«Nuestro cliente decidió transformar una nave de 450 m2 en Sant Adrià de Besòs (Barcelona) en su vivienda personal y oficinas de su empresa. Con un presupuesto limitado, el cliente optó por encargarse, junto a su hermano, de la construcción del proyecto. Esta decisión nos llevó a trabajar con sistemas prefabricados de fácil montaje, explorando una arquitectura económica y adaptable centrada en la expresión técnica». Así comienza a describir este singular proyecto Atienza Maure, el estudio formado por los arquitectos Alonso Atienza Sánchez y Miguel Ángel Maure Blesa. Se trata de un cuarto piso de un edificio industrial entre medianeras, lo que impedía realizar nuevas aberturas o lucernarios, de forma que hubo que trabajar con una planta abierta, «para permitir una mayor entrada de luz».
Oficinas y vivienda en un mismo espacio
El encargo implicaba también resolver una convivencia inusual: oficinas y vivienda en un mismo espacio. «Era importante para el cliente mantener una clara diferenciación entre el espacio de trabajo y el espacio de vivienda», explican los arquitectos. Para lograrlo, diseñaron una serie de volúmenes cerrados que actúan como colchones acústicos y visuales, auténticos núcleos técnicos que contienen los programas de servicio y pueden ser utilizados indistintamente por ambos ámbitos. Estos cuerpos intermedios, realizados con estructuras metálicas ligeras y paneles contrachapados, funcionan como intercambiadores acústicos, programáticos y espaciales, y permiten un uso flexible y cambiante.

La zona de descanso se eleva sobre una plataforma de abedul que integra almacenaje oculto. El uso de cortinas perimetrales permite transformar el dormitorio en un espacio flexible y privado, sin alterar la lectura industrial del conjunto.
Simone Marcolin
La planta se organiza en dos mundos complementarios. «Por un lado, la nave presenta una marcada presencia técnica, donde las instalaciones y los sistemas de almacenamiento asumen un rol protagónico; por otro, en el sector doméstico, ese mundo técnico se complementa con una espacialidad abierta y fluida, bañada por luz natural, de techos altos (de cuatro metros) y acabados sólidos». En este ámbito, los elementos estructurales y el mobiliario fijo se materializan en hormigón blanco: encimeras, bañera, bancos o jardineras construyen una gramática tectónica que contrasta con la ligereza del acero y del policarbonato translúcido empleado en las divisiones.
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Piezas ensambladas in situ
El presupuesto, inferior a 380 €/m², obligó a extremar la precisión constructiva y a recurrir a sistemas industriales prefabricados. Las estructuras de dos niveles se componen de estanterías galvanizadas de perfiles en L con bandejas de acero postensadas, utilizadas también como almacenaje. Los cerramientos y forjados, de contrachapado de abedul, y las ventanas pivotantes de acero con policarbonato translúcido garantizan la privacidad sin renunciar a la luz natural. «Todas las piezas prefabricadas fueron importadas y ensambladas in situ, reduciendo el tiempo de obra drásticamente», señalan los arquitectos.
En el interior, un sistema de plataformas, pasarelas y escaleras genera una circulación continua y casi lúdica, que refuerza la idea de flexibilidad. «Se consigue una continuidad total entre el espacio productivo y el doméstico, con un sistema de circulaciones laberínticas a través de plataformas a distintos niveles, que multiplican los recorridos y la ambigüedad espacial y funcional», explican. En las zonas de descanso, las habitaciones se reinterpretan como plataformas de madera a diferentes alturas conectadas entre sí.
La dualidad entre lo técnico y lo hedonista define el carácter del proyecto. Los arquitectos la describen como una confrontación entre «el mundo maquinal, compuesto por estructuras de acero ligeras y flexibles, y el mundo sólido y terrestre del hormigón, concebido para el disfrute diario». Esa tensión entre lo industrial y lo doméstico, entre la economía de medios y la riqueza espacial, convierte este proyecto en una lección de arquitectura esencia que demuestra que la austeridad puede ser, también, profundamente expresiva.
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