LeBron James está a un paso. Es lo que dicen todas las informaciones y lo que está deseando la estrella, que por primera vez en su carrera no estuvo en el partido inaugural de la temporada y todavía no ha debutado. Las molestias físicas que ha arrastrado desde verano han impedido su presencia, pero todo indica que debutará próximamente y, de hecho, el partido que los Lakers tienen contra los Jazz en la noche del martes al miércoles podría suponer el retorno del Rey. JJ Redick, el entrenador, ha dejado en el aire su presencia y ha dicho que está “por verse” si el debut se produce ahí. De una forma u otra, el regreso parece inminente y se podría dar en una semana en la que los Lakers juegan otra vez contra los Jazz en Salt Lake City y posteriormente frente a Clippers y Mavericks en el Crypto Arena.
Es, pase lo que pase, una gran noticia para los angelinos, que con un balance de 10-4 (y tres victorias en los últimos cuatro partidos) están en la cuarta posición de la Conferencia Oeste y experimentan grandes sensaciones. Algo que, de hecho, obliga a LeBron a estar a un gran nivel. De eso mayormente pueden depender las opciones de los Lakers esta temporada, en la que han conformado una gran plantilla con acertados movimientos veraniegos que están funcionando (DeAndre Ayton, Marcus Smart…) y han mostrado una gran sintonía y labor grupal y colectiva en los encuentros disputados. Juegan, ganan y encima dan la sensación de disfrutar haciéndolo, amasando un gran récord en el inicio de curso incluso con victorias en partidos en los que tampoco ha estado Luka Doncic.
La situación de LeBron en los últimos meses ha sido particularmente sombría. Parece ser que el jugador tanteó la posibilidad de renovar, pero que los Lakers no estuvieron interesados. Esto hizo que LeBron se acogiera a la player option de más de 50 millones que tenía pendiente mientras amagaba con cierto vacile con un retiro que nunca llega para anunciar una marca de coñac y vacilar a todo el mundo. Su protagonismo es innegable y perenne, pero es una realidad que los angelinos han entregado las llaves de la franquicia a Luka Doncic, al que se encomiendan en cuerpo y alma, y se han dedicado a verlas venir mientras dejan que el Rey decida su futuro sin que parezca que les importa demasiado que se diga adiós al baloncesto en Los Ángeles o en cualquier otro sitio.
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El entorno de LeBron (que cumplirá 41 años el 30 de diciembre y disputa su 23ª temporada en la NBA, más que nadie) ya dijo que quería que el jugador tuviera restricción de minutos y buenos descansos con la vista puesta en abril y los playoffs. Y el propio jugador, que ha estado asignado al filian de los Lakers en la G League para entrenar y tener contacto con el balón, ya filtró que se dedicaría a valorar como estaba el equipo entre bambalinas y mientras se recuperaba. El connato de rebelión se ha apaciguado por el buen momento del equipo y parece que a la estrella no le va a quedar más remedio que dejarse de historias e intentar dar su mejor versión. Porque sólo así existirá una posibilidad de conquistar su quinto anillo antes de retirarse y ganar más argumentos en el debate del mejor jugador de todos los tiempos. En esas está LeBron James. A punto de regresar. Tic, tac, tic, tac…
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