La victoria de Zohran Mamdani a la Alcaldía de Nueva York, convertida en un inesperado cortafuegos frente al avance de la ultraderecha, ha reabierto el debate sobre cómo articular respuestas políticas capaces de reconectar con un electorado cansado. Su campaña, centrada en la vida cotidiana y en movilizar a quienes habían desconectado de la política, se observa ahora desde otras latitudes, incluida la Comunidad Valenciana, como un posible espejo en plena transición tras la dimisión de Carlos Mazón y con un nuevo escenario institucional condicionado por Vox.
La política desde lo cotidiano emerge como alternativa real frente al avance de la ultraderecha
El politólogo y director de BetaConsulting, Álvaro Ortuño, advierte de que las comparaciones internacionales deben manejarse con cautela, pero subraya que la campaña neoyorquina funcionó porque «se basó en acciones concretas y medidas económicas y de vivienda para la gente real». Frente a dinámicas más identitarias o de choque ideológico, Mamdani construyó un liderazgo cercano y práctico, alejado del ruido nacional y sostenido en propuestas verificables que conectaban con la experiencia cotidiana de los votantes, desde el precio del alquiler hasta el acceso a servicios básicos.
«La gente empieza a hartarse del odio y quiere soluciones particulares»
Para Ortuño esa lectura es especialmente útil en un escenario como el valenciano, marcado por meses de confrontación política y desgaste institucional. «En un contexto así hay que elegir las batallas», señala, porque una parte creciente del electorado «empieza a hartarse del odio generalizado y quiere soluciones particulares». Nueva York, sostiene, demuestra que las pequeñas discusiones sobre lo posible, las que afectan al día a día, pueden abrir espacios de victoria incluso en climas enrarecidos.
La campaña de Mamdani también evidenció que frenar a la ultraderecha no exige moverse hacia el centro, sino volver a mirar la vida cotidiana. «Su estrategia no fue tanto ideológica como práctica: hablar de vivienda, de transporte, de los precios que ahogan a las familias», apunta la experta en comunicación política Diana Rubio. Esa recentralidad de lo material, sostiene, es plenamente trasladable a la Comunidad Valenciana, donde el malestar por el coste de la vida y la precariedad juvenil dibuja un terreno fértil para discursos más pegados a la realidad.
«Se demuestra que se puede frenar a la ultraderecha sin moverse hacia el centro»
Rubio insiste en que el éxito del alcalde neoyorquino combina un perfil personal empático —«joven, hijo de inmigrantes, con una historia real de compromiso social»— con una arquitectura política muy definida: financiación limpia, trabajo de base y una narrativa clara de «nosotros contra los poderosos». Esa fórmula, afirma, puede adaptarse al contexto valenciano siempre que haya liderazgos cercanos y reconocibles, capaces de construir comunidad política desde abajo y con un propósito coherente.
El triunfo de Mamdani, recuerda el profesor de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Ernesto M. Pascual, se explica por una combinación poco habitual en campañas locales. «Una campaña de base centrada en el puerta a puerta y las microdonaciones», una agenda material «basada en temas concretos: alquiler, transporte, salarios» y una coalición amplia que sumó a jóvenes, trabajadores de servicios y minorías. Incluso supo modular su discurso en el tramo final, enmarcando el debate sobre Gaza en claves de derechos humanos y convivencia local para ampliar apoyos sin renunciar a sus principios.
«En la Comunidad Valenciana el tablero es distinto, pero los problemas se parecen»
A partir de ese esquema, Pascual identifica varios aprendizajes útiles para la Comunidad Valenciana: una «agenda de bolsillo» con hitos verificables a 12 o 18 meses —desde un parque público de alquiler hasta bonos de transporte o refuerzos en salud mental—; un marco de «orden con derechos» que combine policía de proximidad con datos abiertos y oficinas contra delitos de odio; y coaliciones cívicas amplias en barrios tensionados. «El centro no se gana por moderación retórica, sino por gestión verificable», resume.
«Podemos aprender de campañas ajenas y adaptar conceptos y estrategias»
La campaña neoyorquina, sin embargo, no puede copiarse de forma mecánica. El profesor de Comunicación Política de la Universidad de Navarra Jordi Rodríguez Virgili recuerda que «las campañas no son replicables» y que cada contexto político y mediático exige su propia traducción. Aun así, sí ve aprendizajes claros: asumir riesgos, probar formatos simbólicos y organizativos distintos y hablar «de forma clara, sencilla y nítida» de los problemas reales de la gente. Esa combinación, señala, permite recuperar credibilidad en un entorno donde el votante ya no distingue entre lo digital y lo territorial, sino entre mensajes que le interpelan y mensajes que no.
En la Comunidad Valenciana, donde la agenda estará marcada por la influencia de Vox, estos aprendizajes apuntan a una idea compartida por los expertos: las alternativas se construyen desde lo material, la credibilidad y la gestión verificable, no desde la imitación del ruido.
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