Con el payaso más famoso del terror contemporáneo haciendo arder los servidores de HBO Max en It: Bienvenidos a Derry, este 2025 confirma la resurrección de la coulrofobia en el cine de género con el estreno de Cosecha sangrienta, que ha llegado en vídeo de alquiler. No parece casualidad que tras el fenómeno de taquilla de Terrifier 3 y el ascenso de Art the Clown como nuevo icono del slasher, el mercado esté inundado de propuestas con nariz roja y maquillaje siniestro.
Si bien la llegada de Pennywise estaba preparada desde 2022, esta nueva película se aleja del gore extremo de Art o del terror sobrenatural de Pennywise para abrazar algo más cercano a los slashers de los años 90. Basada en la novela de Adam Cesare, con cierto éxito en el mercado Young adult en 2020, la película encuentra su hueco donde convergen los reboots de Sé lo que hicisteis el último verano o las nuevas Scream, con algo más de atrevimiento e incorporando la tradición del horror rural americano.
La trama sigue a una adolescente recién llegada al pueblo de Kettle Springs que descubre que la comunidad guarda un oscuro secreto relacionado con Frendo, la mascota de una cadena de fast food que cerró décadas atrás. Cuando empiezan los asesinatos, todo apunta a que alguien disfrazado del viejo payaso publicitario busca instaurar de nuevo el terror entre los adolescentes, pero la película se atreve a ir un paso más allá del simple whodunit con máscara que podría ser paralelo a Black Friday.
Lo que diferencia a Cosecha sangrienta de otros slashers «noventeros» recientes es su habilidad para capturar las dinámicas adolescentes sin caer en arquetipos del subgénero. Aquí hablan, se relacionan y se comportan como chavales reales, con una naturalidad poco impostada pero tampoco tendente al realismo o la afectación de algo como Euphoria, simplemente están bien escritos, incluso dentro de su matriz ligera, casi de comedia. La incorporación de temas queer tampoco se siente forzada, forma parte del tejido social del relato.
Esa autenticidad la emparenta con la trilogía original de La calle del terror de Netflix, que también apostaba por personajes creíbles y diversidad orgánica, aunque esta logra mantener el pulso frente a la reciente La reina del baile, con un tercer acto que no se desmorona. También se sitúa varios escalones por encima de otros slashers estrenados este año como Screamboat, Verano Infernal, o incluso el festivo pero irregular El asesino de los ojos de corazón.
Pero donde la película encuentra su verdadera identidad es en la incorporación del folk horror americano, más un ingrediente que un subgénero, que ha ido ganando terreno en el imaginario del cine de miedo estadounidense de estos años. Los maizales como escenario tienen una larga tradición que arranca con Los chicos del maíz de Stephen King y se extiende hasta propuestas recientes como Cosecha Oscura, con la que Cosecha sangrienta no solo comparte nombre sino ADN temático.
Ambas invocan terrores relacionados con rituales agrarios, el sacrificio de la juventud y los pactos oscuros de comunidades rurales que asocian la cosecha y bienestar del pueblo a la vida humana. Esa conexión con el folk horror de colonos, que aparece sugerida incluso en IT (2017), hunde sus raíces en la miniserie The Dark Secret of Harvest Home de 1978, adaptación de una novela de 1973 que ya planteaba la idea de pueblos aparentemente idílicos guardando secretos ancestrales relacionados con la fertilidad de la tierra.
Cortos como La lotería (basada en el relato de Shirley Jackson), el clásico del gore 2000 Maníacos o la olvidada Ciudad Maldita 436 han explorado variaciones de este tema, donde el aislamiento geográfico permite la perpetuación de tradiciones aberrantes arraigadas en la tradición del gótico americano. Aquí, el payaso Frendo se convierte en un símbolo pervertido de la idea americana del confort rústico, la cara sonriente del capitalismo rural que esconde toda una conspiración.
La dirección de Eli Craig, que viene de la comedia de terror de culto Tucker and Dale contra el mal, encuentra el tono justo entre el slasher clásico y el misterio con recado social. Los asesinatos están bien coreografiados, con una violencia lúdica que equilibra la tensión y un espectáculo hemoglobínico que nunca se hace sádica como la de otros compañeros maquillados. Hay un par de escenas que utilizan los campos de maíz y su laberinto vegetal, pero para aparecer en el título original —El payaso en el maizal— se quedan cortas.
El diseño de Frendo es una máscara minimalista, al estilo de la que lleva el joven Michael Myers en el remake de Halloween de Rob Zombie, con una sonrisa pintada en plástico blanco que se mantiene inmutable mientras comete sus atrocidades, un efecto sencillo pero efectivo. Su presencia es el carburante de una lucha generacional entre adultos aferrados a tradiciones, y adolescentes que cuestionan el statu quo, el choque entre el progreso y lo conservador que se convierte en algo tan explícito casi como en un musical.
En un año donde el slasher no ha brillado especialmente, Cosecha sangrienta se perfila como una de las propuestas más sólidas, sin llegar a revolucionar nada dentro de coordenadas reconocibles, pero con algunos giros que van un poquito más allá de la típica leyenda local, personajes de los que quieres saber más y un comentario sobre la explotación laboral disfrazada de orgullo comunitario, o el sacrificio literal de las nuevas generaciones para mantener un sistema caduco, que más que subrayado juega a la grandilocuencia consciente.