El mundo financiero avanza a tres velocidades. La Reserva Federal (Fed) empieza a suavizar el paso tras un ciclo largo de endurecimiento, el Banco Central Europeo (BCE) prefiere observar antes de moverse y el Banco de Japón (BoJ) mantiene su política expansiva a pesar de una inflación que ya supera el objetivo.
Julius Baer resume este contraste como el final de una era de sincronía monetaria y el comienzo de un ciclo más fragmentado, donde las decisiones de cada banco central vuelven a marcar diferencias y reordenan las oportunidades para los inversores.
Esa desincronización no solo separa a los bancos centrales, también refleja un cambio de fondo en la forma en que las economías crecen y se financian. Thomas Friedberger, de Tikehau Capital, apunta que los gobiernos han vuelto a ocupar un lugar central en la política económica con programas industriales que movilizan cantidades masivas de inversión pública y privada. «El coste de la deuda se acerca ya al gasto en defensa en Estados Unidos», advierte, un síntoma de la magnitud del cambio. El resultado es un aumento histórico de la deuda en los principales países desarrollados y una divergencia cada vez más visible entre bloques.
Mientras Estados Unidos lidia con un coste de financiación que roza ya el gasto en defensa, Europa combina estímulo fiscal y estabilidad monetaria, una mezcla que fortalece su capacidad inversora y amortigua la desaceleración. Japón, por su parte, sigue estimulando la demanda interna mientras empieza a normalizar su curva de tipos. En conjunto, estos tres ritmos definen un ciclo global más irregular y a la vez más fértil en oportunidades de inversión.
El nuevo mapa bursátil que dibuja la divergencia monetaria
Esa dispersión empieza a sentirse con fuerza en la renta variable. Lale Akoner, analista de eToro, señala que el nuevo entorno monetario está reconfigurando los liderazgos regionales y sectoriales. En Estados Unidos, la expectativa de una Fed más flexible favorece a las grandes compañías con balances saneados y alto contenido tecnológico. «Los sectores de tecnología, comunicación e infraestructuras ligadas a la inteligencia artificial son los principales beneficiarios», apunta.
Sin embargo, la concentración del mercado preocupa a los gestores: siete valores explican más de la mitad de la capitalización del S&P 500. Si los recortes de tipos obedecen a un enfriamiento de la economía, el liderazgo podría volver a estrecharse en torno a ese reducido grupo.
Mientras tanto, Europa ofrece un equilibrio distinto. Las condiciones financieras siguen siendo más favorables que al otro lado del Atlántico y eso da aire a las empresas ligadas al ciclo doméstico. Akoner destaca el buen posicionamiento de los bancos y las aseguradoras, beneficiados por una curva aún inclinada y tipos reales positivos. El BCE mantiene la facilidad de depósito en el 2%, lo que conserva márgenes para el sector financiero sin ahogar el crédito”. También subraya el atractivo de las exportadoras industriales y de las marcas de lujo, que encuentran estabilidad en un euro en torno a 1,08 dólares.
Al mismo tiempo, los sectores defensivos, salud, consumo básico y servicios públicos continúan ofreciendo rentabilidades sostenibles, con dividendos medios del 4% y valoraciones un 20% inferiores a las de sus equivalentes estadounidenses. “Esta diferencia de ingresos y valoraciones da razones para reconsiderar la renta variable europea”, afirma.
Friedberger coincide en que el dominio bursátil americano afronta un examen de madurez. El S&P 500 mantiene una prima de valoración notable, con una relación de precio-beneficios de 22 veces y una rentabilidad sobre recursos propios que duplica la media global. Esa ventaja se apoya en márgenes operativos elevados y en el liderazgo tecnológico, pero el contexto empieza a cambiar. En su opinión, «las tensiones comerciales, las restricciones a la exportación de chips y el cuestionamiento del dólar como moneda de reserva introducen nuevas fuentes de volatilidad».
Entre los que podrían capitalizar el cambio de fase, Friedberger menciona la transición energética, la defensa y la ciberseguridad. Europa está canalizando capital hacia esos ámbitos con un enfoque de soberanía industrial que combina financiación pública y privada. Solo en 2025, los programas europeos de transición ecológica y digital superan los 250.000 millones de euros, una cifra que refleja el esfuerzo por construir una base de crecimiento propia. Esa inversión puede permitirle reducir la brecha de rentabilidad frente a Estados Unidos y atraer flujos hacia una bolsa que durante años ha sido infravalorada.
En Asia, la historia se escribe en otra clave. Japón inicia una lenta normalización tras décadas de tipos negativos. El ajuste hacia un tipo oficial cercano al 0,5% ha transformado las expectativas. Los bancos y las casas de bolsa mejoran márgenes, el consumo se reactiva gracias al aumento de salarios y la renta variable local gana visibilidad en las carteras internacionales. El Nikkei se ha revalorizado más de un 26% en lo que va de año, impulsado por las reformas de gobernanza corporativa y la mejora de los beneficios empresariales. Sin embargo, la apreciación intermitente del yen sigue introduciendo volatilidad y exige una gestión activa del riesgo de divisa.
Bonos a prueba tras el final del ciclo de recortes
Ignacio Díez Rodríguez, responsable de Renta Fija en Santalucía AM, considera que el ciclo de bajadas de tipos está cerca de su final. «En Europa no esperamos más recortes desde el 2% actual, mientras en Estados Unidos aún podría quedar margen para situar el tipo entre el 3% y el 3,5%», explica. Los bonos del Tesoro a dos años, que cotizan en torno al 4,4%, reflejan esa expectativa de recortes limitados. Los tramos cortos y medios son los más sensibles, ya que descuentan más movimientos de los que probablemente llegarán.
En este contexto, la rentabilidad de la renta fija depende más del carry que de los movimientos de los bancos centrales. «Vemos más valor en los tramos intermedios de la curva, entre cuatro y cinco años», apunta Díez Rodríguez, porque ofrecen el mejor equilibrio entre riesgo y retorno con rendimientos reales todavía por encima de la inflación prevista.
Por otro lado, la deuda corporativa sigue mostrando una fortaleza notable, sostenida por la demanda de fondos de crédito y por un entorno de baja aversión al riesgo. En Europa, la estabilidad monetaria puede prolongar este ciclo, mientras que en los mercados denominados en dólares, incluidos los emergentes, la volatilidad continuará siendo un factor determinante.
Como vemos, el nuevo ciclo no tiene una dirección única. Es un mosaico de velocidades donde las oportunidades ya no se reparten de forma uniforme. La divergencia monetaria se convierte en el rasgo definitorio de una etapa que exige flexibilidad, análisis y una visión global para interpretar los compases de un mercado que vuelve a moverse con ritmo propio.