Casi cuatro décadas después de que el primer Depredador de John McTiernan aterrorizara a una generación, el cazador extraterrestre más temido del cine regresa con Predator: Badlands, que debe ser como la octava entrega y que rejuvenece la saga sin traicionar su espíritu. Dirigida por Dan Trachtenberg (responsable también de Predator: Prey (2022)), la película apuesta por un enfoque visualmente espectacular y, sobre todo, sorprendentemente emotivo.

La historia se ambienta en un futuro lejano, en el planeta Genna, un territorio hostil y desértico donde las reglas de la supervivencia son más brutales que nunca. Allí conocemos a Dek, un joven Predator marginado por su clan por considerarlo débil. Rechazado por los suyos, emprende una peligrosa travesía para encontrar al adversario definitivo, el legendario Kalisk, con la esperanza de recuperar el honor perdido. En su camino cruza su destino con Thia, una androide dañada interpretada por Elle Fanning, con quien establece una improbable alianza basada en la necesidad y, poco a poco, en la confianza.

Badlands no asusta como aquella cinta de 1987. Hay más aventura épica con tintes de redención que terror puro. El resultado es un reboot sólido, ágil y entretenido, con momentos de auténtico brillo y una carga emocional inesperada. Quizá echemos de menos la ferocidad del Depredador original (y, claro, al inimitable Schwarzenegger),pero este «lifting» de la franquicia rejuevenece la saga y al monstruo, algo que parecía imposible: devolver al bicho su alma sin quitarle los colmillos.

La entrega introduce una novedosa perspectiva dentro del universo Predator: por primera vez, el monstruo no es solo el cazador implacable, sino también la presa, un ser vulnerable que busca su identidad y su lugar. Frente a él, los humanos y las máquinas representan una humanidad degradada, desprovista de emociones. Este contraste da a la cinta una dimensión casi filosófica, aunque sin abandonar la esencia de la acción. Trachtenberg demuestra un pulso firme en las secuencias de combate y un notable sentido del ritmo. Cada enfrentamiento es un espectáculo visual. Las escenas de lucha cuerpo a cuerpo, acompañadas de un potente diseño de sonido, devuelven al espectador al cine de acción clásico más efectivo.

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