Decía John Lennon: «Yoko Ono es la artista desconocida más famosa del mundo. Todos conocen su nombre, pero nadie sabe lo que hace». A los 92 años, la artista antes conocida como ‘la bruja que separó a los Beatles’ al … fin disfruta por derecho propio del reconocimiento que bien merece su trabajo. Exposiciones en el MoMA, la Neue Nationalgalerie de Berlín o la Tate Modern, biografías, documentales (‘John & Yoko: One To One’, dirigido por Kevin Macdonald y Sam Rice-Edwards), la inauguración de la Imagine Peace Tower en una isla frente a Reikiavik (Islandia); el León de Oro de la Bienal de Venecia… reivindican su poliédrica figura: artista, compositora, poeta, cineasta, activista…

‘Insound and Instructure’ Fachada del MUSAC con un trabajo de Yoko Ono
Fotografía: Imagen MAS / Yoko Ono
Advierte David Sheff en su biografía ‘Yoko’ (Libros Cúpula), aparecida este mismo año, que se la ha dibujado como «una villana, estafadora, manipuladora, una espuria felina que hipnotizó a Lennon y provocó la ruptura del mejor grupo de música de la historia. La figura de Yoko siempre ha quedado oculta bajo la alargada sombra del grupo y sumida en la oscuridad por culpa de una misoginia y un racismo clamorosos». Fue demonizada como una ‘mujer dragón’ (insulto usado para definir a una mujer oriental controladora).
Para conocer mejor a Yoko Ono y su trabajo viajamos este miércoles a León, donde el MUSAC, en colaboración con el Sakip Sabanci Museum de Estambul, dedica a la artista una exposición, ‘Yoko Ono. Insound and Instructure’. No se ha traducido al español. El título está tomado de un concierto y exposición de Yoko Ono en 1964 en el Yamaichi Hall de Kioto. Ambas palabras evocan la forma en que la artista integra sonido e instrucciones en su práctica artística. No es una retrospectiva al uso. Ya la hizo el Guggenheim de Bilbao en 2014.
En este caso es una exposición centrada en lo mejor de su trabajo y las conexiones entre sus proyectos. Más de 80, distribuidos en 1.700 metros cuadrados. Hay performances, instalaciones, música, cine, fotografía, pintura… Estará abierta hasta el 17 de mayo de 2026. Los comisarios son Álvaro Rodríguez Fominaya, director del MUSAC y quien ya comisarió la muestra de Bilbao, y dos personas de la máxima confianza de la artista: Jon Hendricks, amigo y colaborador desde hace décadas, y Connor Monahan, director del estudio Yoko Ono.

Vestíbulo del MUSAC con obras de Yoko Ono
Fotografía: Imagen MAS // Yoko Ono
Hace un día de mil demonios en León. Diluvia. De camino al museo desde la estación de tren vemos algunas vallas publicitarias con mensajes de Yoko Ono. Se han dispuesto por distintos espacios de la ciudad. Uno luce sobre la multicolor fachada del MUSAC: ‘Sueña’. En el vestíbulo cuelgan ‘Imagina la paz’, ‘Ama la vida’, ‘Actúa por la paz’… Sus ‘Pensamientos de cuarto de baño’ podrán leerse en aseos de bares de la ciudad.
La artista no ha viajado a España. Tras siete décadas de trabajo, se ha alejado de la vida pública. Ya no produce nueva obra. Durante el Covid abandonó su apartamento del edificio Dakota, en el Upper West Side, cerca de Central Park en Mahattan, para mudarse a una granja al norte del estado. El Dakota es historia. En su entrada, el 8 de diciembre de 1980, hace 45 años, Mark David Chapman descerrajó cuatro disparos a John Lennon. Mientras este agonizaba, el asesino leía ‘El guardián entre el centeno’, de Salinger. Tras la muerte del Beatle, relata Sheff en su libro, Yoko Ono «fue víctima de traiciones, robos, extorsiones y amenazas de muerte».

