Los milagros existen. En mayo de 1945, después de que el ‘Führer’ abrazara la muerte tras una mezcla de cianuro y pistola Walter, la curiosidad de un oficial americano que recorría el búnker de la Cancillería cambió la historia. A finales de mes, el coronel … Roswell P. Rosengren, del departamento de prensa del general Ike Eisenhower fijó su mirada en el sofá sobre el que el dictador se había suicidado. Ansioso por llevarse un recuerdo de aquella locura, sacó su navaja, cortó un trozo de tela ensangrentada y se lo llevó a casa. No podía imaginar que, ocho décadas después de aquello, el recuerdo permitiría a los científicos desvelar algunas de las preguntas más recurrentes sobre Adolf Hitler.
Pero sí, ha ocurrido. Al menos, así lo afirma un documental que se emitirá el sábado en la cadena británica Channel 4 –’Hitler’s DNA: Blueprint of a Dictator‘– y que ya han visionado diarios anglosajones como ‘The Guardian’. La investigación sostiene que, gracias a este pequeño trozo de tela, un grupo de genetistas dirigidos por Turi King, de la Universidad de Bath, ha logrado secuenciar el genoma de Hitler. Los datos ofrecen una visión impactante sobre el precario desarrollo sexual de Hitler, un análisis de su ascendencia y pone sobre la mesa varias dudas sobre su estado psicológico. «Si hubiera visto sus propios resultados genéticos, se habría condenado a sí mismo a las cámaras de gas», ha explicado el coordinador en declaraciones a ‘The Times’.
Problemas sexuales
Según ha explicado King, cuentan con datos jugosos: «Podría haber tenido el genoma más aburrido del planeta, pero no ha sido así». Aunque los resultados se publicarán en una revista científica en un futuro próximo, la experta ha adelantado al diario anglosajón que Hitler padecía el síndrome de Kallmann, un trastorno genético que dificulta el desarrollo normal de la pubertad y de los órganos sexuales y reduce de forma severa la carga de testosterona. Esta idea coincide con un examen médico que se le realizó en 1923 al dictador y que señalaba que uno de sus testículos no había descendido hasta el escroto; una dolencia conocida como criptorquidia. King incluso se ha aventurado a señalar que el ‘Führer’ tenía una probabilidad entre diez de tener micropene.
De probarse los resultados, se confirmarían al fin las fuentes que insistían en los problemas sexuales del personaje. «Sobre su relación con el sexo hay testimonios contradictorios. Algunas aseguraban que Hitler era asexual y que no sentía interés por el amor físico… Pero hay un extenso abanico que cubre todas las respuestas», explica a ABC el historiador y periodista Jesús Hernández, autor de una infinidad de ensayos sobre el tema como ‘Eso no estaba en mi libro de Hitler’ (Almuzara). En este sentido, investigadores como Norman Ohler demostraron hace algunos años que el médico personal del dictador, Theodor Morell, le inyectó durante la última etapa de su vida varias drogas para aumentar su apetito sexual.
Alex Kay va más allá. En declaraciones a ‘The Times’, este historiador de la Universidad de Postdam especializado en la Alemania nazi ha insistido en que la falta de apetito sexual de Hitler ayudaría a explicar su «inusual y casi absoluta dedicación a la política, obviando cualquier tipo de vida privada». Y es que, mientras otros tantos altos cargos del Tercer Reich contaban con esposas, hijos y amantes, este experto sostiene que el ‘Führer’ obviaba cualquier tipo de amor físico. Una vez más, su opinión no es la única. En las ocho décadas que han pasado desde el suicidio del hampón, los historiadores han llegado a barajar posibilidades como la de su interés por el sadomasoquismo; teoría que fue expuesta en su momento por la medio sobrina de Hitler, Geli Raubal, quien tuvo un ‘affaire’ con él.
Abuelo judío
Otra de las preguntas que afirman haber resuelto es la eterna duda sobre la ascendencia judía de Hitler. Según el rumor, el padre de Hitler nació de una relación extraconyugal entre la abuela del dictador y su jefe, de confesión judía. Pero los investigadores han establecido que existe una concordancia genética entre Hitler y la línea masculina de su familia. Si el rumor hubiese sido cierto, ha explicado King, «no habríamos observado la concordancia de ADN con la familia Hitler, pero tenemos esa concordancia, lo cual pone fin a ese rumor».
La teoría de la sangre judía de Hitler viene de lejos y se relaciona con su medio sobrino, William Patrick; el mismo chico que, aunque en su momento dijo idolatrar al líder nazi, cargó contra él en multitud de entrevistas concedidas a varios medios internacionales. Según explica Hernández a este diario, en los años cincuenta se descubrió que William Patrick había intentado chantajear a su tío con desvelar el árbol genealógico de la familia. «Todo salió a la luz gracias a las memorias del jerarca nazi Hans Frank. Según dejó escrito el oficial, el ‘Führer’ le encargó investigar si su abuela paterna, María Schicklgruber, había mantenido relaciones sexuales con el hijo del judío para el que había trabajado como cocinera en su juventud, un tal Frankenberger)», explica el español.
Al parecer, Hans Frank encontró cartas intercambiadas entre la abuela del ‘Führer’ y la familia Frankenberger en las que se hablaba de una «pensión alimenticia». Frank explicó en sus memorias que Hitler no dio ninguna credibilidad a la posibilidad de que ese dinero fuese para mantener a un hijo ilegitimo (Alois, el padre de Hitler). Todo lo contrario. Según el dictador, las misivas significaban que su abuela había logrado sacar algo de dinero a aquella familia. Sin embargo, el jerarca nazi también dejó escrito que toda esta operación había sido orquestada después de que el propio William Patrick chantajeara a Hitler con desvelar la triste realidad sobre su sangre judía. No hizo falta más. Sea o no real todo esta compleja tela de araña, la leyenda se instauró en la sociedad como cierta.
Por último, los resultados genéticos sostienen que Hitler «se encontraba en el percentil superior en cuanto a su probabilidad de padecer autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar». Con todo, los investigadores insisten en que es solo una posibilidad, y que desconocen cómo pudo afectarle, de haberse dado, en su día a día. Sin embargo, los investigadores subrayaron que estos trastornos no pueden explicar las políticas del dictador, que provocaron la muerte de decenas de millones de personas, incluido el genocidio de seis millones de judíos.