Cuando la NASA deja de informar, medio planeta empieza a imaginar conspiraciones. Desde que el cometa 3I/ATLAS pasó por el perihelio y la agencia espacial estadounidense no publicó ni una foto, las redes se llenaron de teorías: que si trae vida, que si es una nave camuflada, que si nos ocultan algo gordo. Nada nuevo bajo el Sol… salvo que esta vez el silencio tiene una explicación tan aburrida que casi da rabia: burocracia pura y dura.

Desde el 1 de octubre, el gobierno de EE. UU. mantiene un cierre parcial tras no aprobar el presupuesto a tiempo. ¿Consecuencia? La NASA funciona con un 17 % de su plantilla, y no precisamente para subir fotos a redes sociales. Están centrados en lo urgente: la Estación Espacial Internacional, Artemis y la seguridad de las naves. Todo lo demás, incluido el procesamiento y publicación de datos astronómicos, ha quedado en pausa. “No hay misterio, hay papeleo”, decía un portavoz en X, pero claro, intenta explicarle eso a alguien que lleva semanas leyendo que un cometa interestelar está acelerando sin razón y apuntando su cola hacia el Sol. La imaginación vuela más rápido que la luz.

No es que falten imágenes. Las hay. Pero son puntos borrosos que necesitan ser analizados antes de hacerse públicos. Las tomas del orbitador HiRISE y los espectros del ExoMars requieren semanas de trabajo antes de que alguien se atreva a ponerlos en la web. “Preferimos dar datos sólidos, no alimentar rumores”, explicaba un ingeniero del JPL. Mientras tanto, los foros hierven: ¿por qué no enseñan nada? ¿Qué esconden? Pues nada, salvo que los científicos también sufren la política. Y para rematar, las imágenes buenas llegarán en febrero de 2026, cuando se complete el análisis del perihelio y la misión Juice aporte datos frescos. Hasta entonces, paciencia.

La NASA ha retenido información clave del 3I/ATLAS y este es el motivo: “No hay misterio, hay papeleo”Una de las pocas imágenes del cometa 3I/ATLAS publicadas por la NASA.Yeseline Trejo Miranda

Mientras la NASA calla, el cometa sigue haciendo de las suyas. Después del perihelio, sobrevivió al calor del Sol y salió más brillante. Hasta ahí, todo normal. Pero lo que trae de cabeza a los astrónomos es que sigue acelerando de forma no gravitacional. ¿Por qué? Porque los modelos clásicos no explican esa desviación. Y cuando la teoría falla, toca improvisar. Algunos apuntan a chorros de gas que actúan como propulsores, otros a efectos térmicos que no entendemos bien. Nadie se pone de acuerdo.

Por si fuera poco, los espectros recientes añaden más leña al fuego: presencia de sodio y ausencia de compuestos típicos como el cianógeno. ¿Qué significa? Que su química no encaja con la de los cometas que conocemos. ¿Estamos ante un objeto interestelar puro? ¿O un híbrido que pasó tiempo en otro sistema antes de ser expulsado? Nadie lo sabe.

Y hay más: las últimas imágenes del Lowell Discovery Telescope muestran una coma más irregular y cambios en el brillo, señales que algunos astrónomos interpretan como posible inicio de fragmentación. No hay confirmación oficial, pero este comportamiento no sería raro: cometas sometidos a calor extremo suelen partirse, como ocurrió con C/2019 Y4 (ATLAS) en 2020. “Estos cambios podrían indicar que el núcleo está bajo estrés térmico”, explican investigadores en foros científicos. Si se confirma, podríamos ver cómo el cometa se rompe en pedazos en los próximos meses.

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La ESA y la NASA planean usar 3I/ATLAS como banco de pruebas para modelos de dinámica no gravitacional. Sus datos están rompiendo predicciones clásicas y podrían cambiar cómo entendemos los objetos interestelares. Las observaciones más reveladoras llegarán en febrero de 2026, cuando se complete el análisis del perihelio y las misiones Juice y ExoMars aporten espectros más finos. Hasta entonces, toca esperar… y seguir mirando al cielo, porque este cometa no ha terminado de sorprendernos.

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