La transformación tecnológica en el combate aéreo ha alcanzado un punto en el que las tácticas heredadas del siglo XX han dejado de ofrecer garantías mínimas de supervivencia. Durante décadas, los pilotos podían confiar en el vuelo rasante para penetrar defensas hostiles: la curvatura del planeta, las sombras del terreno y el ruido de fondo ocultaban aviones que se deslizaban a toda velocidad bajo el horizonte del radar.
Ese mundo ha desaparecido.
El fin de las viejas certezas. Recordaban en un amplio reportaje en Insider que la modernización de los sensores y misiles, la proliferación de radares de barrido electrónico avanzado, la expansión de los sistemas que ven más allá de la línea de visión y la vigilancia aérea permanente han creado un entorno donde ya no existen altitudes seguras.
La idea de que el terreno protege es, para las fuerzas aéreas contemporáneas, una reliquia. Las distancias de detección han pasado de ser un inconveniente táctico a convertirse en un condicionante estratégico que puede abarcar regiones enteras, redefiniendo la forma en que un país planifica su defensa y su ofensiva.
El ejemplo británico. Contaba el vicemariscal del aire James Beck, director de capacidades y programas de la RAF, que cuando volaba el avión de combate polivalente Tornado a principios de la década de 2000, todavía se daba por sentado que volar a muy baja altura permitiría a una formación penetrar en territorio enemigo sin ser detectado por sus sistemas integrados de defensa antimisiles.
El militar ahondaba en la misma teoría, que las nuevas tecnologías de radar y misiles han provocado una especie de «aplanamiento de la tierra» que pone en mucho mayor riesgo incluso a las aeronaves que vuelan a muy baja altura.

El Eurofighter Typhoon con el carenado de la nariz retirado, dejando al descubierto su antena de radar AESA Euroradar CAPTOR
El crecimiento de zonas prohibidas. En este punto, las estrategias de anti-acceso y denegación de área, antes limitadas a cinturones defensivos alrededor de puntos críticos, se han expandido hasta configurar espacios operativos que abarcan países enteros y que, en pocos años, podrían extenderse sobre continentes en su totalidad.
Por ejemplo, el auge de radares OTH capaces de “ver” tras la curvatura terrestre, el incremento del alcance de misiles superficie-aire o la multiplicación de plataformas aéreas que patrullan de forma continua han creado burbujas defensivas en las que entrar se convierte en un ejercicio de alto riesgo incluso para flotas avanzadas.
El peligro aéreo. Este fenómeno no solo cambia la forma de planear ataques profundos, sino también la estructura de prioridades en la que operan las potencias aéreas. Controlar el aire deja de ser un objetivo más y se convierte en la condición indispensable para que cualquier otra operación (golpear nodos de mando, degradar logística enemiga o destruir silos de misiles) sea siquiera concebible.
En los conflictos recientes, especialmente en la guerra de Ucrania, la incapacidad de cualquiera de los dos bandos para dominar el aire ha generado un campo de batalla congelado por defensas densas, donde los aviones vuelan pegados al suelo solo para lanzar armamento a distancia y donde la penetración profunda ha desaparecido de la ecuación.

Un Tornado de las fuerzas de Alemania
Los sensores y la vulnerabilidad. La evolución de los radares AESA, capaces de detectar múltiples objetivos a gran velocidad y de ajustar su haz con precisión electrónica, combinada con la expansión de sensores terrestres, navales, aéreos y espaciales, ha creado una red que reduce el margen de error prácticamente a cero. Los sistemas de vigilancia ya no dependen de una sola capa ni de un único tipo de plataforma: funcionan como un entramado que se superpone, se replica y se expande, manteniendo una vigilancia continua con capacidad de respuesta inmediata.
En ese contexto, incluso los misiles han ampliado su radio de acción con una velocidad que supera la capacidad de modernización de muchas fuerzas aéreas. La consecuencia es un entorno en el que el avión que no cuente con una firma o señal reducida, una conectividad ampliada y una fusión de sensores a nivel de plataforma simplemente no podrá sobrevivir al cruce del umbral enemigo.
Nuevas capacidades aéreas. En el reportaje de Insider los militares británicos ahondaban en una idea: la aceleración de la innovación obliga a reconfigurar tanto los sistemas existentes como la arquitectura futura de las fuerzas aéreas. Modernizar el mando y control, integrar sensores distribuidos en múltiples dominios y ampliar el alcance de las defensas activas y pasivas se vuelve tan crucial como desarrollar nuevas generaciones de aviones.
Las plataformas actuales de quinta generación, como el F-35, representan el mínimo necesario para operar en un espacio aéreo saturado, aunque ya no bastan por sí solas para garantizar esa penetración en profundidad. Los cazas de sexta generación deberían incorporar invisibilidad integral, gestión inteligente de señal, enjambres de drones acompañantes (ya se está probando) y capacidades autónomas de selección y ataque de objetivos situados detrás de redes defensivas cada vez más complejas. Es decir, que allí donde un piloto del pasado confiaba en su pericia y en el terreno, el piloto del futuro dependerá de ecosistemas completos de plataformas tripuladas y no tripuladas, conectividad permanente y análisis táctico en tiempo real.
Una verdad básica. La experiencia reciente demuestra que la guerra moderna castiga a quien renuncia al dominio aéreo. Sin irnos muy lejos, en Ucrania, ambos bandos han perdido la capacidad de operar libremente sobre territorio enemigo debido a defensas densas, móviles y altamente sofisticadas. Este estancamiento aéreo ha prolongado el conflicto, ha incrementado la dependencia de drones y misiles y ha reducido la movilidad operativa en tierra.
Las advertencias de los mandos occidentales subrayan la urgencia de aprender de este escenario, porque la velocidad del cambio no hace más que aumentar. La próxima década apunta a desafíos impulsados tanto por estados como por actores no estatales, con sistemas avanzados cada vez más baratos, más accesibles y más difíciles de neutralizar.
Imagen | Ministry of Defence/CPL Mike Jones, Nara, ILA_Berlin
En Xataka | Las 10 fuerzas aéreas más poderosas del mundo, comparadas en un gráfico esclarecedor

