Durante décadas, los científicos creyeron que el ARN —la molécula que revela qué genes están activos en un organismo— no podía sobrevivir mucho tiempo tras la muerte. Pero un grupo internacional de investigadores acaba de demostrar lo contrario: lograron extraer y analizar ARN de un mamut lanudo que permaneció congelado durante casi 40.000 años.
El hallazgo no solo reescribe lo que se creía posible en biología molecular, sino que también abre una ventana directa al funcionamiento interno de especies extinguidas hace milenios.

 Un hallazgo imposible: ARN activo en un mamut del permafrost

El estudio, publicado en Cell y liderado por el investigador español Emilio Mármol-Sánchez, contó con la participación de científicos de Suecia, Noruega, Austria, Rusia, Dinamarca y Estados Unidos.
Trabajaron sobre restos de un mamut lanudo hallado en el permafrost de Siberia, donde las temperaturas bajo cero habían conservado tejidos de músculo y piel en condiciones excepcionales.

Durante años, se había logrado extraer ADN antiguo, que conserva la información genética hereditaria. Sin embargo, el ARN —más inestable y efímero— parecía fuera del alcance de la paleogenética. Su recuperación permite, por primera vez, ver qué genes estaban activos en los momentos previos a la muerte del animal, es decir, qué procesos celulares estaban en marcha.

 Del hielo al laboratorio: cómo se recuperó el material genético

En 2018, el equipo recolectó muestras en Belaya Gora, al noreste de Siberia, y aplicó protocolos diseñados para evitar cualquier contaminación moderna.
El material fue trasladado a laboratorios estériles en el Centro de Paleogenética de Estocolmo, donde se utilizó tecnología de microcentrifugado y secuenciación avanzada para aislar fragmentos de ARN aún intactos.
El análisis reveló actividad en genes asociados a la contracción muscular y al estrés celular, lo que sugiere que el mamut experimentó tensión física poco antes de morir. También se identificaron microARN —pequeñas moléculas que regulan la expresión génica—, un hallazgo que confirma la autenticidad del material recuperado.

Estas señales biológicas ofrecen una imagen inédita del estado fisiológico del animal en sus últimos momentos, un nivel de detalle jamás alcanzado en fósiles tan antiguos.

 Lo que el ARN revela sobre la vida del mamut

El equipo descubrió que el tejido muscular del mamut aún mostraba rastros de actividad genética, una especie de instantánea de sus procesos celulares al morir.
Entre los genes activos se encontraban los que controlan la contracción muscular, el metabolismo y la respuesta al frío extremo.
El hallazgo confirma que el ARN puede sobrevivir decenas de milenios en condiciones de congelación estable, lo que abre una nueva vía para estudiar cómo funcionaban, se adaptaban y envejecían los animales prehistóricos.

Además, el análisis permitió descartar contaminaciones modernas al detectar mutaciones específicas inexistentes en especies actuales. Cada fragmento de ARN actuó como una huella dactilar biológica del mamut.

 Implicaciones: una nueva era en la biología de lo extinto

Hasta ahora, la paleogenómica se basaba casi exclusivamente en el ADN, que ofrece una foto estática del pasado. El ARN, en cambio, muestra los procesos vivos, revelando cómo se comportaban los genes en tiempo real.
Esta diferencia convierte el nuevo hallazgo en una herramienta revolucionaria: los científicos podrían estudiar cómo respondían los animales extintos al estrés, al clima o a las enfermedades, e incluso reconstruir funciones celulares que hoy se desconocen.

El propio Mármol-Sánchez explicó que el descubrimiento “permite ir más allá de la secuencia genética: entender cómo vivían estos organismos”.
Si se confirman resultados similares en otros fósiles del permafrost, el campo de la paleobiología podría reescribir la historia evolutiva de muchas especies desaparecidas.

 

 

Fuente: Infobae.