Piscina-Club Stella: un icono del tardorracionalismo y un oasis de libertad madrileña en peligro de desaparición
Si has pasado por la M-30, seguro que lo has visto sin lograr entender del todo qué era. Parece una especie de buque blanco varado en mitad del verde de la vegetación, una rara avis curva y racionalista en medio de un paisaje completamente ajeno, bautizada como ‘Stella’.
Por supuesto, cuando se inauguró, esta piscina-club (eso es lo que hay tras su curiosa fachada) no estaba al lado de una autovía, sino en mitad de un espacio mucho más amable, en el que se erigía como oasis urbano. Agua, pero también jardines, una peluquería, un gimnasio, varias pistas de frontón, una bolera, un salón de baile, un bar, un restaurante y un bingo formaban parte de las sofisticadas instalaciones ubicadas en Arturo Soria. Las mismas, innovadoras incluso en su época, fueron proyectadas en estilo racionalista por Fermín Moscoso del Prado en 1945 y ampliadas por Luis Gutiérrez de Soto en 1952, en lo que ya fue un gesto tardorracionalista del conocido como el arquitecto de la modernidad en Madrid.
El Stella contaba con un servicio cinco estrellas, que incluía camareros formados en hostelería que hablaban inglés (una rareza en la época). Se encontraba cerca de la base de Torrejón de Ardoz, por lo que pronto fue frecuentado por militares norteamericanos junto con sus familias, pero también por artistas, miembros de la aristocracia, deportistas… Todo el que era alguien –y, los jueves, también sus criadas y sirvientes– se dejaba ver por ese refugio liberal que atendía a más de 1.000 personas al día, en el que, en plena dictadura, se permitía el bikini, y más tarde, incluso el topless y el nudismo.
Esta estampa irrepetible, sin embargo, cerró sus puertas en 2006, cuando nuevas formas de ocio terminaron por desbancar su oferta. Desde entonces, vive un profundo declive, que la bancada socialista madrileña intenta salvar proponiendo su categorización como Bien de Interés Patrimonial (BIP)
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