Poco les importa a las obras de Amedeo Modigliani la desaceleración en el mercado del arte. Dos de sus piezas se han subastado recientemente alcanzando cifras millonarias y superando de largo, una vez más, su valor estimado
En sus últimos y más productivos años en la Costa Azul, Amedeo Modigliani pintó a una mujer de ojos almendrados cuyo rostro evocaba las máscaras y esculturas africanas, que tanto le influenciaron. Su expresión, reservada y distante, reflejaba una personalidad más compleja que la de los desnudos parisinos que se habían conocido hasta la fecha.
Modigliani fue un retratista obsesivo. Más que buscar celebridades, trataba de capturar la esencia de la gente común que habitaba los barrios bohemios. La modelo probablemente fuera su amante o una prostituta. Nadie lo sabe. En cualquier caso, simbolizaba a las mujeres de la clase trabajadora, llenas de vitalidad pero también de melancolía.
Busto de Elvira fue subastado recientemente en París por 27 millones de euros, triplicando su precio estimado. La puja ha supuesto un récord para una obra del artista italiano en Francia. Siete postores pujaron por la pieza, que no se había visto públicamente desde que ingresó en una colección privada en 1947.
Es una verdad innegable que el cuadro contaba con muchos elementos susceptibles de llamar la atención de los coleccionistas. Para empezar, era una de las dos únicas representaciones de la modelo que aún se conservaban en colecciones privadas. De los cuatro retratos conocidos de Elvira, uno pertenece al Saint Louis Art Museum (Estados Unidos) y otro al Kunstmuseum de Berna (Suiza). Además, fue pintado en un momento crucial en la vida de Modigliani, en 1918, a las puertas de la muerte, al mismo tiempo que lidiaba con la guerra y la tuberculosis. Pero también lo es que no ha sido el único lienzo en reventar el mercado. De hecho, cada vez que sale un retrato del italiano, los inversores parecen volverse locos.
Otra obra de Modigliani, titulada Raymond, que se cree representa al novelista Raymond Radiguet y que permaneció en la misma colección privada, también causó gran expectación en la subasta. Tras una tensa puja de 10 minutos, se vendió por 10,6 millones de euros, más del doble de su precio estimado. Antes, en 2018, Nu couché fue vendida por 131 millones de euros; y en 2015 Desnudo recostado por 158 millones siendo, hasta la fecha, el precio récord para una obra del artista italiano.
Un caso llamativo fue el de Tête de jeune fille (Louise). Tras alcanzar algo más del millón de dólares en 1997, tres décadas después la casa de subastas Phillips logró venderla por 5,8 millones de dólares. Lo que ilustra a la perfección la evolución de sus precios.
La explicación a este fanatismo la pueden encontrar en el estilo inconfundible de Modigliani. Una estética única que conecta lo clásico con lo moderno, la tradición con las vanguardias. Sus retratos y desnudos se distinguen inmediatamente por las caras y cuerpos alargados, propios del Renacimiento y la escultura africana.
Otro de sus rasgos característicos son sus ojos. Se cree que los pintaba huecos, sin pupilas, para sugerir que cada uno de nosotros debe mirar, en algún momento u otro de su vida, hacia su interior, no hacia el espectador. Lo que, unido a los fondos con colores planos que fuerzan la atención directamente sobre las figuras, dota a sus obras de una gran profundidad psicológica. Y por supuesto, la escasez de obra. Modigliani murió joven, a los 35 años, de meningitis tuberculosa, dejando una producción limitada que ha ido incrementando automáticamente su valor en el mercado. Su breve vida y su constante lucha contra la enfermedad, la pobreza y el abuso de drogas y alcohol limitaron el número de lienzos y esculturas que pudo completar. Cada vez que una pieza de calidad y bien documentada sale al mercado, la demanda se dispara.
Su fallecimiento prematuro, seguido del suicidio de su joven esposa, Jeanne Hébuterne (que estaba embarazada de su segundo hijo), condenaron a este genio maldito a alcanzar la fama solo de forma póstuma. Los coleccionistas no solo compran sus obras, sino la leyenda que lo rodea. Lo que parece que seguirá ocurriendo durante mucho tiempo.