Marlen Reusser habla lento, piensa cada frase y no duda al trazar una línea roja que, para ella, es innegociable. La suiza, referente absoluto del pelotón femenino y flamante campeona del mundo contrarreloj en 2025, ha vuelto a posicionarse con claridad en un asunto que nunca deja de atravesar al ciclismo: el dopaje. Lo ha hecho sin rodeos, con la naturalidad de quien sabe exactamente qué busca en este deporte.
“Nunca lo he considerado. No lo necesito”, reconoció en una conversación emitida por SRF Kultur Sternstunden. Lo dijo sin dramatismos ni tono solemne, simplemente como una convicción profunda. Para Reusser, la esencia de competir está en lo que siente mientras lo hace. “Si ganara sabiendo que he hecho trampas, no habría alegría. Una gran parte de lo que amo del ciclismo desaparecería”.
Su reflexión aparece en pleno debate sobre los llamados ‘Juegos mejorados’, ese proyecto previsto para 2026 que plantearía competiciones sin restricciones sobre sustancias que aumentan el rendimiento. Reusser se muestra tajante: “Me alegro de que el dopaje esté prohibido. Es peligroso, puede costarte la salud o algo peor. Prefiero un deporte limpio, donde no tengamos que asumir esos riesgos para estar a la altura”.
La ciclista reconoce que la exigencia ya es enorme con lo que está permitido. El entrenamiento en altitud, por ejemplo, es prácticamente obligatorio. Ella misma utiliza tienda de simulación en su propia casa. “Paso semanas dentro. El oxígeno es menor y el cuerpo se adapta. Todo el mundo lo hace. A veces pienso que, si todos nos pusiéramos de acuerdo para dejarlo, podríamos vivir más normal. Sería maravilloso”, admite.
“Si el dopaje se legalizara y todos empezaran a hacerlo»
Su preocupación, en realidad, no es solo sanitaria. Es ética y también colectiva: “Si el dopaje se legalizara y todos empezaran a hacerlo, yo tendría que hacerlo también para competir. Y no quiero vivir así”.
Reusser no es ingenua respecto a los riesgos del ciclismo. Sabe que en cada descenso se juega más de lo que se dice. Pero para ella hay una diferencia crucial: una cosa es aceptar el peligro inherente a la competición; otra es forzarlo artificialmente. “Los ‘Juegos mejorados’ pueden sonar como un experimento interesante, pero, para mí, abren una puerta demasiado peligrosa”.