Yerai Cortés (Alicante, 1995) no vive muy lejos del Teatro Real, como si el destino le hubiera traído cerca del histórico edificio que, desde 1850, acoge a las principales figuras mundiales de la ópera y la música clásica. El guitarrista flamenco lo veía en … sus paseos por el barrio, imponente, cuando llegó a la capital siendo un adolescente para abrirse paso en los tablaos. «La verdad es que es increíble», comenta ahora mientras observa el Madrid de los Austrias bajo sus pies, desde la ventana de una de sus salas de ensayo, en la sexta planta.

«Hace dos años, antes de que se estrenara el documental de C. Tangana, iba paseando cerca de aquí con Laurène, mi agente. Estábamos hablando de una gira que me estaba organizando por sitios muy dispares, desde teatros y recitales flamencos a festivales de músicas del mundo y electrónica. Yo le decía: ‘Sí, sí, me encanta esa idea’. Seguimos caminando un rato, hasta que me detuve y le solté: ‘Todo eso está muy bien, pero algún día tenemos que venir aquí’. Y señalé el Teatro Real», recuerda.

De la habitación contigua llegan los coros de la ópera ‘Carmen’, cuando Cortés aclara: «A ver, para mí era un sueño, como llegar a la cima, pero se lo dije como una meta a muy largo plazo. Algo que, si llegaba, sería con mucho esfuerzo dentro de ocho, diez o más años». Sin embargo, se ha cumplido mucho antes de lo que esperaba, pues este domingo se presenta en el Teatro Real con su espectáculo ‘Guitarra Coral’ y todas las entradas vendidas. Un concierto en el que estará acompañado por seis palmeras y cantaoras, en una formación inédita para el flamenco, que también llevará al Palau de la Música, en Barcelona, el 9 de diciembre.

Durante toda la entrevista sobrevuela la idea de que su vida ha volado últimamente, en parte, gracias al éxito de ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, la película que cuenta un secreto familiar de nuestro entrevistado y con la que C. Tangana debutó como cineasta. Obtuvo dos premios Goya: al Mejor Documental y a la Mejor Canción. Cuatro años antes, el tocaor era un desconocido para el gran público. Solo había llamado la atención de los aficionados al ser incluido en la formación de la bailaora Rocío Molina. Tenía solo 25 años, pero sorprendió por su dominio del compás, su espontaneidad y su desparpajo.

—¿Soñaba entonces cómo sería su debut en el Real?

—Sí. Me imaginaba qué tipo de espectáculo montaría. Si tocaría solo o acompañado, si llevaría mucha escenografía o algo minimalista, qué música tocaría, cómo la estructuraría y hasta cómo me sentiría defendiéndolo todo en el escenario. Todas esas ideas se me pasaban por la cabeza y me emocionaba.

—¿Y lo que imaginaba se parece mucho a lo que sucederá mañana?

—Sí, porque hace dos años ya tenía diseñado ‘Guitarra Coral’ e, incluso, lo había presentado en alguna sala con esa estética: los bancos rojos y las cantaoras vestidas de blanco como si fueran esculturas. Todo muy señorial. Yo siempre visto traje y corbata, con un tono serio, y siempre pensé que era apropiado para teatros elegantes e importantes.

—¿Ha cambiado mucho su vida desde que se estrenó el documental?

—Sí. Mucha gente que no escuchaba flamenco me ha conocido a través de la peli y ha empezado a escucharlo. En mis conciertos, de repente, la veo disfrutando de una guitarra sola tocando por soleás, farrucas o tarantas. Eso es increíble, uno de los regalos más bonitos que me ha dado el documental. Profesionalmente, me ha traído ese público variado que nunca pensé que pudiera tener, en el que se mezclan flamencos, gitanos, payos y modernos. Es lo que más me ha impactado.

—¿Y personalmente?

—Fue una terapia familiar, porque ni mis padres ni yo sabíamos dónde nos metíamos. Al contar nuestro secreto, nos enfrentábamos a un riesgo teniendo en cuenta que no somos actores, sino personas exponiéndose con el corazón en la mano. Al final ha fortalecido nuestra relación, confianza y seguridad. Nos sentimos orgullosos y nos hemos perdonado. Es uno de los mayores regalos que me ha dado la vida.

Video.

La actuación de Yerai Cortés en exclusiva para ABC, en el Teatro Real

vÍDEO: dAVID DEL rÍO // FOTO: Guillermo Navarro

—O sea, que sus padres se llevan mejor después del documental…

—¡Sí! Era una historia que me costaba contar, pero el día que lo estrenamos en el Festival de San Sebastián, vinieron los dos después de años sin hablarse y nos pegamos una fiesta increíble. Eso sí que fue un premio: acabamos a las siete de la mañana tocando la guitarra y cantando con mis primos, suegros, cuñadas… Todos juntos disfrutando y compartiendo el momento.

—Siempre se habla de C. Tangana como su padrino, pero usted ya trabajaba en la historia de ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’ antes de conocerle. Habría salido con él o sin él.

—Bueno, yo ya tenía la inquietud de contar visualmente esa historia de mi vida e, incluso, me había acercado a otros directores. No sabía cómo contarla, pero sí que no quería rodar videoclips de mis canciones haciendo playback. Quería incluir a mi familia dentro de las escenas, tanto su imagen como sus voces, pero si no hubiese trabajado con él no habría sido lo mismo. La vida es tan grande que cuando dos personas están predestinadas a encontrarse para hacer algo grande, se encuentran. Eso es lo que yo sentí con él.

—¿Con qué otros directores contactó?

