
Crédito editorial: © Museo del Prado
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Desde hace unos días en el Museo del Prado se puede visitar una capilla que ya no existe. La Capilla Herrera –que así se llamaba– formó parte de la iglesia de Santiago de los Españoles, en Roma, hasta 1833, cuando el riesgo de ruina que amenazaba la integridad del templo obligó a desmantelarla. Ahora, la pinacoteca de Madrid la ha reconstruido en sus instalaciones, con una parte importante de los frescos originales de Carracci que le servían de ornamentación.
A pesar de que no es la primera vez que estas obras se exponen al público –dado que ya fueron objeto de una gran exposición en 2022–, lo que es novedoso es la forma de hacerlo: con un montaje arquitectónico diseñado por Francisco Bocanegra que permite contemplar los frescos tal y como fueron concebidos e instalados.
En total se trata de siete frescos realizados entre 1602 y 1605 por Annibale Carracci y algunos de sus colaboradores –como Francesco Albani– que narran episodios de la vida de san Diego de Alcalá y conforman «un conjunto excepcional del barroco italiano», en palabras del museo.
La capilla fue un encargo del banquero palentino Juan Enríquez de Herrera, que quiso dedicársela a este santo como muestra de agradecimiento por una supuesta «intercesión milagrosa» para curar a su hijo.
Los frescos de Carracci, entre Madrid y Barcelona
Crédito editorial: © Museo del Prado
Los siete frescos de la colección del Museo del Prado no son todos los que había en la capilla: llegado el momento de desmantelar la capilla original, parte de las piezas viajaron hasta Madrid y la otra parte –el grueso de la obra– se trasladó a Barcelona en 1851. A día de hoy se conservan nueve en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.
De vuelta a la capital, estos frescos se pueden ver en la sala 4 del Museo Nacional del Prado junto a otras obras de quienes los pintaron y su más estrecho círculo, como Ludovico Carracci, Guido Reni y Domenichino.