La ópera prima de Harris Dickinson como director, Urchin, se adentra en los rincones menos visibles de Londres para narrar la vida de Mike, un joven sin hogar que intenta romper un ciclo de autodestrucción que lo persigue desde la adolescencia. Su historia, marcada por la culpa, el desarraigo y una necesidad casi desesperada de redimirse, se convierte en el eje de una película que rehúye los caminos más obvios del drama social británico.
Interpretado con una contención admirable por Frank Dillane, Mike remite a figuras ya conocidas dentro del imaginario cinematográfico del propio Dickinson. No es difícil enlazarlo con aquel adolescente conflictivo y perdido que Harris Dickinson dio vida en Beach Rats, o con otros personajes suyos marcados por la marginalidad emocional. En Urchin, parece como si el actor-director revisitara sus propios orígenes interpretativos, reconstruyendo desde detrás de la cámara los ecos de un joven atrapado en su propio derrumbe.
La película parte de un hecho violento: un robo cometido por Mike que acentúa su caída y lo obliga a enfrentarse a un entorno que le niega segundas oportunidades. Podría ser el punto de partida de un relato previsiblemente social, pero Dickinson decide desviarse de esa ruta tematizada hasta la saciedad. En lugar de adherirse al realismo duro que suele identificarse con la reivindicación social y política de Ken Loach, la puesta en escena se acerca más a la emoción humana de Mike Leigh, donde los personajes se desarrollan desde la incertidumbre y la vulnerabilidad. Nadie echa de menos explicaciones psicológicas ni moralejas didácticas.
A medida que la cinta avanza, Urchin incorpora elementos casi oníricos: pequeñas fugas visuales, momentos que podrían ser fantasías o delirios, imágenes que se deslizan hacia una dimensión íntima y subjetiva. Esa deriva dota al filme de un tono inquietante, donde la mente del protagonista se convierte en un territorio en el que conviven trauma, culpa y un sentimiento persistente de abandono. La tragedia de Mike es la de alguien que nunca ha tenido un suelo firme desde el cual levantarse. Su viaje circular lo devuelve a un punto aún más oscuro, atrapado en la anestesia emocional que intenta, sin éxito, dejar atrás.
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