Adrián Mazón

Lunes, 10 de noviembre 2025, 18:24

| Actualizado 18:51h.

Pocos lo saben, pero Alicante también tuvo su propia ‘Venus de Milo’. A principios del siglo XX, el escultor Ramón Ripoll Seva modeló en su taller de la calle Sagasta -hoy calle San Francisco o ‘Calle de las Setas’- una imponente escultura que reproducía el busto de la célebre diosa griega.

Firmada por el propio escultor, la obra conocida como la ‘Venus de Ripoll’, resurge casi cien años después, al ser expuesta en la Casa del Manifiesto de Manzanares, en Ciudad Real.

-Vista de la Venus de Ripoll, con la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción al fondo.

-Vista de la Venus de Ripoll, con la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción al fondo.

Pablo Díaz-Pintado Fernández-Pacheco

La obra, ha sido adquirida por el colectivo Patrimonio Manzanares, y se ha presentado en sociedad durante el acto inaugural de la exposición ‘Luces del pasado’, de la pintora María Ángeles Puche. De este modo, se vuelve a despertar un renovado interés por el legado artístico de la familia Ripoll, una de las sagas escultóricas más importantes de Alicante y España.

El taller de Ripoll

El taller Ripoll, fundado en 1886, fue durante más de un siglo un emblema de la ciudad de Alicante. Desde allí salieron vaciados, moldes y esculturas que siguen decorando algunos de los edificios más reconocibles del paisaje urbano.

Reverso de la 'Venus de Ripoll'.

Reverso de la ‘Venus de Ripoll’.

Francisco M. Marqués Estors

Estos se ubican en la Casa Carbonell, la Casa Arberola, el Palacio de la Diputación o el Real Club de Regatas. Además, el legado de Ripoll se extiende a los paseos de Federico Soto y Doctor Gadea, cuyos bancos fueron diseñados por el propio artesano junto al arquitecto municipal Miguel López.

Una ‘fábrica’ de artistas durante cinco generaciones

Más que un simple taller, aquel espacio de la calle Sagasta fue una auténtica escuela de arte y oficio. De sus mesas y hornos surgieron generaciones de artistas que marcaron la identidad visual de la provincia, entre ellos Ramón Marco, José Marced, Gastón Castelló o Pérezgil, nombres esenciales del arte alicantino del siglo XX.

En el taller de los Ripoll, que logró consolidar una empresa de esculturos durante cinco generaciones hasta principios de este milenio, se vaciaban obras clásicas, las cuales eran destinadas al embellecimiento de inmuebles y espacios urbanos emblemáticos, fondos museográficos y escuelas de arte.

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