VALÈNCIA. Cuando hablamos del movimiento en una pintura es probable que la primera imagen que nos venga a la mente sea la de una pincelada, el gesto de uno de los retratados o la posición de la luz. Todo eso es movimiento, claro, pero hay más. El bailarín y coreógrafo Jacob Gómez ha asumido la sugerente tarea de traducir a través de los códigos del baile una parte de la colección del Museo Meadows de Dallas, en Estados Unidos, que posee una extraordinaria colección de arte español, un movimiento que parte del lienzo y termina en el cuerpo.

El creador, natural de Xeresa y afincado en Barcelona, ha sido invitado por la Embajada de España para tender este puente entre dos disciplinas y, también, dos tiempos, un patrimonio pictórico que ahora se mira en lo contemporáneo y desde lo urgente. “Cuando recibí la noticia me quedé muy sorprendido y agradecido. Llevo años trabajando en la coreografía, una carrera muy difícil y más en nuestro país. Fue como un momento de parar y decir: las cosas están yendo bien”, valora Gómez en conversación con Culturplaza.






Trabajar desde la imagen no es algo nuevo para Gómez, aunque normalmente estas imágenes que sirven de inspiración quedan en la intimidad de los procesos y los moodboards, nunca llegan al espectador. “En cada creación que hago, por corta que sea, siempre tengo un archivo de imágenes donde tengo referencias, obras de arte, fotos o algún artículo. Estos son como disparadores de creación, pero no había creado desde una imagen tan específica”. 

En esta ocasión, los cuadros no solo son punto de partida de la pieza sino que la acompañan, pues en su primer pase fue representada en la misma sala que la ha inspirado, un espacio en el que el ritmo lo marca la pintura religiosa. «La vida me regaló una de las mejores experiencias que fue poder un tour privado por el museo, dos horas mano a mano con el curador del centro, en el que me explicaba todo. Tener ese tiempo fue muy importante, para preguntar todo. Ahí me fijé en esas gestualidades o en la luz”.

La imagen de distintas inmaculadas o de un san Bartolomé, que murió desollado, son algunas de las pinturas expuestas en el Museo Meadows que han sido motor de la coreografía creada por el valenciano, un viaje que nada entre la luz hasta la presión o incluso la violencia, que brota de las pinturas para conectar la tradición pictórica y tradición religiosa con su propia visión del presente.






“Las he traído al momento vital en el que estamos. Siento mucha pena y mucha frustración del momento en el que estamos viviendo, siento esa opresión hacia abajo. También como creador, siento la dificultad de no poder hablar de lo que yo quiera o llegar a un público”, relata el coreógrafo. La luz que se cuela entre las imágenes virginales se confronta con la idea de presión y dolor, que traduce como un grito desesperado que quiere poner voz y movimiento a las obras con las que convive. “En unas y otras me quise plantear qué es lo que las pinturas no dicen, lo que el autor no ha escrito”

Esta mirada que plantea Gómez desde el presente tiene que ver con el propio movimiento y, también, con las músicas, una banda sonora que se compone de un villancico de Niño de Elche o de la versión de ‘De plata’ del artista emergente 21:12, un proyecto que es plural, pues la coreografía se ha terminado de dibujar en colaboración con alumnos de la SMU, un trabajo en equipo que ha supuesto una oportunidad y reto de compaginar distintas maneras de trabajar y enfrentarse a la creatividad. «El movimiento es muy exigente físicamente, pero también hay algo muy sensorial, que tiene que ver con la emoción de la historia. Para mí es muy importante la transmisión también del mensaje”

El Museo Meadows fue la primera parada, aunque no la única, pues este fin de semana cerró su aventura americana con un viaje a Washington para interpretar la pieza creada para la ocasión, aunque reconvertida en un solo y sin el apoyo de la colección pictórica, una jornada en la que tuvo la ocasión de recuperar la pieza Meohadim, donde cuenta su historia a través de cinco hermanas, y con la que puso punto y final a su gran aventura americana.»Es una de las experiencias que, como creador, se me van a quedar siempre”.