Desde lo alto de la colina del complejo de las Cascadas de Ereván, en una cristalina mañana de otoño, la mirada queda hipnotizada por la majestuosa belleza del Monte Ararat, que se yergue al sur de la capital armenia, ya en territorio de Turquía. El eco de mitos milenarios refuerza su magnetismo. Pero, quienes lo desean, también pueden abarcar con la vista algunos elementos clave del pulso de potencias actual en el Cáucaso, que involucra a Rusia con sus deseos imperiales, a Estados Unidos con su sed de deals trumpistas, a la Unión Europea con sus anhelos y dudas de ampliación, a Turquía con sus aspiraciones de potencia media, y a China con sus intereses de conectividad. También pueden percibirse los signos del turbulento camino de los armenios que desean democracia y miran hacia Europa, de un mundo que cambia a velocidad vertiginosa en medio de enorme incertidumbre.

Vista de Ereván con el monte Ararat al fondo, a finales de octubre.

A los pies de la extraordinaria montaña, en el valle que discurre en su flanco oriental, se halla uno de los cruces de fronteras más complejos del mundo: en una superficie diminuta colindan los territorios de Turquía, Irán, Azerbaiyán y Armenia, siendo estos dos últimos países enfrentados durante décadas en un enconado conflicto que parece ahora en vías de solución. Es un nudo de nervios, donde confluyen cristiandad e islam, y donde converge un notable interés de conexión geoeconómica entre Europa y Asia Central (con todos sus recursos energéticos) o China (con su extraordinario potencial comercial) sin tener que pasar por Rusia o Irán, dos Estados que, por distintas razones, no inspiran mucha confianza.

Fuente: Elaboración propia. LUIS SEVILLANO

Ese nudo de nervios fronterizos dice en sí mismo mucho. Pese al incipiente deshielo, las fronteras de Armenia con Turquía y Azerbaiyán siguen cerradas. En el primer linde todavía patrullan ―junto a las armenias― tropas rusas, antigua potencia imperial venida a menos que mantiene efectivos en el país caucásico y se resiste a dejarlo libre. En el linde con Azerbaiyán, en cambio, patrulla una misión civil de la UE.

Sin embargo, quien ha pacificado el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán tras el exitoso ataque que permitió a este último conquistar Nagorno Karabaj, exclave incrustado en territorio azerbaiyano hasta entonces controlado por los armenios, es Estados Unidos. Pudo conseguirlo en virtud de su poder duro, con un acuerdo escenificado por el presidente Donald Trump en la Casa Blanca en agosto. El pacto supone un extraordinario impulso a la proyección de Washington en la zona, con perspectiva de patrimonializar el papel de pacificador mediante el desarrollo de un jugoso corredor económico ―transportes, tuberías, cableados― algo más hacia Oriente. Para halagar al presidente estadounidense, lo han llamado TRIPP: Trump International Peace and Prosperity Path, el corredor Trump para la paz y la prosperidad internacional.

Ferrocarriles

Ferrocarriles a restaurar

Carretera Norte-Sur

Carreteras Este-Oeste sugeridas

Fronteras cerradas

Fuente: Gobierno de Armenia y elaboración propia. LUIS SEVILLANO

En el eje geográfico que discurre entre la colina de las Cascadas de Ereván y el monte Ararat se halla una base aérea en la cual los militares rusos siguen teniendo derecho de desplegar fuerzas. Cual emblema de su persistente pero decadente presencia, las crónicas locales narran que, en una noche de agosto pasado, cerca de la base, un viejo MiG29 que era transportado ―tal vez para ser retirado de servicio― se descolgó del remolque y se empotró en un poste de infraestructura urbana. Ciudadanos locales grabaron y colgaron en redes vídeos de la asombrosa y grotesca visión de un MiG deslizándose y empotrándose en las calles de Ereván. Moscú ha perdido poderío aquí, teniendo que reubicar fuerzas en Ucrania. Pero no ha desaparecido.

La mirada desde la colina ofrece más pistas: las grúas de construcción que jalonan el panorama de Ereván. Son el síntoma de una economía que crece a buen ritmo (alrededor del 5% de incremento del PIB este año, y un 6% en 2024) y de otros factores, entre ellos, probablemente, también la creciente demanda inmobiliaria impulsada por dos olas migratorias: una, la de los rusos que huyeron de Rusia cuando Vladímir Putin lanzó la gran invasión de Ucrania; la otra, la de los ciudadanos de Nagorno Karabaj, que huyeron en masa cuando, en 2023, Azerbaiyán aprovechó hábilmente un contexto internacional favorable para reconquistar el exclave armenio incrustado en su territorio. Rusia, tradicional protectora de Armenia, estaba distraída en Ucrania y disgustada con la voluntad de alejamiento de su órbita de influencia encarnada por el Gobierno armenio surgido por la revolución de 2018.

