En las próximas dos semanas se estrenan la serie basada en ‘Anatomía de un instante’ (20 de noviembre en Movistar+), el clásico sobre el 23-F que Javier Cercas publicó hace 16 años y la adaptación del bestseller ‘Las hijas de la criada’ (30 de noviembre en atresplayer), el Premio Planeta que ganó Sonsoles Ónega. También ‘El cuco de cristal’ (Netflix, ya disponible) de Javier Castillo, un superventas al que Netflix encumbró con ‘La chica de nieve’, cuya adaptación hizo que la novela del malagueño pasara de estar traducida de 14 idiomas a 25. ¿Cómo salta un libro a la pantalla y qué se gana y se pierde por el camino?, ¿siempre beneficia al libro? ¿Quién tiene la varita mágica para decidir las historias que millones de personas verán desde su sofá?

“En los últimos años se ha puesto de moda entre los autores tener una adaptación al cine o serie y parece que si tu libro no la tiene seas menos que otros”, explica Javier Sanz, el director de la agencia de venta de derechos de traducción y audiovisuales Book & Film Rights en Planeta. Su trabajo consiste en leer mucho, hablar con productores y encontrar todas las ventanas posibles para un libro. Pero sobre todo, tener contentos a los autores. El ‘boom’ de adaptaciones de lo últimos años es de tal magnitud que se empieza a hablar de la posible serie o película mucho antes, a veces cuando el libro ni siquiera ha llegado a librerías. Para Sanz es un disparate. “Un novelista tiene que escribir una novela y despreocuparse”, opina. Y confiesa que como lector, se nota cuando un escritor escribe pensando en una adaptación, en “modo visual”. “Los productores invierten en novelas que les funcionan como novelas. Si te adelantas y quieres hacerles el trabajo, no funciona”. Maribel Luque, directora literaria de la agencia Carmen Balcells, confirma lo mucho que ha cambiado el negocio editorial en una década. “Ahora cuando vamos a la Feria del Libro de Frankfurt o de Londres la mitad de la agenda son reuniones con productores audiovisuales. Están todos allí”.

Álvaro Morte, en 'Anatomía de un instante'

Álvaro Morte, en ‘Anatomía de un instante’ / MOVISTAR PLUS+

El cambio de paradigma

Además del estreno inminente de ‘Las hijas de la criada’, el equipo de Sanz tiene por delante un calendario endiablado de estrenos para 2026: el rodaje de ‘Kraken. El libro negro de las horas’ de Eva García Sáenz de Urturi acaba de terminar, ‘Todo lo que nunca fuimos’ de Alice Kellen llegará a principios de 2026 con Maxi Iglesias y Margarida Corceiro y otra miniserie de Kellen, basada en ‘El mapa de los anhelos’, estará protagonizada por Alicia Falcó, Pablo Álvarez y Georgina Amorós.

Sanz empezó en el negocio hace una década. Por entonces todo el mundo quería estar en cines, se hacía una película cada dos años y se negociaban mal los derechos. “Hablaba para oídos sordos”, recuerda. Todo cambió de forma bastante rápida. Si HBO venía demostrando que la televisión podía hacer cosas maravillosas a partir de un libro, la llegada de Netflix a España y la campaña de las Navidades de 2017 con anuncios de ‘The Crown’ y ‘Narcos’ en las paradas de metro de las principales ciudades españolas provocó un cambio de paradigma. “Se empezaron a hacer series que nunca se habían hecho. ‘Física o Química’ y ‘Élite’ no son tan distintas, pero en ‘Élite’ puedes mostrar cosas que en la televisión abierta no tenían su lugar. No es lo mismo ver una serie sobre adolescentes en el sofá con tus padres y tu abuela que hacerlo en una pantalla, en tu habitación”, apunta.

Verónica Echegui e Isak Ferriz en 'Ciudad de sombras'

Verónica Echegui e Isak Ferriz en ‘Ciudad de sombras’ / Netflix

‘Las hijas de la criada’ ha vendido tanto (medio millón de ejemplares) que es poco probable que el estreno de la serie arrastre a muchos nuevos lectores. Pero a veces sucede lo contrario y ocurre la magia: se adapta un libro que pasó sin pena ni gloria y éste resucita. Pasó con ‘Gambito de dama’ de Walter Tevis y es muy probable que el éxito se repita con ‘Ciudad de sombras’ de Aro Sáinz de la Maza, cuya adaptación Netflix estrenará el mes que viene. Rodada con un gran presupuesto en localizaciones icónicas de Barcelona, la serie gira en torno a la investigación de un macabro crimen ocurrido en La Pedrera. Fue el último trabajo de la actriz Verónica Echegui, fallecida en agosto. La novela llegó a vender 100.000 ejemplares en Francia, pero en España no tuvo tanto éxito cuando llegó a librerías hace 12 años.

