BarcelonaRaphael J. Landovitz es una de las voces más autorizadas en el mundo en prevención y control del VIH. Es el director del centro para la identificación, prevención y tratamiento del virus de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y jefe de la División de Enfermedades Infecciosas de David Geffen School of Medicine de la misma universidad, desde donde lidera investigaciones clínicas de impacto mundial sobre la enfermedad. Ha visitado Barcelona con motivo de la jornada pensada para romper barreras de acceso a la píldora preventiva del VIH, un tratamiento llamado profilaxis de preexposición (PrEP), que ha organizado el BCN Checkpoint, centro de referencia del control de la infección. En Cataluña, las listas de espera para el tratamiento son cada vez mayores, el Govern desconoce cuántas personas están pendientes de recibirlo y ya se han detectado las primeras infecciones entre personas que llevan más de dos años en la cola por una píldora que les habría protegido del virus.

¿Cómo funciona la PrEP?

— Son medicamentos antirretrovirales contra el VIH. Si pensamos en el virus como un robot que tiene engranajes, estos medicamentos actúan como si lanzaras una llave inglesa y ésta quedara varada, impidiendo que los engranajes giren y que el robot avance. Así, el virus ya no se puede replicar dentro del cuerpo de la persona y, por tanto, se esquiva la infección. Es una herramienta muy potente de prevención.

¿Y en qué punto está su implementación en todo el mundo?

— Hemos fracasado a la hora de llevarla a las personas que más la necesitan y es uno de los mayores retos que tenemos actualmente. Cada vez tenemos más herramientas de prevención, pero si no conseguimos hacerlas llegar a los países que sufren más los efectos del VIH, no habrámos conseguido nada desarrollando estos productos.

Incluso en los países con más recursos existen problemas de acceso.

— Sí, en Estados Unidos, por ejemplo, tenemos un sistema sanitario muy fragmentado que hace que las herramientas de prevención no lleguen a las poblaciones más pobres, las minorías raciales, el colectivo trans o las personas que se inyectan drogas. Las personas con bajo nivel socioeconómico, pocos estudios o que no están vinculadas al sistema sanitario no podrán acceder a la PrEP.

Aquí tenemos largas listas de espera.

— Sí, en Cataluña tiene menos herramientas de prevención y, además, su coste recae completamente en el departamento de Salut. Esto obliga a racionar los fármacos disponibles. Cuando sale de un presupuesto hospitalario, los centros deben tomar decisiones muy difíciles sobre dónde destinar los recursos y no les envidio para tener que tomar estas decisiones, ya que pase lo que pase alguien saldrá perjudicado.

El gasto de tratar a alguien con VIH es más alto que el de prevenir a alguien de infectarse.

— Sí, es una enfermedad con consecuencias de por vida y comporta unos costes adicionales si no se previene. Para mí es una oportunidad perdida y no sólo culpo al Gobierno, creo que debe haber un esfuerzo colectivo por mejorar la prevención. Debe haber apoyo del sector privado, soporte del sistema de salud y apoyo global. Y sobre todo voluntad política, alguien que lo coordine, y eso todavía no ha ocurrido.

¿Usted entiende que no se destinen más esfuerzos teniendo herramientas preventivas tan potentes?

— Mucha gente piensa que la epidemia del VIH ya ha terminado, que ya está resuelta. Al tener tratamientos, ya no es importante. Hay que hacer campañas de educación y de concienciación a los líderes políticos y aquellos que toman decisiones para hacerles entender que no ha terminado, ni local ni globalmente. Está a sólo un vuelo en avión que vuelva a ser un problema. Ignorar esto y las oportunidades de prevención es un error.

Este año la administración de Donald Trump ha recortado muchos proyectos de cooperación internacional por el control del VIH. ¿Qué impacto cree que tendrá?

— Los recortes de Estados Unidos en investigación tendrán un efecto devastador e irreparable para la salud global. Se necesitaron treinta años de progreso para implementar algunos de estos programas para el tratamiento y la prevención del VIH, es decir, que en sólo seis meses se han cargado tres décadas de lucha contra el virus. Aunque se volvieran a destinar los mismos recursos que antes, el personal ya se ha ido y las clínicas se han desmantelado. Es una pérdida devastadora de la que tardaremos años en recuperarnos. Si es que lo hacemos.

¿Cuál cree que debería ser la respuesta de los demás países?

— Espero que den un paso adelante y cubran al menos parte de los vacíos que ha dejado ese abandono por parte del gobierno de Estados Unidos. Mirando atrás, quizá debería haberse hecho un esfuerzo por ser más independientes, pero nadie podía prever que la política exterior estadounidense cambiaría de esta manera. No había pasado con ninguna administración hasta ahora.

¿Qué cree que ocurrirá si no llegan nuevos recursos?

— Estoy absolutamente aterrorizado de que tantos años de progreso se pierdan. Ya está pasando de forma muy dramática en África y sólo es cuestión de tiempo que pase en otras regiones. La cifra más inquietante que he visto hasta ahora es que 400.000 personas han muerto ya a causa de los recortes de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) desde enero.