Una estampa curiosa roba la atención de los transeúntes que van desde Doctor Gadea hacia Luceros. Aunque no se detengan, casi todos giran la cabeza por un breve instante para fijarse en una colección de libros que, entre cartones y lonas, se acumulan sobre los bancos de la balaustrada que delimita el inicio del paseo.

Nadie sabe exactamente cuántos volúmenes hay, probablemente superen ampliamente el centenar. Lo que sí se sabe es quién los ha traído hasta allí: un hombre sin hogar que, según refieren los vecinos y comerciantes de la zona, lleva varios años instalado en ese pequeño rincón de la ciudad, cubierto a tres lados por la balaustrada y, según la hora, bajo la semisombra de un árbol.

Algunos trabajadores que llevan casi toda la vida en el barrio se limitan a decir que lleva «muchos años» ahí. Un vecino del número 27 de Doctor Gadea los cifra en más de seis. Otro comerciante, que abrió su establecimiento hace tres años, solo puede asegurar que cuando él llegó, el «hombre de los libros» ya estaba en el mismo lugar que se encuentra hoy.

Solo faltaba esperar a la llegada del creador de esta biblioteca al raso para preguntarle. Por lo visto, durante el día se ausenta a ratos del lugar que ha convertido en su trinchera. Al encontrarlo, absorto bajo una sombrilla, sentado en el único y pequeño espacio que le dejan sus libros, saltó la pregunta, ¿de dónde salen todos estos ejemplares? ¿Para qué reunirlos aquí?

Un tesoro de letras entre la pobreza material

El hombre, ya en la tercera edad, de cabello cano largo, explicó que «la gente tira todos estos libros a la basura. No les dan valor, total, ahora todo lo leen con el móvil», a lo que añadió que para él sí son valiosos y por eso los guarda, aún a pesar de no tener en dónde hacerlo. Esa escueta explicación tuvo que bastar, pues el caballero no quiso ahondar en su historia, limitándose a decir que lo que él necesita «es una casa».

La persona sin hogar, refugiada bajo una sombrilla en el paseo público.

La persona sin hogar, refugiada bajo una sombrilla en el paseo público. / Pilar Cortés

El mismo vecino de Gadea 27 (el portal de enfrente), asegura que este hombre sin techo no es problemático, no tiene malas salidas ni causa problemas, más allá de que implica su estancia, ya muy prolongada, en esos bancos. «Cada vez que viene la policía, le tiran sus cosas, él se retira unas manzanas más abajo, y en cuanto se van los agentes, él regresa. Lo que no puede ser es que se apodere del espacio público, el Ayuntamiento debería tener un sitio para acoger a las personas en la calle», opina el residente, quien no quiso compartir su nombre.

Recolección en la basura y donaciones de vecinos

En una conocida tienda de ropa para caballeros que queda a escasos metros, las dependientas comentan que esta persona sin hogar solo causa los problemas inherentes al hecho de vivir a la intemperie y tener que satisfacer todas sus necesidades en la calle. Sobre su capacidad para acumular enseres (y entre ellos su colección de libros), señalan que varios vecinos de la zona suelen regalarle ropa y objetos que sacan de casa. Como ejemplo, recuerdan un día en el que su jefe llegó a la tienda comentando que había visto al «hombre de la esquina» vistiendo una chaqueta de Ralph Lauren.

Otra perspectiva de los libros amontonados en los bancos de Doctor Gadea.

Otra perspectiva de los libros amontonados en los bancos de Doctor Gadea. / Pilar Cortés

La gente solo lo mira de reojo al pasar y los vecinos de la zona se refieren a él de forma genérica por su condición de sintecho. Su nombre es anónimo, silenciado por el ruido de la calle en la que ya suma, al menos, un lustro. Ahora pertrechado de libros, un tesoro de letras para alguien que padece la peor cara de la pobreza material. Al menos hasta que limpien de nuevo la zona, o como pasó hace un mes, las Hogueras le muevan temporalmente de sitio.

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