Son solo algunos destellos del complejo devenir de Armenia y el Cáucaso. A continuación, algunas claves recogidas durante un viaje de estudio financiado por la organización no gubernamental polaca Impact ―que se ocupa de Europa central y oriental―, en el marco del cual se han mantenido conversaciones con una quincena de fuentes. Entre ellos el ministro de Exteriores de Armenia, el jefe del Consejo de Seguridad Nacional, el presidente de la Asamblea Nacional, el enviado especial para las relaciones con Turquía, otros políticos, el embajador de la UE, el líder de la misión de patrullaje europea y representantes de la sociedad civil. Las distintas conversaciones se desarrollaron en régimen de confidencialidad para permitir un intercambio más franco en un contexto de alta sensibilidad. El viaje se suma a otro anterior realizado en Georgia el año pasado.

Rusia

El Gobierno armenio lleva a cabo una política de profundización de relaciones con la UE y EE UU mientras trata de alejarse de Rusia con suma prudencia. La conciencia de los activos de los cuales todavía dispone Moscú para influir o represaliar es tan elevada como la percepción de una voluntad mayoritaria del pueblo armenio de distanciarse del Kremlin. En 2013, un 83% de los armenios consideraba a Rusia el principal amigo del país, según datos del Caucasus Barometer; en 2024 era el 14%.

Los activos de Rusia son muchos. Aunque muy reducida a causa de las exigencias del ataque contra Ucrania, el Kremlin todavía mantiene una presencia militar en el país; dispone de una clave esencial de influencia a través del régimen prorruso de Georgia, país de tránsito comercial esencial para Armenia, a la vista del persistente cierre de las fronteras con Azerbaiyán y Turquía (y ya ha empezado a dar algunos avisos en este apartado); cuenta con valiosos aliados en Armenia, como la Iglesia local, partidos de oposición, oligarcas; controla instrumentos de carácter energético, por ejemplo operando la única central nuclear armenia, o comercial, con intercambios todavía intensos e importantes para Armenia; tiene en su haber también posibilidades de represalia sobre la ingente comunidad armenia residente en Rusia, y por supuesto el arsenal de guerra híbrida, desde sabotajes a interferencias electorales.

Así, Armenia da pasos de alejamiento ―como la congelación de su participación en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (dominada por Rusia), el fin de las operaciones de control fronterizo ruso en el aeropuerto de Ereván, o la diversificación de las importaciones de armas―, pero con mucha cautela.

Cunde en Armenia la sensación de que todo depende del devenir del conflicto de Ucrania, que un interlocutor definió el intento principal de crear una URSS 2.0, de reconstituir un imperio ruso. La sensación es que, de momento, Rusia está sobrecargada ahí y no puede prestar atención a otras zonas, pero, si consiguiera sus objetivos, regresaría para imponer su dominación. Se acabaría el recreo, se empujaría el objetivo URSS 2.0. Cada país de la zona que ha buscado un camino democrático, independiente y de acercamiento a Occidente se ha topado con una guerra: Georgia, Ucrania y Armenia, en forma de consentimiento ruso a la ofensiva azerbaiyana en Nagorno Karabaj. La posición de Armenia, no obstante, es diferente por cuando no tiene frontera con Rusia y no aspira a entrar en la OTAN.

La imagen del MiG empotrado en las calles de Ereván es el símbolo de una Rusia venida a menos aquí. Los armenios bromean sobre la escasez de efectivos rusos diciendo que los guardias del perímetro de la base aérea son pilotos en turno de descanso. Pero el oso sigue teniendo garras para zarpazo, y su asombrosa capacidad para consolidar un brutal régimen autoritario filorruso en una Georgia con amplios anhelos europeos es una lección que pocos subestiman.

Estados Unidos

Washington ha dado un salto hacia adelante en su proyección en la región apoyado en dos patas esenciales de su actual política exterior: el afán pacificador del presidente Trump ―tal vez motivado por el sueño de obtener el Nobel de la Paz― y el de abrir cancha a negocios ―sean de su entorno o más en general de la nación―. La intervención estadounidense para cimentar un camino de pacificación entre Armenia y Azerbaiyán es reiteradamente descrita como decisiva por las fuentes consultadas. Hubo sin duda un camino diplomático previo e independiente, y el nivel de conocimiento del asunto por parte del propio Trump es dudoso -ha confundido reiteradamente Armenia con Albania- pero el empuje de la Casa Blanca ha sido fundamental.

El proceso, como otros, no está ni mucho menos culminado. No obstante, algunos frutos ya son tangibles. La petrolera estadounidense Exxon ha firmado dos acuerdos energéticos recientemente con las autoridades azerbaiyanas, uno de ellos en agosto en Washington, en coincidencia con la visita del presidente Ilham Alíyev para el acuerdo de pacificación en la Casa Blanca. Por otra parte, las compañías estadounidenses sin duda tendrán un papel de peso en el desarrollo del TRIPP, un corredor de transporte, energético y de cableado que pasará a través de Armenia conectando Azerbaiyán con su exclave en territorio armenio, Najicheván. Se trataría de una pieza clave de una nueva conectividad.

