Esa inclinación cromática culmina en el blanco cremoso de Pointing de Farrow & Ball, el tono elegido para el salón, que encuentra su contrapunto en el verde empolvado del comedor: el resultado es una armonía suave y doméstica que equilibra lo melancólico y lo luminoso.

El rincón de lectura, con una gran butaca color crema junto a la ventana, recibe la mejor luz de la mañana y se convierte en el lugar más sereno de la casa.
© Nana Hagel
Los materiales, elegidos por su tactilidad, subrayan esa búsqueda de confort honesto: la madera de pino Douglas (presente en la mesa de centro, los taburetes y los viejos armarios) aporta una calidez y elegencia atemporal, mientras que las nuevas fundas de lino que cubren el sofá y el sillón refuerzan la sensación de novedad y movimiento, aun manteniéndose clásicas.

La mesita con un botijo antiguo destaca entre los hallazgos vintage que aportan autenticidad al espacio.
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El revistero y el mueble esquinero son ejemplos del gusto de la artista por rescatar piezas con historia en mercadillos y tiendas de segunda mano.
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En su deseo de crear un ambiente más acogedor que el de su anterior vivienda, la artista introdujo más color, más texturas y pequeños hallazgos vintage de mercadillo que mantienen viva la creatividad y la conexión con el pasado.

La cocina, en un tono crema minimalista, funciona como un lienzo en blanco donde los accesorios cobran protagonismo.
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Muebles auxiliares de madera y pequeños detalles artísticos reflejan el equilibrio entre funcionalidad y sensibilidad creativa.
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Entre los gestos más delicados del espacio están las largas cortinas de lino texturizado confeccionadas a medida por &Drape, un autorregalo que se permitió como símbolo de una nueva etapa: “Soñaba con unas cortinas casi tan largas como las del viejo hogar de Karen Blixen. Hay algo muy parisino y extravagante en que la tela se apoye sobre el suelo”. Un detalle casi teatral que da al conjunto un matiz de elegancia despreocupada.
Casi todas las obras que decoran las paredes son suyas. Durante años, cada vez que vendía una pieza, su casa se quedaba algo más vacía. Hasta que decidió reservarse algunas para ella misma: “Quería que mi hogar también contara lo que hago”. Así, el espacio funciona como galería al público y refugio personal, una extensión natural de su práctica artística.

Las paredes del dormitorio se llenan de su propio arte, convirtiendo el espacio en una extensión íntima de su estudio.
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En el dormitorio, los arcos y la gran puerta aportan amplitud y continuidad visual.
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El espejo de cuerpo entero ayuda a amplificar la luz natural, mientras los elementos como taburetes y cestas bajas mantienen despejada la línea visual y refuerzan de nuevo la sensación de amplitud.
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