ExposicionesPor María de la Peña Fernández-Nespral

En los años 60, Marisol Escobar era más famosa que el propio Warhol. La exposición Warhol, Pollock y otros espacios americanos cuenta con un sorprendente cuadro suyo en mitad de la vorágine de estos dos hombres artistas. Esta es la historia de la vida y obra de esta fantástica artista
La exposición del Museo Thyssen abierta hasta el 25 enero Warhol, Pollock y otros espacios americanos, cuenta con varias obras que no son de ninguno de los dos artistas estadounidenses y es que su comisaria, Estrella de Diego, ha incluido a siete mujeres artistas de la generación de los dos grandes prototipos del sueño artístico americano de la segunda mitad del siglo XX.
La creadora más conocida probablemente fuera Lee Krasner, la mujer de Pollock, que vivió a la sombra de su marido durante décadas antes de que su trabajo fuera tomado en serio. Pero hay otro ejemplo notorio: el de Marisol Escobar (París, 1930- Nueva York, 2016), o Marisol a secas, como quiso darse a conocer. Artista de origen venezolano pero criada en París que en los años 60 era más famosa que el propio Warhol, que fue portada de Vogue y de Harper’s Bazaar, que en 1968 representó el pabellón de Venezuela en la Bienal de Venecia y que fue de las pocas mujeres que participó en la Documenta de Kassel.
En el segundo apartado de la exposición del Thyssen, Rastros y vestigios, sorprende un dibujo a crayones junto a la obra de otras artistas mujeres ‘olvidadas’ del expresionismo abstracto y que llama la atención porque no se parece a ninguna otra pieza de la exposición. Un dibujo entre figurativo y abstracto, un tanto naif por los colores y la ejecución, con siluetas irreconocibles de animales y humanos. Un dibujo con collage que proviene del Moma fechado en 1960 y que se muestra en la exposición como una declaración de intenciones, para que el público sepa o recuerde que Marisol fue una figura imprescindible en el despertar de Warhol. La llamaban “la reina del arte pop”.
Paris Review, 1967, Marisol. Foto: Perez Art Museum Miami
Paris Review, 1967, Marisol. Foto: Perez Art Museum Miami
Women’s Equality, 1975, Marisol, Styria Studio, Lorillard Company, Corcoran Collection (Gift of Lorillard Tobacco Company)
Andy, Marisol, 1962–63, Guggenheim Abu Dhabi, Image Credit: © Acquavella LLC 1962-63, © 2021 Estate of Marisol/Artists Rights Society (ARS), New York
Baby Girl, 1963, Marisol © Estate of Marisol/ARS
Catalpa Maiden About to Touch Herself, Marisol, 1973
Shoe and Hand, Marisol, 1964
Women and Dog, Marisol, 1963–1964
“Es una historia bastante increíble porque cuando Warhol fue a Nueva York, Marisol era mucho más famosa que él. Era ya una artista muy dotada y consagrada”, afirma Patrick Moore, ex director del Museo de Andy Warhol de Pittsburgh. El mundo del arte unió a Marisol y a Warhol. Al parecer se conocieron a través de galerías de arte que exponían a artistas pop, como Sidney Janis Gallery en Nueva York. Marisol era guapa, especialmente estilosa y glamurosa. De una buena familia de origen venezolano, vivió su niñez entre Francia, Venezuela y Estados Unidos, y se educó en las mejores instituciones de arte en París y Nueva York. En cambio, la familia de Warhol era humilde y “nada sofisticada, los clásicos inmigrantes pobres en Estados Unidos”.
Según Patrick Moore, Marisol, realmente tenía todo lo que Warhol quería ser. “Andy era simplemente un artista gay de Pittsburgh”, prosigue el experto en la obra del americano. Pero, con el tiempo, Warhol empezó a ser cada vez más famoso y Marisol paulatinamente abandonando el mundo del arte. Muchos han afirmado que Marisol ayudó a que Warhol creara su imagen pública. Los dos eran dos personas silenciosas, misteriosas. Marisol, en parte, porque su madre se suicidó cuando ella tenía sólo 11 años. Se escondía siempre detrás de unas gafas de sol y le costaba responder a las preguntas de la prensa a pesar de su notoriedad. “Resultaba difícil conocerla. Al igual que Andy, desarrollaron un aura de misterio a su alrededor”, explica Moore.
La obra de Marisol tomó ese camino igual de silencioso y melancólico. Cuesta creer que una mujer hiciera esas gigantescas esculturas en madera y yeso, un tanto brutalistas. Eligió trabajar con las manos ella misma, algo que tradicionalmente estaba reservado al hombre. Moore pone el ejemplo de una escultura en la que Marisol está cenando con ella misma. Las dos Marisoles cenando en una mesa. “No son esculturas felices”, puntualiza. Al hablar de mujeres esculturas, en concreto artistas que trabajaron con grandes formatos, es inevitable nombrar a Feliza Bursztyn, la artista colombiana que hacía esculturas con chatarra y que brillantemente ha sacado a la luz el escritor Juan Gabriel Vásquez en su último libro Los nombres de Feliza de la editorial Alfaguara. O también, la escultora y pintora alemana Clara Westhoff que se casó en 1901 con el poeta Rainer Maria Rilke. ¿Alguien se acuerda de ellas?