Unión Europea

Muchos en el Cáucaso anhelan la integración en la UE. Según un reciente sondeo de la UE, en Georgia hasta un 74% votaría en favor de la adhesión, pero el país va en dirección contraria, dirigido por Bidzina Ivanishvili hacia el autoritarismo ―con fortísima represión de la oposición― y hacia la órbita rusa. En Armenia también el sentimiento proeuropeo es intenso, y en este caso el Gobierno al mando permite movimientos de acercamiento.

Estos, sin embargo, afrontan enormes obstáculos. De entrada, la fatiga, las dudas y los dilemas institucionales dentro de la UE de cara a una nueva ampliación. Después, el difícil camino de adaptación de Armenia a los estándares requeridos. Y, también relevante, que el país vecino esté yendo en dirección contraria.

El mecanismo más viable de acercamiento es el de la liberalización de los visados. Las partes trabajan en ello. Una eventual señal positiva al respecto antes de las elecciones previstas para el año que viene sería por supuesto un enorme impulso para el actual Gobierno. Pero es dudoso que ya por ese entonces el trabajo pueda estar listo desde el punto de vista técnico. Otra cosa es que se quiera de todas formas enviar un mensaje político.

Un aspecto relevante, por supuesto, es el interés europeo en el gas de Azerbaiyán, que supuso un 4,3% del total de las importaciones en 2024. Es una cuota limitada pero significativa, y sobre todo de mucha importancia para algunos países en concreto.

La sustancia geopolítica es que la UE dispone de indiscutible fuerza atractiva y desempeña labores relevantes en Armenia, con desembolsos de fondos, ayuda contra campañas de guerra híbrida y la mencionada misión de monitoraje de la frontera con Azerbaiyán. No obstante, de manera ontológicamente inevitable, se trata de una proyección desdentada. No hay aquí MiG europeo ni siquiera para empotrarse en el mobiliario urbano, ni el poderío para forzar a dos países a sentarse y firmar un papel. Así, pese a los muchos esfuerzos, el corredor estratégico lo desarrollará EE UU más que la UE. El expresidente del Consejo Europeo Charles Michel trabajó en el asunto durante años, y Azerbaiyán dijo muchas gracias y nada más, sintetiza una fuente. Pero vino Trump, y se sentaron a firmar. Asimismo, pese a los muchos esfuerzos y el sentimiento proeuropeo ciudadano, Putin ha conseguido amarrar a Georgia de su lado con una habilidosa acción híbrida.

Turquía

Ankara vive una fase de tangible incremento de su influencia regional, consolidando paso a paso su posición de potencia media, con rasgos casi de no alineado pese a ser formalmente parte de la OTAN. Varios acontecimientos recientes son favorables para Ankara, como la caída del sirio Bachar el Asad ―y el consiguiente debilitamiento de Rusia e Irán―, la pacificación del conflicto con el PKK kurdo y, sin duda, la victoria de Azerbaiyán, país al cual está unido por un fortísimo vínculo, en Nagorno Karabaj.

Precisamente ese vínculo y varios instrumentos de influencia azerbaiyanos han impedido, hasta el momento, que Turquía acceda a la reapertura de su frontera con Armenia, objeto fundamental del deseo de Ereván, porque volaría su casi aislamiento, difuminaría del todo cualquier motivación formal para la persistente presencia de las fuerzas rusas, y abriría una conexión mucho más sólida con Europa. Pero Ankara titubea.

Aunque sea un país más pequeño que Turquía, Azerbaiyán dispone de varios elementos de presión. Están los emocionales, vinculados a los lazos culturales, lingüísticos, religiosos; a cuestiones económicas, desde las exportaciones energéticas a inversiones de capital azerbaiyano; a dinámicas políticas, desde los lazos entre los líderes hasta el relevante papel de la comunidad azerbaiyana en Turquía. Cabe recordar que Recep Tayyip Erdogan ganó las presidenciales de 2023 en segunda vuelta y por escaso margen. Fue decisivo que el candidato que quedó tercero en la primera vuelta con un 5%, de origen azerí, alentó a sus electores a optar por Erdogan en la segunda.

China

Pekín no tiene en Armenia un papel tan relevante como otros, pero no observa inerte el devenir del Cáucaso. Su implicación queda evidente en el proyecto de desarrollo de un puerto de aguas profundas en la localidad georgiana de Anaklia, y en la firma de un significativo memorando de cooperación estratégica con Azerbaiyán, que algunos de los interlocutores señalan como el actor más independiente de la zona. Es sin duda un país en ascenso, y recientemente quedó patente en la llamativa petición de disculpas de Putin ―muy poco dado a ese género de actitudes- a Aliyev por el derribo de un avión comercial azerbaiyano. Putin se enroscó en una larga disculpa con un lenguaje corporal llamativo, mientras Aliyev seguía impasible. A este antecedente se ha sumado esta semana la airada reacción de Bakú a los daños provocados a la embajada de Azerbaiyán en Kiev por un misil ruso.

China, por su parte, trabaja en un discreto segundo plano. Como señaló una fuente armenia, China tiene una manera diferente de hacer política. Cuando la hacen, al principio uno no se da cuenta. Empieza a notarlo después. Sobre todas estas maniobras de potencias grandes y medianas se eleva, magnífico, el monte Ararat.