Poca broma con las presiones de la fama: si un día eres una actriz prometedora y, al día siguiente, una de las estrellas de cine más famosas del mundo, es fácil que te superen como a Jennifer Lawrence. Una actriz que, ahora mismo, considera las entrevistas que dio de joven como «súper embarazosas». 

En el curso de un reportaje del New Yorker (vía Variety), la actriz de Los juegos del hambre y El lado bueno de las cosas ha confesado lo mal que lo pasa durante sus encuentros con la prensa. Un malestar ante el cual, durante sus años de principiante, hizo frente con un mecanismo de doble filo: hacerse la tonta. 

«Ahora me veo y pienso ‘esa persona es un incordio»

«Cada vez que doy una entrevista, pienso ‘no puedo volver a hacerme esto a mí misma», confiesa Lawrence en el reportaje durante una conversación con Viola Davis. «Cuando tengo que hacer la promoción de una película, siento que estoy perdiendo el control sobre mi trabajo», continúa. 

Ahora que presenta Die My Love (el filme que protagoniza junto a Robert Pattinson), Lawrence afirma entender que su mecanismo de defensa frente a la presión mediática se le atragantase a la gente: «Bueno, es, o era, mi verdadera personalidad, pero también un mecanismo de defensa», explica. 

«Ahora veo esas entrevistas y esa persona me parece un incordio», prosigue la actriz, refiriéndose a sí misma. «Entiendo por qué a la gente le molestaba ver a esa persona en todas partes. La imitación que me hizo Ariana Grande en Saturday Night Live lo clavó», concluye, refiriéndose a un sketch poco compasivo, por decir algo, con la cantante parodiándola sin compasión.

Con el tiempo y los estrenos (algunos, de calidad tan dudosa como Passengers y X-Men: Fénix Oscura), el rechazo popular contra Lawrence se volvió «inhabitable», reconoce Lawrence. «Me sentía -aunque creo que, más que sentirme, era- rechazada, no por mis películas ni por mis ideas políticas, sino por mí misma, por mi personalidad». 

Ahora, añade, Jennifer Lawrence ha encontrado una forma de salir de esa trampa: alejarse lo más posible de Hollywood. Aunque, por desgracia, la obligación de dar entrevistas sigue estando ahí: esperemos que los plumillas estadounidenses hayan tomado nota y no la agobien más de lo necesario.