Los 24 años suelen ser una edad en la que un baloncestista tiene ya claro un camino profesional al que, en condiciones normales, le quedan … muchos capítulos. Pocos meses después de haber cruzado esa misma línea vital, a Daniel Bordignon (Toledo, Brasil, 1996) le tocó tomar la dura decisión de dejar el baloncesto. Fue un paso traumático con mucho de amarga resignación para un integrante de la cantera azulgrana que, como otros muchos, había llegado a la capital alavesa con 14 años con el sueño de asentarse algún día en el primer equipo del Baskonia. Aquel anhelo quedó sepultado en mayo de 2020, cuando anunció su retirada. Lo hacía después de cuatro operaciones entre espalda y ambas rodillas en el intervalo de tres años. El cuerpo ya no podía vaciarse «al cien por cien», ese límite de exigencia innegociable aprendido en la dura fragua baskonista.

Los problemas derivados de la articulación izquierda fueron los que terminaron de ‘matar’ la carrera de Bordignon. «Por suerte o por desgracia, lo vi venir», rememora. Cerca de cumplir los treinta, el excanterano de origen brasileño ha sabido rehacer su vida sin dejar la ‘jungla’ del baloncesto. Su carrera quedó truncada, pero ahora ayuda a construir otras trayectorias profesionales como representante de jugadores. Bordignon forma parte de la agencia Xpheres, liderada por el prestigioso representante vitoriano Igor Crespo. Es la firma que este verano ha negociado el contrato más importante en el baloncesto europeo, el de Vasilije Micic con el Hapoel Tel Aviv o que asesora a figuras destacadas como Nikola Mirotic, Juancho Hernangómez o Tyson Pérez, entre otros. «Igor era mi agente cuando aún era jugador y fue el que me propuso tomar este camino. Siempre ha estado a mi lado, sobre todo en los malos momentos», agradece Bordignon.

El negocio del baloncesto

«Siembras para no tener éxito la mayoría de las veces. La cima es muy pequeña y pocos llegan»

Poco tiene el brasileño afincado en Vitoria de ‘tiburón’, ese rasgo que se les suele atribuir a los de su gremio. Nada dado a vender humo, tiene presente a la hora de ejercer de consejero la dura experiencia de ver cómo los problemas físicos cercenan una carrera. «En este negocio, siembras para, en la mayoría de las veces, no tener éxito. La cima de la pirámide es muy pequeña y pocos llegan a ella.

Como agente, debes entender al jugador, saber en qué momento vital está y darle una visión en frío de su posición», argumenta. Desde su perspectiva, existe «un desierto» que se abre cuando termina la etapa júnior «hasta que te conviertes en un profesional de verdad». «Pocos están preparados para ese salto. A un joven le diría que trabaje hasta rozar la obsesión. Antes de culpar al entrenador, al club o al entorno, que se mire a sí mismo», recomienda.

El brsasileño juega al billar con Van Oostrum y Diop en una concentración baskonista en 2013.

El brsasileño juega al billar con Van Oostrum y Diop en una concentración baskonista en 2013.

Ahora, en la progresión de los jugadores más prometedores se cruza una Liga universitaria estadounidense capaz de ofrecer contratos en competencia directa con el baloncesto europeo. «La realidad es que la NCAA maneja cantidades de dinero que pueden solucionar la vida de muchos jugadores. No sólo te ofrecen un proyecto deportivo. Es un plan de vida», analiza el exazulgrana.   

La agencia de representación en la que se abre camino Bordignon tiene su sede en Vitoria, pero la vida del agente tiene mucho de nómada. Más de un cuarto de los días del año estoy de viaje o metido en un avión», calcula Bordignon. Atrás quedan las innumerables horas invertidas en entrenar, el encadenamiento continuo de cesiones a otros equipos o las lesiones que suponían un frenazo en su intento por abrirse paso en la cantera baskonista. De aquella época, hay quizás el regusto amargo por no haber podido debutar con el primer equipo baskonista, pero también persisten unos lazos personales irrompibles.

«Cuando te retiras, siempre te apoyas en la familia, pero ellos estaban lejos. Aquí me ayudaron mucho compañeros como Rinalds (Malmanis), Tadas (Sedekerskis) Mamadou e Ilimane (Diop), Carlos (Martínez) o Devon (Van Oostrum). Todos nos cuidábamos unos a otros y nos ayudábamos. Si uno estaba más bajo, el resto tiraba de él hacia arriba». Aquella fraternidad de ‘cachorros’ baskonistas también contaba con dos mentores de los que Bordignon se acuerda con especial cariño por su ánimo en el momento de decir adiós al baloncesto. «Iñaki Iriarte y Juan Pedro Cazorla han estado siempre ahí», reconoce.