—Hace cinco años ya tenía algunas canciones más o menos terminadas y se las toqué a Benito Zambrano. Fui a su casa y le mostré fotografías increíbles de gitanos en blanco y negro, muy bonitas. Le hablé de mi abuela y hasta le conté que quería que se escucharan ollas y tenedores de una mesa con gente comiendo dentro de unos tangos que había compuesto. Siempre me llamó la atención ese enfoque más cinematográfico.

—El día que Paco de Lucía se convirtió en el primer flamenco que actuó en el Teatro Real, en 1975, estaba muy asustado. No porque estuviera lleno de famosos, sino por los dos o tres guitarristas flamencos que fueron a escucharle. ¿Siente esos nervios?

—Sí, estoy nervioso, nunca he tocado aquí. Intentaré sentirme cómodo, seguro y poder disfrutarlo, pero esas son cosas que no dependen de los ensayos que haga. Da igual que practique todos los días 12 horas, porque si ese día no es, no es. Tiene mucho que ver con otras cosas que no son fáciles de explicar, por eso estoy intrigado ante lo que viene.

—¿Pero los entendidos le abruman?

—Entiendo a Paco de Lucía. Por mucha ‘celebrity’ que venga, con que haya dos que entienden de verdad, los nervios se disparan. De hecho, yo no soy de los se ponen nerviosos cuando viene mucha gente, pero cuando hay flamencos delante, tocó de otra manera, con otro lenguaje, con más respeto y atención. No se trata de cuántos espectadores hay, sino de quiénes son.

—¿Y le preocupa que el foco mediático de este último año se apague?

—No, porque tampoco me preocupó tenerlo, así que no importa si se va.

—Pero esa atención que recibe le abre la posibilidad a conseguir más dinero y espacios para poner en marcha sus proyectos artísticos.

—Sí, eso siempre me ha preocupado, porque siempre he necesitado dinero para hacer cosas. Desde el vídeo que quería hacer hasta comprarme un poco de ropa para salir guapo en la foto. El problema del dinero siempre está ahí, pero creo que la creatividad suele superar esa necesidad económica. A veces, con poco dinero y mucho gusto se pueden hacer cosas muy bonitas, pero es cierto que los vídeos que hemos hecho a raíz del documental no son ‘low cost’, sino alta gama, y si quiero mantener ese nivel, sé que necesitaré recursos. Eso sí me preocupa: no poder hacer creativamente lo que se me ocurre. No obstante, gracias a Dios, ahora tengo el privilegio de que todo lo que pido me lo dan, y ahora lo considero necesario poder desarrollarme creativamente.

Yerai Cortés, en el estudio de cuerda del Teatro Real, durante la entrevista

Yerai Cortés, en el estudio de cuerda del Teatro Real, durante la entrevista

gUILLERMO nAVARRO

—¿Sus padres vienen?

—Sí, y también están flipando. Este último año les he contado tantas cosas seguidas, desde las actuaciones en el Teatro Real y el Palau de la Música hasta las nominaciones a los Grammy, pasando por los premios Goya, que están abrumados. En realidad, todos estamos flipando, porque todo ha sucedido muy rápido.

—¿Ha superado el estigma de ser muy moderno para los flamencos y muy flamenco para los modernos?

—Pienso menos en ello porque lo tengo muy asumido en mi día a día. Antes me comía más la cabeza con eso, pero con la exposición que he recibido por la película, me he dado cuenta de que no puedo controlar a quién le gusto, por mucho que me acicale, me perfume y me ponga guapo. Con esto quiero decir que, en estos dos años, he conocido a mi público, a veces tocando flamenco puro y otras más contemporáneo, sin que nunca haya sido dueño de cómo me miren. Por eso he soltado la pelota y la he dejado en el tejado de la gente, para que sean ellos quienes decidan si quieren acercarse a disfrutar, llorar o reírse conmigo.

—¿Quiere decir que ya no sé para a pensar si lo que hace es más o menos tradicional?

—Exacto. Llevo toda la vida en esto y ya me he ganado el crédito de ser flamenco. Eso nadie me lo pueden quitar, aunque alguien me conozca y me diga ahora que solo soy el guitarrista de moda. Yo todavía me pego unas fiestas muy flamencas y sacar un «¡olé!» en una fiesta llena de gitanos es muy difícil. Eso no se hace en los teatros.

—¿Qué aprendió como guitarrista de C. Tangana en la gira de ‘El Madrileño’ que le sirva para conciertos de la envergadura del Teatro Real?

—A no llevarme mucha gente, porque no veas lo que sufrieron [risas]. Aún así, creo que llevo a más personas de las que puedo manejar… ¡Así vamos como vamos! Pero lo que aprendí de verdad con él va más allá de un foco o una silla. Fue a entregar el alma en lo que haces, a convencer a la gente que tienes enfrente cuando no cree en ti, porque ve tu proyecto demasiado grande, loco o imposible. Esa capacidad y actitud me parecen fundamentales para ser un artista creativo que sueña a lo grande, esa «ambición desmedida».

—¿Cómo será su próximo disco?

—Nace del espectáculo de ‘Guitarra Coral’ y las cantaoras estarán muy presentes. Tendrá siete u ocho canciones con una estética sonora muy distinta. Una propuesta muy diferente a lo que he hecho antes, en el que habrá un bonito equilibrio entre el flamenco puro y moderno. Las letras son muy importantes, porque contarán todo lo que he vivido después de la película, las cosas con las que he tenido que seguir lidiando. No iba a ir por ese camino, pero al final ha caído por su propio peso.