Hay que aprender a reírse de uno mismo y encontrar la felicidad en las pequeñas cosas». Carlos, por su parte, afirma que encuentra en el gimnasio su «zona de confort» donde no se siente juzgado ni limitado, sino acompañado en su progreso.

El centro de entrenamiento cuenta con baños adaptados a personas ostomizadas para facilitarle su día a día.

El centro de entrenamiento cuenta con baños adaptados a personas ostomizadas para facilitarle su día a día. / FdV

El trabajo que se realiza en Psinutrain va más allá del entrenamiento convencional. El equipo de Samuel colabora con proyectos de investigación médica que buscan demostrar el impacto del deporte en procesos tan complejos como los tratamientos oncológicos. «El ejercicio ayuda incluso a reducir la toxicidad de la radiación en el cuerpo», explica. No es una afirmación al aire: la ciencia respalda cada vez más la relación entre actividad física y mejora del pronóstico en pacientes con cáncer, y en Psinutrain aplican esos principios con rigor y empatía.

Entre quienes acuden al centro hay también personas que están en plena quimioterapia, y que han descubierto en el ejercicio una forma de reducir los efectos secundarios, mejorar su bienestar y recuperar el control sobre su cuerpo. En todos los casos, el denominador común es el mismo: no rendirse.

Más que un gimnasio al uso, es un espacio de reconstrucción personal, donde el cuerpo y la mente se rehabilitan al mismo ritmo, sin prisa pero sin pausa. Un lugar donde el sudor es sinónimo de avance, y donde el acompañamiento lo es todo. Porque a veces, el primer paso hacia la recuperación no es una pastilla ni una operación, sino algo tan simple —y tan valiente— como atarse las zapatillas y volver a moverse. Aunque cueste. Aunque duela. Aunque nadie más lo entienda. Porque como saben bien Xaquín y Carlos, moverse es empezar a vivir de nuevo.

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