El 9 de noviembre de 2014 se cumplieron 140 años del nacimiento de Julio Romero de Torres, y desde Érase una vez Córdoba quisimos organizar una visita guiada conmemorativa. Resultó que todas las entidades (en su mayoría privadas) a las que fuimos a pedir un aderezo para la misma nos dieron mucho más de lo que solicitábamos, de forma que aquella pequeña idea se convirtió en una semana de actividades que tuve el gusto de coordinar. También el Ayuntamiento de Córdoba, desde la delegación de Cultura (encabezada entonces por Juan Miguel Moreno Calderón) y especialmente desde la de Turismo (con Rafael Navas Ferrer), apoyó el proyecto. Al igual que Mercedes Valverde, entonces directora de los Museos Municipales de Córdoba.

Así nació la tradición de que quien esto escribe impulsara agendas de actividades en torno a la fecha de nacimiento del pintor. Tanto se asentó el evento otoñal, que los participantes nos iban haciendo propuestas de un año para el otro. Lo mismo ocurría con los nuevos: ellos nos ofrecían sumarse y colaborar.

Año 2014, Mercado Victoria: los impulsores de estos meses de noviembre dedicados a Julio Romero de Torres.

Esta costumbre tuvo un momento inspirador durante una conversación con personal del área de Comunicación del Museo Carmen Thyssen Málaga en 2025. Dicha institución siempre ha llevado por bandera al artista cordobés. La buenaventura fue mucho tiempo su imagen publicitaria y también decora el ascensor. Mientras que el photocall de la entrada reproduce La Feria de Córdoba. Pues me señalaron que ellos «a Julio Romero de Torres, con el tirón que tiene, le dedicarían al menos un mes entero». Ya sabemos que es muy cordobés que los de fuera valoren lo nuestro más que los autóctonos…

Cogí el guante y, de esta forma, Érase una vez Julio Romero de Torres pasó a tomar el sobrenombre de El mes de Julio Romero de Torres, englobando también el 23 de noviembre, fecha en la que se inauguró su museo en 1931.

Acumuladas cinco ediciones, fui dando un ciclo por cerrado, en gran medida porque, aunque se habían unido Diputación de Córdoba, Ayuntamiento de Montilla y Junta de Andalucía, la participación del Ayuntamiento de Córdoba se había vuelto imprevisible (repuntando solo en una ocasión, gracias a David Luque, que durante un tiempo fue concejal de Cultura).

Curiosamente, justo después de tomar la decisión de cerrar el lustro de conmemoraciones otoñales, la editorial Almuzara me encargó un libro sobre Romero de Torres que vio la luz en febrero de 2021, de manera que seguí vinculado a la divulgación del pintor.

En invierno de ese mismo 2021 almorcé en Málaga con Enrique Ortega, jefe del Departamento de Museos del Ayuntamiento de Córdoba, tras asistir ambos a la inauguración de una exposición sobre el artista cordobés y José Gutiérrez-Solana. Le recordé que en 2024 se cumplirían 150 años del nacimiento de Julio y que habría que empezar a trabajar en la conmemoración.

Hablamos de que hubiera proyección al exterior, como la que suponía aquella muestra en la capital de la Costa del Sol… y Enrique lo cumplió: todos recordamos la imagen de La chiquita piconera colgada en «el Thyssen» (en este caso, el de Madrid). Aunque es cierto que las energías se dispersaron porque cada institución cordobesa hizo su propio programa de actividades, se ocupó de nuevo el mes entero. Y el consistorio remató sus actos con la adquisición de la obra Rivalidad para lucirla en el Museo Julio Romero de Torres.

Tras ello, la determinación de Isabel Albás, actual concejala de Cultura, de volver a convertir noviembre en el mes de Julio Romero de Torres (esta vez, ya sí, impulsado por el ayuntamiento) ha llevado a que en 2025 tengamos una nutrida y variada agenda de actividades; tan nutrida como nunca llegó a haberla (por limitaciones obvias) cuando era mi pequeña empresa la que lideraba. Isabel (una persona tan vital y optimista que, cuando le preguntas cómo está, responde con un «rozando la perfección») no es cordobesa… quizá por eso ve claramente el valor y el potencial del legado juliorromeriano.

Se da además la circunstancia de que el coordinador de este noviembre es Gonzalo Herreros Moya, desde hace unos meses director de los Museos Municipales de Córdoba y amigo de quien esto escribe, que ya participó en varios de mis programas de 2014 a 2018. Gonzalo llegó al cargo con la intención de recuperar el evento, y no solo ha mostrado una capacidad sobrada para el puesto, sino también frescura, así como la transversalidad y el desapego al protagonismo imprescindibles en estos saraos.

Por cierto, debo agradecer que este año los organizadores han decidido hacer un guiño al origen de la tradición dándome un sitio, invitándome a moderar tres tertulias durante tres lunes consecutivos. La primera ya tuvo lugar el lunes pasado, pues escribo estas líneas cuando hemos alcanzado la mitad del mes. Quince días que, entre los lodos de aquellos barros míos, la convicción de Isabel, el aporte de muchos (como Fuensanta García de la Torre) y, sobre todo, el trabajo de Gonzalo, han salido… rozando la perfección.