La Navidad es un curiosísimo experimento social en el que todos los humanos hemos firmado, más o menos, el mismo contrato. Entendemos (acordamos) que una etapa termina pero otra empieza, siempre con el deseo de que vaya igual o mejor que la anterior, en ningún caso peor; y entre la embriaguez de deseos y el atracón de promesas, se nos está muriendo el año. Es la civilización una desagradecida para el paso del tiempo, pues festeja, en casi todo el mundo, el deceso de una época.
También ocurre en España que el fallecimiento del año viene acompañado de la ilusión de la Lotería de Navidad. De nuevo, sale en tromba el humano a las calles, a comprar esperanza grabada en cinco cifras, un número de serie y una fracción; y adquiere el español (o cree adquirir) la bruja buena, la de la beneficencia, un billete de ida a la adinerada prosperidad del año nuevo. Las emociones son complejas y no es fácil ser optimista, pero en Navidad cuestan tan solo 20 euros.
Llega el culmen de la expectativa cuando compramos a consciencia un número que representa, aquí lo macabro, la muerte de alguien. Si Jane Goodall falleció el pasado 1 de octubre (el 1/10/2025), algunos pensarán que la etóloga aún les puede hacer un favor si compran el número 011025. No es nada nuevo creer que los muertos nos cuidan desde el más allá, pero permítanse la sorpresa si alguien les cuenta que los muertos nos harán ricos.
¿En qué muertes posamos este año las esperanzas de nuestra vida? El más creyente comprará el 21425, fecha en la que murió el papa Francisco I. Los faranduleros adquirirán el 19225 y el 16925, días en los que fallecieron los actores Tony Isbert y Robert Redford. Los bigotudos envalentonados comprarán el 24725, día en el que Hulk Hogan se despidió de esta vida.
El aficionado a la literatura y a los escándalos del corazón buscarán el 13425, última jornada de Mario Vargas Llosa en el mundo de los vivos. El amante de la fotografía, por su parte, querrá tener en el bolsillo el décimo que homenajea la muerte del fotógrafo Sebastiao Salgado, el 23525. El melómano que aún no ha superado el deceso de Ozzy Osbourne tendrá que comprar el 22725. Quien quiera depositar su suerte en las manos de Giorgio Armani, adquirirá el 040925.
Se cierra el último fascículo de 2025, la escena se consuma y se remata con la compra de un ticket que cada quien le da el valor deseado, aunque sea un ratito de ilusión.
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