Yoko Ono. ‘Rayos de la mañana’ y ‘Lecho de río», en una de las salas del MUSAC
Fotografía: Imagen MAS // Yoko Ono
Desde la misma entrada a la exposición queda claro que a Yoko Ono le gusta implicar activamente al público. Hay cuatro accesos a elegir: a través de una cortina, un pasillo estrecho con espejos, un tobogán y un semicírculo que no lleva a ninguna parte. Yoko Ono deja muchas de sus obras inacabadas para que el público las complete. Desde sus comienzos crea instrucciones que invitan al público a experimentar sus piezas. En 1964 publicó el icónico libro ‘Pomelo’, que recopila dos centenares de instrucciones entre 1953 y 1964. ¿Por qué pomelo? Porque es una mezcla de naranja y limón. Como un pomelo debió sentirse siempre Yoko Ono: «En Oriente la veían demasiado occidental y en Occidente, demasiado oriental. De pequeña, le decían en el colegio que olía a mantequilla [estaba manchada por Occidente]», explica Monahan, en un alto del montaje de la exposición. ¿Superó sus traumas a través del arte? «Sí, definitivamente».
Horas después, durante el almuerzo, le decimos que Yoko Ono no debe estar muy contenta con la vuelta de Trump a la presidencia de Estados Unidos. No quiere hablar de política, pero nos remite al tuit que publicó en su cuenta de la red social cuando Donald Trump fue elegido presidente de Estados Unidos por primera vez en 2016: un grito agónico de 19 segundos.
En las salas del MUSAC, Yoko Ono nos invita a reparar unos objetos rotos sobre una mesa con pegamento, cinta adhesiva, tijeras, una cuerda…; a dibujar círculos con rotuladores en lienzos en blanco; a estampar un sello con el mensaje ‘Imagina la paz’ en algún país del mundo sobre un mapa, a sacar cápsulas de aire en unas máquinas dispensadoras por 50 céntimos, a mirar por un agujero para ver el cielo… Y hablando de cielo, está presente ‘Sky TV’ (TV Cielo), primera instalación de circuito cerrado de la historia. En la pantalla se transmite en directo el cielo sobre el MUSAC. Negrísimo, el miércoles.

Yoko Ono,. ‘Puertas’ y ‘Charcos del cielo’, en el MUSAC
Fotografía: Imagen MAS/ Yoko Ono
Paseamos por la exposición, donde se exhiben tres autorretratos, dibujos inspirados en la escritura automática del surrealismo, que tanto le interesaba; pinturas de palabras… También, grandes instalaciones. En homenaje a su admirado Duchamp, un laberinto de plexiglás en cuyo interior hay un retrete; ‘Rayos por la mañana’, ‘Lecho de río’, ‘Puertas’… En el exterior del museo, ‘Banderas invisibles’ (solo hay mástiles).
De sus películas, se han incluido ocho, entre 1964 y 1972: una mosca recorriendo el cuerpo desnudo de una mujer, los traseros de amigos de la artista (unos más agradables de ver que otros, la verdad); la artista tratando de liberarse de su sujetador, John Lennon (‘Smile’)… En ‘Rape’ (Violación), que rodó en Londres, un cámara y un técnico de sonido acosan a una mujer elegida al azar persiguiéndola durante dos días por la calle.
No es la única obra de corte feminista de Yoko Ono presente en la muestra. Para ‘Arising’ (Ascendiendo), se hizo un llamamiento a través de las redes sociales a las mujeres que hayan sufrido violencia de género para que enviaran testimonios anónimos (solo se ven sus ojos). Pueden escribirlos in situ o mandarlos por correo electrónico. Había casi 40 antes de inaugurarse la muestra. En ‘Pieza vocal para soprano’ nos propone coger el micrófono y gritar. Muy liberador.

Yoko Ono, ‘Cut Piece’ (Pieza corte), 1964. Performance en el Sogetsu Art Center, Tokio, Japón
Fotografía de Minoru Hirata / Yoko Ono
El 21 de marzo de 1965, Yoko Ono, de 32 años, actuó en el Carnegie Recital Hall de Nueva York. Se sentó en la postura ‘seiza’, con las piernas dobladas en el suelo y sentada sobre las rodillas. Vestía de negro riguroso. Interpretó por vez primera ‘Cut Piece’ (Pieza corte), considerada un momento fundacional en la historia de la performance. En 2020, ‘The New York Times’ la nombró como una de las 25 obras de arte-protesta estadounidense más influyentes desde la Segunda Guerra Mundial. Se invitó al público a subir al escenario de uno en uno para cortar un trozo de su ropa con unas tijeras. Cuando se presentó en Kioto, un hombre trató de apuñalarla. Y en Londres la dejaron desnuda. Sobre esta performance confesó Yoko Ono: «Cuando hago ‘Pieza corte’ entro en un trance que impide que sienta miedo. Me sentía como si estuviera rezando. También sentía que estaba dispuesta a sacrificarme». Este viernes por la tarde se harán en el museo dos de las performances más célebres de Yoko Ono: ‘Cut Piece’ (Pieza corte) –interpretada por la artista Xie Rong– y ‘Sky Piece to Jesus Christ’ (Pieza cielo para Jesucristo), homenaje a John Cage, a quien llamaban Jesucristo.
La exposición del MUSAC coincidirá a finales de este mes con otra de Annie Leibovitz en el Centro Marta Ortega de La Coruña. Leibovitz fue la última que retrató a Lennon y Ono. Estuvo en su casa haciendo una sesión de fotos para la revista ‘Rolling Stone’, horas antes del asesinato de Lennon. Aquella portada, con el Beatle desnudo, en posición fetal, sobre Yoko Ono, vestida, en la cama de su casa, se convirtió en una fotografía para la historia.

