Llegar a ser inmortales es el sueño de muchos y si no, que se lo pregunten a Putin y a Xi Jinping, a los que un micrófono abierto les pilló hace un par de meses en Pekín conversando sobre los trasplantes de órganos como medio para prolongar la vida. Esa anécdota entre los presidentes de Rusia y China y ese anhelo, cada vez más extendido, de vivir para siempre y eternamente jóvenes salió a colación en la didáctica y amena conferencia que ofreció ayer en el Recinto Ferial de Ibiza Pedro Abizanda Soler, jefe de Geriatría del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. Pero no se lleven a engaño, aunque el médico geriatra dio más de una receta para vivir más y mejor, la inmortalidad no era el tema de la ponencia con la que arrancó la última jornada del XI Congreso Nacional de Alzheimer Ceafa y el XV Congreso Iberoamericano de Alzheimer. Como apuntó nada más empezar la secretaria técnica de Ceafa, Paula González, encargada de presentarlo, de lo que vino a hablar este profesor e investigador de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) es de «cómo entendemos y vivimos el envejecimiento, cómo los prejuicios de la edad afectan a las personas mayores y a la sociedad y cómo todo ello influye en la detección temprana del azhéimer».

Generalmente envejecimiento, edadismo y diagnóstico precoz se abordan de forma separada, pero analizarlos conjuntamente, como hizo este sábado Abizanda, conduce a abrir «nuevas oportunidades en la prevención y en la atención» de las personas que conviven con esta enfermedad. Es lo que él llamó «la tríada posibilista».

Antes de conectar los tres conceptos y de llegar a las conclusiones, alguna entre interrogantes, el también director científico de Ciberfes (Centro de Investigación Biomédica en Red Fragilidad y Envejecimiento Saludable) se aproximó a ellos por separado, apoyándose en ejemplos y gráficos muy ilustrativos.

De la superabuela catalana a la medusa inmortal

Del envejecimiento, como experto en la materia, habló largo y tendido. El ejemplo de María Branyas, la mujer más longeva de España y, durante un tiempo, también del mundo, que falleció en 2024 a los 117 años, le dio pie a la primera reflexión: «La edad es el principal factor de riesgo de todas las enfermedades crónicas de los próximos años».

La superabuela gerundense no fue la única centenaria que mencionó, también citó a Jeanne Calment, que vivió de 1875 a 1997, es decir, la friolera de 122 años. Esa sería, apuntó, «la máxima expectativa de vida de la raza humana» porque, que se sepa, nadie ha llegado a superar la edad de esta mujer francesa.

Eso sí, hay unos cuantos seres vivos en el planeta que nos superan de largo y Abizanda puso algunos ejemplos: el tiburón de Groenlandia, que puede llegar a los 400 años; la esponja de mar Monorhaphis chuni, que puede alcanzar los 11.000 años; y la medusa Turritopsis, de la que se dice que es inmortal.

El ponente Pedro Abizanda Soler.

El ponente Pedro Abizanda Soler. / JA RIERA

Como apuntó Abizanda, cada vez hay más científicos que no ven descabellada la posibilidad de superar con creces el siglo de vida y llegar, por ejemplo, hasta los 140 años, la edad que apuntan el biólogo Aubrey de Grey y «la científica de los telómeros, María Blasco».

Persiguiendo ese sueño, quién sabe si inalcanzable o posible, hay unos cuantos empresarios multimillonarios, como Jeff Bezos y Larry Ellison, que han empezado a invertir mucho dinero para investigar sobre envejecimiento con los mejores científicos. ¿Que quizás dentro de unos años se hace un descubrimiento que nos permite llegar a los 140 años? Eso está por ver, como dijo el investigador.

La clave para alargar la expectativa de vida podría estar, apuntó, «en buscar tratamientos que modulen o retrasen la manera que tenemos de envejecer», que es lo que persigue la gerociencia. «Los expertos en esta disciplina sostienen que si consiguiéramos retrasar o modular la forma que tenemos de envejecer , la expectativa humana de vida se podría alargar hasta los 30 años», señaló.

Pero a día de hoy, explicó Abizanda, solo hay cuatro vías para conseguir vivir más: «Tratar la enfermedad crónica, manejar la biología del envejecimiento, luchar contra la fragilidad y modular el exposoma», que son todos aquellos factores no genéticos a los que un individuo está expuesto a lo largo de su vida, desde el aire hasta las radiaciones.

La detección precoz, el edadismo y el covid

La cuestión, añadió, no es tanto alargar la vida como tener una vejez saludable y para descubrir cómo conseguirlo es esencial «la investigación». En España hay «grandes» científicos, entre los que citó a «Rafael de Cabo, Ana María Cuervo o Carlos López Otín», gracias a los que se sabe que hábitos como hacer ejercicio regularmente o evitar comer mucho son esenciales, no para vivir más, pero sí mejor.

Como hizo notar el profesor e investigador, llama la atención que los consejos que se dan para lograr un envejecimiento saludable valen también para conseguir una buena salud cerebral y prevenir demencias como el alzhéimer: «Hacer una dieta saludable, practicar ejercicio, controlar los factores de riesgo cardiovascular, mantener la mente activa y hacer vida social». También es significativo que «todos los factores de riesgo de la enfermedad de Alzheimer de inicio tardío estén compartidos con el envejecimiento». Estas y otras evidencias expuestas han llevado a Abizanda a pensar que, «a lo mejor, las enfermedades neurodegenerativas de inicio a edades avanzadas son envejecimiento». Esa reflexión, en forma de interrogante fue una de las conclusiones de su ponencia.

El ponente muestra en la pantalla los consejos para prevenir el alzhéimer.

El ponente muestra en la pantalla los consejos para prevenir el alzhéimer. / J.A. Riera

El segundo apartado de su disertación lo abrió también con una pregunta: «¿Merece la pena hacer detección precoz de alzhéimer en personas de edad avanzada?». La respuesta la dio al final, después de hablar de edadismo, es decir, de «la discriminación a causa de la edad», que se traduce en «estereotipos, prejuicios y actos discriminatorios hacia la gente mayor». «Hubo edadismo durante el covid en los tratamientos y en el manejo, es el ejemplo claro y fehaciente de que ante una persona mayor no tomamos las mismas decisiones que ante una joven», afirmó con rotundidad. También denunció «el doble estigma» que sufren los ancianos con alzhéimer y aseguró que «el 80% de la población es edadista». «El envejecimiento, el edadismo y la no detección precoz del alzhéimer van de la mano demasiadas veces», lamentó.

Tras estas observaciones, el experto abogó por «aumentar la concienciación y el reconocimiento de la discriminación por la edad en entornos relacionados con la salud junto a una adecuada valoración geriátrica, que es fundamental para que los mayores puedan acceder a un sistema de atención médica óptimo que mejore su salud en lugar de perjudicarla». Asimismo, respondiendo a la pregunta que había hecho previamente, dejó muy claro que «la edad no debería ser una limitación para hacer un diagnóstico precoz, iniciar un tratamiento o participar en ensayos clínicos si la valoración geriátrica encuentra beneficios». Esta fue una de las últimas conclusiones de la ponencia de Abizanda, que dejó al público con ganas de saber más y de apuntarse corriendo al gimnasio.

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