Laura Vallés Vílchez ha rescatado muy oportunamente la obra en papel de Marisol y es la comisaria de su primera retrospectiva que tendrá lugar en el Centro Botín en mayo de 2026. Cuenta desde el Royal College of Art de Londres, donde trabaja, que se quedó fascinada al toparse con algunos de los dibujos de Marisol mientras investigaba en la biblioteca de su universidad. Se puso a bucear en el legado que dejó al morir, en el museo AKG Buffalo de Nueva York, en agradecimiento por haber adquirido su primera obra y por el apoyo continuo que recibió. De hecho, este museo organizó el año pasado la mayor retrospectiva de la artista. Laura Vallés enseguida se dio cuenta de que había que poner en valor el trabajo en papel de Marisol pues el dibujo había quedado relegado a un segundo plano frente a sus conocidas esculturas. “Me interesó mucho una pequeña anécdota que da título a la exposición: ‘When things are just beginning’. Es una cita de Leo Castelli, el famoso y pionero galerista de Nueva York donde Marisol expuso dos veces en el primer año de su apertura, a finales de 1957. No supo cómo gestionar la fama que tuvo prácticamente inmediata y decidió marcharse a Europa. Leo Castelli, le echó en cara entonces desaparecer cuando todo acababa de comenzar”, relata la comisaria.
Esa huida o deserción de Marisol es la que marca la narrativa de la exposición del año que viene. El dibujo fue la constante en toda su vida, por encima de la escultura. En sus dibujos reflexiona sobre la idea de familia, de reproducción. Hay una referencia directa a Goya, a Miró y a Picasso. Durante sus años formativos, en los 50, se va a Nueva York y estudia con el artista Hans Hofmann y de ahí la influencia del color en su obra. A partir de los 60 es cuando da el salto hacia un estilo pop más reconocible.

Pero llegó el malestar de la Guerra Fría, mayo del 68 y los conflictos políticos, y Marisol se marchó para estar en sintonía con la naturaleza. Se fue a aprender a bucear a Tahití, hizo películas acuáticas y mucha obra sobre papel: acuarelas, pasteles y paisajes de diferentes lugares. “Después de ese momento pop, de difícil clasificación, también en su dibujo, que incluye muchos dibujos de manos, mucha reflexión sobre el retrato y el autorretrato, se refugia en lo que hoy llamaríamos el eco feminismo. Empieza a representar peces de diferente índole donde les pone su cara en la parte frontal, haciendo referencias a misiles, y conflictos militarizados del momento”, explica la comisaria de la muestra. En 1973, a su regreso a EEUU, presentó por primera vez su trabajo relacionado con la naturaleza y el paisaje en la Sidney Janis Gallery, recibiendo críticas poco favorables.
En 1975 expuso de nuevo en la galería Sidney Janis dibujos muy sexuales, eróticos, con una oscuridad más radical. Pero la constante en su obra siguió siendo el dibujo de colores influenciada por la obra Hofmann. En esa década también experimentó con diferentes formas de estampación. En 1993, tras morir su galerista Sidney Janis, se incorporó a Marlborough.
Echar la vista atrás y recuperar figuras como Marisol, tan poco conocidas, parece una obligación. Es una deuda que se tiene con ella. No caer en encasillarla asociándola a Warhol pues se merece el lugar que le corresponde. Marisol enfermó de alzhéimer alrededor de 2006 y murió de neumonía en 2016. Pero siguió dibujando hasta el final pues se han encontrado dibujos fechados en 2015.
Con Maruja Mallo se ha hecho justicia en la magnífica exposición del Reina Sofía. Deberíamos de pedir a gritos que se siguieran resucitando figuras borradas de la historia para que ocuparan su merecida habitación propia en el siglo XXI.