Yoko Ono. ‘En Trance’. Es la obra que da acceso a la exposición
Fotografía: Imagen MAS / Yoko Ono
Yoko Ono (Tokio, 1933) procede de una de las familias más ricas de Japón: los Yasuda. Su padre, un directivo bancario, era muy distante con ella. Debía pedir cita para verlo. Su madre, poco entregada. Educada en colegios de élite, la pequeña Yoko –su nombre significa ‘hija del océano’– fue testigo a los 12 años de los bombardeos sobre Tokio en la Segunda Guerra Mundial. Se marchó con sus hermanos a un pueblo, donde pasaron miedo, enfermedades y hambre. Cuando no tenían qué comer, se inventaba un juego: imaginar comida en el cielo. Fue su primera obra de arte. Nerviosa, deprimida, triste y solitaria, en su adolescencia intentó suicidarse. Después llegarían las depresiones, el ingreso en un hospital psiquiátrico… «Incomprendida, malherida por el escarnio público, se refugió en el arte, la música, el activismo y Lennon», dice Sheff.
En el Greenwich Village neoyorquino, Yoko Ono vivió la emergente escena artística. Vinculada al movimiento Fluxus, en 1960 alquiló un loft en Chambers Street, donde con el compositor La Monte Young organizaba eventos y performances. Se casó tres veces: la primera, con el compositor japonés Toshi Ichiyanagi; la segunda, con el productor de cine y arte Tony Cox, padre de su hija Kyoko (lo acusó de secuestrarla); la tercera con John Lennon. Se conocieron en 1966 en la Indica Gallery de Londres, donde exponía la artista. El músico subió unas escaleras y, con una lupa, pudo leer en el techo la palabra ‘Sí’. El resto ya es historia: un hijo, Sean; colaboraciones juntos, como Nutopía, un país sin tierra, sin fronteras y sin pasaportes; ‘En la cama por la paz’, en el hotel Hilton de Ámsterdam, o canciones como ‘Imagine’. En 2017, Yoko Ono recibió el premio de la Asociación Nacional de Editores de Música de Estados Unidos a la canción del siglo. Se reconocía que ella fue coautora de ‘Imagine’.

Yoko Ono. ‘Laberinto-Asombra’. En su interior hay un retrete
Fotografía: Imagen MAS / Yoko Ono
«No he maquillado la verdad con el fin de dibujar a Yoko Ono ni como una santa ni como una pecadora –dice Sheff en la biografía de la artista–. En este libro incluyo los errores y los fracasos de Yoko. Expongo la profundidad y la semilla de su dolor, de su miedo. También muestro su enorme sabiduría, astucia, humor, inspiración, talento y alegría; su resistencia, su compasión, sus éxitos y su genialidad». Relata Sheff en el libro que «en 2024 se rumoreaba que el patrimonio de Yoko Ono estaba valorado en unos 500 millones de dólares». Pero recuerda que es muy generosa. Hace donaciones a organizaciones benéficas. La Spirit Foundaton es la responsable de la construcción de más de cien escuelas en África y en Asia.
Cuando una enfermera le entregó la alianza de Lennon aquel fatídico 8 de diciembre de 1980, Yoko Ono también murió en cierta manera. Tenía una única misión: sobrevivir. Y fue la música la que la ayudó a conseguirlo. «Fue capaz de convertir las experiencias más traumáticas de su vida en un arte capaz de iluminar e inspirar», advierte Sheff. «Mi madre –dice su hija en el libro– creía que podía cambiar literalmente el mundo… y lo cierto es que lo consiguió».