Pocos elementos cambian tanto la atmósfera en una casa como la luz. Para el interiorista Alberto Torres, la iluminación no es solo una cuestión estética, sino algo emocional. «Cuando entro a una casa y veo una luz blanca y plana, tengo la sensación de que esa persona no se está cuidando», confiesa. En su estudio, la luz es clave y es un indicador de sensaciones: el bienestar, la calma o el refugio que puede transmitir una bombilla cálida frente al resplandor azul y distante de una fría.

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“La luz cálida me habla de refugio, de intimidad, de la posibilidad de bajar el estado de alerta”, explica. Para él, una luz blanca o azul remite a lugares de tránsito: oficinas, hospitales, espacios donde uno no se detiene. «Cuando la luz es fría, el cuerpo no se relaja; percibe que está de paso. En cambio, la luz cálida invita a quedarse. No es una cuestión estética, sino emocional».

Esa conexión entre luz y emoción es lo que diferencia, según Torres, una casa que simplemente se habita de una casa que realmente se vive. La elección de una bombilla o una lámpara puede parecer banal, pero determina el modo en que sentimos el espacio, e incluso a nosotros mismos dentro de él.
La luz cambia el estado de ánimo
Uno de los fallos más frecuentes, apunta el interiorista, es entender la luz solo como algo funcional. «Se coloca una luz en el techo, blanca, intensa, y ya está. Pero eso no crea atmósfera, ni profundidad, ni ayuda a leer el espacio con sensibilidad».
Para el interiorista, no hace falta una gran reforma para empezar a sentir el cambio. “A veces, basta con cambiar una bombilla o añadir una lámpara de sobremesa. Es increíble cómo una luz cálida, colocada en el punto adecuado, puede transformar el ánimo de una persona al final del día.”
Errores más comunes al iluminar
Uno de los fallos más frecuentes, apunta, es entender la luz solo como algo funcional. «Se coloca una luz en el techo, blanca, intensa, y ya está. Pero eso no crea atmósfera, ni profundidad, ni ayuda a leer el espacio con sensibilidad», advierte Alberto Torres.
También insiste en evitar la uniformidad: «Usar una sola fuente de luz para todo es un error. La luz general es necesaria, sí, pero debe convivir con otras más suaves, más bajas, que cuenten una historia distinta según la hora del día».
Cómo elegir bien la luz en casa
Si una persona quiere volver a sentirse bien en su casa, Torres propone trabajar por capas. “Empieza por una luz general cálida, difusa, que no genere sombras duras. Añade después puntos de luz ambiental en rincones clave: una lámpara de lectura junto al sofá, una luz tenue en el dormitorio que invite al descanso y, alguna luz decorativa que hable de tu personalidad.”

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Y añade algo esencial: la regulación. «Sentirse bien en casa es también poder decidir cómo quieres que te abrace ese lugar según el momento que estás viviendo».

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Entre las tendencias que más le entusiasman, destaca la creciente conciencia sobre la luz emocional. “Cada vez hay más interés por entender que la iluminación puede ser una herramienta de bienestar, no solo de diseño.” Las luminarias portátiles, dice, son una revolución silenciosa: «Permiten moverse con la luz, crear atmósferas sin depender de puntos fijos».

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Lo que no comparte tanto es el abuso de focos empotrados: «Se usan por todo el techo y muchas veces terminan siendo demasiado fríos o planos». En su filosofía, la luz debe servir a las personas, no al diseño por sí mismo.