Gustavo Petro dobla su apuesta diplomática por diversificar los socios de Colombia con la IV cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la Unión Europea de este domingo. Su Gobierno lleva meses preparando la cita en el “corazón del mundo”, como suele referirse el presidente al puerto de Santa Marta y a la Sierra Nevada colindante, por su significado espiritual para los indígenas kogui. “Volveremos a encontrarnos para abrazarnos y darnos la mano entre civilizaciones en una unión que nos lleve a convertirnos en el faro democrático que guíe al mundo hacia una economía descarbonizada y protectora de nuestro futuro común”, escribía este viernes en sus redes sociales, en una última convocatoria. Aún se mantiene algo de incertidumbre sobre cuantos jefes de Estado atiendan a su llamado en un momento tormentoso.
La reunión congrega a los 27 países de la Unión Europea y a los 33 de América Latina y el Caribe. Se espera a una docena de líderes, de los 60 que suman ambos bloques. A pesar de la sensible ausencia de la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, estarán en la ciudad caribeña el presidente del Consejo Europeo, Rodrigo Costa; el jefe de Gobierno español, Pedro Sánchez; el primer ministro de Portugal, Luis Montenegro; y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, entre otros. La presencia del uruguayo Yamandú Orsi seguía en vilo hasta el último minuto.
La agenda incluye temas tan diversos como la transición energética y digital, el cambio climático, la seguridad o la migración. “Un bloque de 60 países no debe dejar pasar esta oportunidad para avanzar en temas que los conectan y benefician, y allí es donde hay que sacar provecho. Antes que atizar las diferencias, hay que hacer causa común en aquello que beneficia a todos”, apuntaba el editorial del periódico El Tiempo, que invocaba el pragmatismo político. “Colombia debería aprovechar este excepcional escenario para atemperar su discurso y estrechar relaciones con un continente que también quiere y necesita acercarse a América Latina en el marco del nuevo orden global que se perfila”.
Más allá de la acostumbrada grandilocuencia de Petro, la cumbre se celebra en medio de las tensiones que producen en toda la región los bombardeos de la Administración de Donald Trump contra supuestas narcolanchas en el Caribe y –en menor medida– el Pacífico. En vísperas del encuentro, tres personas murieron este jueves en una nueva operación del ejército estadounidense contra un bote en aguas caribeñas. Con esta, ya son 18 las embarcaciones hundidas en apenas dos meses de ataques extrajudiciales, que se han cobrado la vida de al menos 69 civiles.
Aunque ese despliegue naval estaba dirigido originalmente contra los carteles narcotraficantes venezolanos, en lo que se interpretaba como un mecanismo de presión sobre el régimen de Nicolás Maduro, al menos cuatro de los ataques han tenido una relación directa con Colombia, lo que enrarece el ambiente que rodea a la cumbre.
El presidente Petro, uno de los críticos más vocales de esas operaciones, sospecha que entre los muertos hay varios colombianos. También ha denunciado que al menos uno de los bombardeos del Caribe ocurrió “presumiblemente” en aguas colombianas. Se refiere al que mató a un “humilde pescador”, oriundo precisamente de Santa Marta. Las autoridades estadounidenses han dicho que otro de los ataques, el primero en el Pacífico, ocurrió “frente a las costas colombianas”, sin demasiados detalles. Además, uno de los pocos sobrevivientes es colombiano y otro de los bombardeos estaba dirigido contra una embarcación relacionada por Washington con la guerrilla del ELN –que ha negado ese vínculo–.
Uno de los asistentes de más alto perfil que se esperan en Santa Marta se refirió al elefante en la habitación. La cumbre Celac-UE “solo tiene sentido” si se discute “esta cuestión de los buques de guerra estadounidenses en los mares de América Latina”, apuntó Lula cuando confirmó su presencia. Los líderes europeos, por contraste, no se muestran tan ansiosos por abordar ese espinoso tema, tan ajeno a las relaciones comerciales o la cooperación entre los dos bloques.
Otra serie de factores han ensombrecido el encuentro. A la guerra en Ucrania por cuenta de la invasión rusa –que no ha recibido una condena unánime en América Latina–, las disputas comerciales y la creciente presencia de China en la región, se suman las recientes sanciones del Tesoro estadounidense contra Petro, al que la Casa Blanca vincula sin pruebas con el narcotráfico.
A pesar de ese telón de fondo, las expectativas se mantienen altas en el país anfitrión. “Nunca antes en Colombia habíamos podido tener dos regiones juntas, al margen del nivel de los líderes que asistan”, apunta Mauricio Jaramillo Jassir, el viceministro de Asuntos Multilaterales de Colombia. Destaca que en este momento, cuando hay una ofensiva contra el multilateralismo y el derecho internacional, son las dos regiones del mundo que tienen más democracias. “Tenemos una compatibilidad de intereses y valores”, subraya. Esta es la segunda cumbre más importante de la que Colombia ha sido sede, asegura, solo comparable con la de Países No Alineados de 1995, en Cartagena.
La cumbre de Países No Alineados, que se asemeja a lo que hoy se entiende como el sur global, ocurrió justamente en el mandato de otro presidente colombiano enemistado con la Casa Blanca: Ernesto Samper (1994-1998). En su periodo, Bogotá sufrió por primera ocasión la temida descertificación en la lucha antinarcóticos, un castigo que ahora se repite con Petro. A ambos también les revocaron sus visas. A pesar de ese estigma, Samper después trabajó por la integración latinoamericana desde Unasur o el Grupo de Puebla.
“Este momento es oportuno porque tanto Europa como América Latina estamos viviendo la misma crisis, una de desorden, de desorientación”, apunta Samper en diálogo con EL PAÍS. “Para América Latina es muy importante el papel que puede jugar Europa. Nosotros tenemos que replantear la agenda con Estados Unidos, es demasiado hegemónica para lo que son nuestras necesidades de integración”, asegura. “Cuando pase este huracán, vamos a tener la posibilidad de encontrar nuevos esquemas globales de convivencia, de reconocer que hay otros polos que pueden de servir de equilibrio. Necesitamos que el mundo cambie, pero que cambie a las buenas y no a las malas”.