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La Universidad de Yale, una de las más prestigiosas de Estados Unidos, ha analizado una estrategia de defensa poco convencional para reforzar la seguridad europea frente a una posible ofensiva rusa: utilizar humedales restaurados como barrera natural. Esta idea surge tras el impacto decisivo que tuvo la inundación del valle del Irpin en 2022, cuando el terreno anegado frustró el avance de blindados hacia Kiev y reveló el potencial militar de estos ecosistemas.
El episodio demostró que la combinación de suelos saturados, bosques húmedos y turberas puede paralizar el movimiento de vehículos pesados. Expertos de Ucrania, Polonia y Alemania sostienen que estos espacios, además de su valor ecológico, generan una resistencia física que obliga a canalizar a las tropas invasoras por rutas previsibles. Según Michal Zmihorski, director del Instituto de Investigación de Mamíferos de la Academia Polaca de Ciencias, “la inundación del valle del Irpin se convirtió en un símbolo de cómo la naturaleza puede emplearse para repeler a un invasor”.
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La propuesta plantea recuperar una amplia franja de humedales y masas forestales en los límites orientales del continente, desde las repúblicas bálticas hasta el este de Alemania. Hans Joosten y Franziska Tanneberger, del Greifswald Mire Centre, insisten en que estos entornos reducen hasta un 75% la capacidad de carga si se mantienen en estado natural. Además, permitirían recortar emisiones derivadas de turberas desecadas, un objetivo alineado con la estrategia climática de la UE.
Defensa natural y estrategia militar
Aunque el interés militar aumenta, algunos mandos advierten de posibles limitaciones operativas para las propias fuerzas europeas. La Bundeswehr ha señalado que la saturación hídrica puede dificultar tanto el avance enemigo como la movilidad propia, por lo que reclama evaluar cada restauración de forma individual. Sin embargo, Polonia ha comenzado a incorporar estos planteamientos a su plan Escudo Oriental al considerar la geografía un aliado estratégico.
Científicos polacos alertan de que modelos basados en muros y barreras de hormigón resultan vulnerables, mientras que un humedal denso no puede ser “volado” ni superado con la misma facilidad. En un informe oficial, investigadores de la Academia de Ciencias del país subrayan que elementos como el bosque húmedo, la acumulación de madera muerta o la reducción de carreteras forestales incrementan la capacidad disuasoria sin impactos irreversibles en el paisaje.
Las reticencias más relevantes aparecen en Ucrania. A pesar del éxito del Irpin, sectores del país temen que la restauración de humedales afecte al uso agrícola o a proyectos urbanísticos previstos para la posguerra. La ecóloga Olga Denyshchyk insiste en que la falta de conocimiento sobre la importancia de las turberas dificulta su protección y advierte de que “la academia, la política y el ejército no son plenamente conscientes del papel estratégico de estos ecosistemas”.
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R. Badillo
La presión por mantener actividades económicas como la extracción de ámbar o la agricultura intensiva alimenta la resistencia de propietarios locales. Varios especialistas recuerdan que cualquier conversión del suelo requiere consensos sociales y beneficios tangibles para la población. Entre las soluciones estudiadas figura la generación de créditos de carbono derivados de la restauración de turberas, una vía que podría compensar económicamente a los territorios afectados.