El partido inaugural del Allianz Arena sentó las bases de una nueva etapa de éxitos para el Bayern de Múnich: ganaron, allá por el 2005, 4-2 a la selección alemana. Desde ese momento, el estadio se convirtió en el mejor del mundo, tanto para aficionados como para medios. The Guardian lo calificó de glorioso, mientras que para el alemán Die Welt, se trataba de toda una obra de arte.
Su gran acogida se debe, en parte, a que sus artífices, los suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, son auténticos aficionados del fútbol. “No hay tantos arquitectos que sean fanáticos, que sean apasionados por ese sitio y lo vean como algo más que un mero desafío de diseño”, confiesa Herzog al periodista Justin McGuirk en el libro Fútbol: diseñando el hermoso juego, y añade “Pierre y yo sabíamos cómo abordarlo porque sabíamos, por nuestra experiencia como aficionados, que tenía que ser un espacio emocional”.
La filosofía detrás de Herzog & de Meuron
Ya en la entrevista que nos concedieron en 2021, el dúo detrás de Herzog & de Meuron dejaba claro que, para ellos, la arquitectura debe tratarse como un arte, por su cercanía y por las emociones que evoca. En ese sentido, no dista demasiado del fútbol: precisamente, lo que lo hace “un deporte increíble es la emoción, los momentos de éxito y fracaso. Y la arquitectura también: si bien por un lado es un negocio altamente racional, también es, por el otro, altamente emocional”. Todo eso se plasma en su trabajo. “La gran arquitectura tiene mucho que ver con los momentos psicológicos. Toca nuestras emociones y todos nuestros sentidos. Esto es especialmente cierto para los estadios: son teatros para las emociones”.
Bajo esta filosofía, han diseñado tres estadios: el primero, el St. Jakob-Park, en su ciudad natal de Basilea. El último, el Atlantique, en Bordeaux, inaugurado en 2015. En medio, una de las obras que les hizo un hueco entre los grandes nombres de la arquitectura del siglo XXI: el Allianz Arena, casa del Bayern de Múnich.

Las tres gradas, con distintas inclinaciones, están lo más cerca posible del campo.
Noticia relacionada
Antonio Cruz, arquitecto del Metropolitano: “Al Atlético no le gusta el hormigón”
Un monumento urbano incluso para los que no están interesado en fútbol
Hay tres elementos que definen la arquitectura del estadio alemán: su impresionante presencia en medio de un paisaje abierto, como un cuerpo luminoso cambiante, la configuración de los accesos para los aficionados, y el interior, en forma de cráter.
En referencia a esto último, y volviendo a la analogía que Herzog planteaba al principio, en el Allianz los asientos están directamente adyacentes al campo, y cada uno de los tres niveles, aunque separados en altura, está lo más cerca posible del césped. Además, la inclinación de las gradas, que aumenta de abajo hacia arriba, crea una densidad espacial adicional.
“A menudo lo comparo con un teatro de Shakespeare, que desencadena una interacción muy intensa entre los actores y el público”, confirma Herzog: desde el principio del proyecto, era consciente de la importancia de que el estadio realce el encuentro entre el intérprete y el espectador. Y como en el Globe Theatre, el público se sienta justo al lado de donde se desarrolla la acción.

Exteriores del Allianz Arena.
Noticia relacionada
Ignacio Morente, arquitecto: «El nuevo Camp Nou quedará obsoleto en pocos años»
Un buen ejemplo de integración urbana
Uno de los primeros elementos que llaman la atención sobre el Allianz es su fachada, compuesta por amplios paneles inflables de ETF con forma de diamante. Cada uno de ellos puede iluminarse de manera independiente en blanco, rojo o azul claro, los colores del equipo.
Sin embargo, muchos arquitectos han destacado que la gran valía del proyecto reside en su integración con el tejido urbano, algo que Herzog también rescata: “No solo se diseña el edificio en sí, sino también su enfoque”. Antes, los estadios estaban integrados en el vecindario, como parte de la vida cotidiana, casi como capillas locales. En el caso del Allianz Arena, sin embargo, al gozar de una ubicación periurbana muy abierta (entre el aeropuerto y la ciudad), se concibió como un objeto ligero y aireado, una especie de linterna en el paisaje.
Nada se dejó al detalle: incluso la llegada de los aficionados al estadio se estudió al milímetro. “Coreografiamos el enfoque, creando un paisaje de caminos serpenteantes que permiten a las personas elegir diferentes rutas hacia el estadio”, comenta Herzog, “El flujo de personas es como una procesión religiosa; tiene una cualidad ceremonial”.