Marco Antonio González (José Arcadio) y Susana Morales (Úrsula) en 'Cien años de soledad'

Marco Antonio González (José Arcadio) y Susana Morales (Úrsula) en ‘Cien años de soledad’ / Pablo Arellano /Netflix ©️2024

Líneas rojas

Quién si resucitó, si es que alguna vez había muerto, es ‘Cien años de soledad’. Negociar la superadaptación de Netflix del gran clásico de Gabriel García Márquez fue todo un hito en la agencia que representa al Premio Nobel de Literatura desde siempre, la barcelonesa Carmen Balcells. Generaciones de nuevos lectores se acercaron al libro a raíz de la serie, igual que sucedió con la llegada a la plataforma de otro clásico latinoamericano, ‘Pedro Páramo’.

Maribel Luque explica que la relación con las plataformas norteamericanas ha sido de aprendizaje mutuo y que hace una década “hablaban otro idioma”. “Nos sorprendió muchísimo la manera en la que aterrizaron. No parecían distinguir demasiado entre lo que es la propiedad intelectual y propiedad industrial, tampoco tenían en cuenta que los contratos tienen una duración determinada. Nos proponían comprar derechos de tramas o personajes de por vida”, explica Luque, cuya principal misión es defender los derechos de los escritores y evitar que hipotequen su libertad creativa con contratos draconianos. “Hay unas líneas rojas que no les dejamos atravesar”, defiende Luque. “Procuramos blindar a los autores contra compromisos a obra futura. Es mejor ir paso a paso, ver cómo va saliendo todo y tener la libertad de decidir si quieres repetir con Netflix o irte a Mediapro”.

Luque está convencida de que el estreno de ‘Anatomía de un instante’ será “nueva gasolina” para el ensayo de Cercas (que lleva más de 30 ediciones, todo un hito), un ‘longseller’ que desde su publicación, hace más de tres lustros, ha intentado adaptarse varias veces. “La de Javier es una mirada distinta sobre un acontecimiento que es nuestro mito fundacional, igual que lo fue el asesinato de Kennedy en Estados Unidos. A todos los productores de cierta edad que lo tienen en su imaginario les ha interesado hacer algo de nivel, que estuviera a la altura del ensayo. Agustín Díaz Yanes estuvo a punto”, explica. Han tenido que pasar 16 años pero la espera, coincidiendo con el 50 aniversario de la muerte de Franco y el inicio de la monarquía parlamentaria en España, parece haber merecido la pena.

Soñar que de repente te vean en Corea

¿Es mejor que un autor se implique en su adaptación? Depende. “Si vas a construirte una casa, ¿le dirás al arquitecto que se encargue de las tuberías? Depende de si es fontanero. El cine y las series son un trabajo en equipo y escribir una novela es lo más solitario que hay, esa es la gran diferencia”, apunta Sanz. “Lo importante es que si se involucran, disfruten del proceso. Un autor tiene que confiar, dejar ir, si no es mejor que no se metan”, añade. Para Luque, lo más conveniente es que se queden al margen. ¿Y si no les gusta lo que se ha hecho con su libro y se sienten traicionados? Una de las cláusulas que se puede negociar es un visionado del producto antes de su estreno para contar con su conformidad. En el caso de que no sea de su agrado, eso les dará derecho a que su nombre no aparezca en los créditos y que se especifique que la película o serie es una “versión libre”, no una adaptación. “Cuando no quedan contentos, intentan desvincularse al máximo”.

Javier Castillo es de los que sí se involucran en el proceso de adaptación. “Yo tengo la suerte de haber encajado muy bien con Jesús Mesas y Javier Andrés”, sus dos guionistas, explica. “Comprendo muy bien la dificultad que es jugar a esto, que es traspasar una historia a la pantalla. Cuando lo lees en la soledad de tu cuarto, una frase te puede desmontar, pero eso visualmente es muy difícil de conseguir”. A Castillo el estreno en Netflix de ‘La chica de la nieve’ le aportó una nueva legión de lectores, sobre todo en el extranjero. “Fue como el último empujón que necesitaba”, apunta. Pasó de estar traducido a 14 idiomas en 60 países a 25 idiomas en 90 países. “De repente llega la serie, arrasa y firmas 10 idiomas más. Es el empujón final que hace que te cueles en muchos más países”, confiesa.

Uno cuando firma con Netflix sueña que de repente te vean en Corea, que haya un coreano en su casa con su familia viéndote. Piensas: qué locura, qué cultura tan distinta. Y en realidad comprendes que nos unen las mismas historias, nos duelen los mismos dramas y es muy bonito ver desde fuera que, en realidad, somos una civilización única con nuestras únicas inquietudes y temas universales que nos mueven a todos”, concluye.

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