Cuando Joaquín Cabezas (Palencia, 1982), licenciado en Medicina por la Universidad de Valladolid, acabó el MIR en Valdecilla en 2011 la hepatitis C era una … enfermedad crónica, que con frecuencia abocaba al trasplante de hígado, sin vacuna y con un tratamiento con demoledores efectos secundarios. Hoy, como responsable de la Unidad de Hepatitis Virales del hospital, le enorgullece decir que «estamos muy cerca de la eliminación del virus en Cantabria», de cuyo avance ha sido testigo desde que llegaron las primeras terapias milagro a la región (2014), de la mano del reconocido hepatólogo Javier Crespo, en aquel momento jefe de servicio de Digestivo, quien lideró esa lucha.
–Valdecilla acaba de ser reconocido por su excelencia en la eliminación de la hepatitis C, ¿se puede decir que Cantabria es una de las comunidades con menos hepatitis de España?
–Sí. El certificado de la Asociación Española para el estudio del hígado (AEEH) es un reconocimiento a la trayectoria de Cantabria. Aquí también tenemos la suerte de disponer de Cohorte Cantabria, que nos hace de centinela en muchas enfermedades, en concreto en la hepatitis C.
–¿El resto de comunidades autónomas pueden decir lo mismo?
–Quizás la que más se aproxima a tener unos datos fieles es Galicia, que va un poco de la mano de Cantabria por su sistema de evaluación y manejo de la hepatitis C. Sí que tenemos datos en España del impacto de la enfermedad que indican que casi nadie ingresa en un hospital con problemas hepáticos graves derivados de la infección. Es alentador tener un acceso universal al tratamiento fácil y seguro. Esto sí se puede decir bien alto, no ingresan y el trasplante con motivo de una hepatitis C está cerca de ser algo extremadamente raro. Es más, la hepatitis C va a ser una enfermedad rara, lo cual nos tiene que llenar de mucho orgullo.
Desde 2014
«Casi 2.000 personas han recibido el tratamiento en Cantabria, con una tasa de curación superior al 95%, si se toma adecuadamente»
–¿Entonces en Cantabria es realista el objetivo de la OMS de eliminar la hepatitis C para 2030?
–Absolutamente. Estamos muy cerca ya de la eliminación, será un hito magnífico. La OMS también propone entre sus objetivos disminuir la carga de la enfermedad, las complicaciones hepáticas, cáncer de hígado… y esto se va haciendo una realidad cada vez más próxima.
–¿Cómo ha evolucionado el plan de eliminación de la hepatitis C?
–En 2019 hicimos la primera versión, actualizada en 2023. Empezamos facilitando el diagnóstico. Con una muestra de sangre, Microbiología determina si la infección está activa. Si es así, se envía una alerta informática dentro del hospital para que esa persona sea citada en Digestivo. El mismo día que le vemos se le cita en la farmacia del hospital para llevarse el tratamiento (una pastilla al día durante ocho semanas). El proyecto desarrollado en El Dueso en 2015 y 2016 fue un ejemplo en España y en el mundo de cómo una atención integral logra eliminar la infección. Algo similar hicimos en el centro de inserción José Hierro. En el hospital han colaborado con nosotros para alcanzar estos hitos servicios como Hematología, Infecciosas, Ginecología…
–¿Cuántos pacientes se han llegado a curar en estos diez años?
–Casi han recibido tratamiento 2.000 personas desde el inicio de la disponibilidad de los agentes antivirales directos. Y la tasa de curación de los que toman adecuadamente la medicación es superior al 95%; me atrevería a decir que incluso del 99%. Es súper efectiva y apenas tiene efectos secundarios. Su finalidad es curar casi con certeza absoluta.
Precio
«Hoy en día podrá estar entre los 3.000 y los 5.000 euros por terapia, frente a los 80.000 euros que costaba hace diez años»
–¿Qué curación se alcanzaba antes de la revolucionaria terapia?
–Antes de que dispusiéramos de los agentes antivirales de acción directa, el tratamiento era interferón, inyecciones de administración semanal con importantes efectos secundarios, una duración de un año y, bueno, una tasa de curación en el mejor de los casos del 30% al 50%.
–¿Todavía existe desconocimiento en la población sobre el tratamiento de la hepatitis C?
–Sí, todavía hay personas que piensan que el tratamiento sigue siendo interferón o que creen que no hay tratamiento.
–¿Cuántas personas pueden estar infectadas sin saberlo?
–Un tercio de los sujetos que diagnosticamos desconoce que tiene la infección. El reto está en descubrir a todas esas personas que no lo saben. De ahí la importancia de instaurar herramientas para que se diagnostique de forma oportunista cuando tienen un contacto con el sistema sanitario (aprovechar cualquier analítica de sangre). Hay que recordar que es una enfermedad asociada a un alto estigma. La recomendación cada vez más extendida es hacer un cribado, al menos en un segmento concreto de población, y tener una determinación del hepatitis C una vez en la vida. Un dato súper importante es que aunque te hagan una analítica y la serología sea positiva, sólo el 3% tiene al final la infección activa, esto es extraordinario, porque hace diez años ese porcentaje era del 30% al 50%. Es un reflejo indirecto de que las cosas se están haciendo bien, de que durante todos estos años se ha ido eliminando tanta infección que ahora digamos que el resto que queda de ese virus en la población sería ese 3%.
–¿Cuánto tiempo puede tardar el virus en dar señales, en manifestar que hay infección?
–La persona puede empezar a presentar síntomas cuando el hígado ya tiene una enfermedad avanzada o ha desarrollado cirrosis. La progresión es altamente variable. En el entorno de 10 o 30 años entre un 15% y un 30% puede alcanzar la fase de cirrosis. Durante todo este periodo puede no dar ningún síntoma. Es decir, tenemos tiempo para poder hacer un diagnóstico precoz y prevenir la enfermedad completamente, porque los tratamientos disponibles cambian la historia natural de la enfermedad.
–Aún así, sigue muriendo gente en España a causa de las complicaciones de la hepatitis C.
–Sí, es una realidad, pero cada vez más escasa. Creo que las personas que puedan tener complicaciones derivadas de la hepatitis C habitualmente son aquellos sujetos que no han entrado en contacto con el sistema de salud para que hayamos podido abordar la infección o que tienen alguna otra enfermedad hepática añadida (consumo de alcohol, hígado graso o la esteatosis hepática metabólica).
–Hace un año se paralizó el cribado de hepatitis C que se realizaba en Urgencias de Valdecilla, ¿se contempla reactivarlo?
–Nos sirvió como experiencia piloto. Próximamente, le podremos dar un impulso, quizás haya que afinar más la población diana que pueda ser susceptible de ofrecerles el diagnóstico (por ejemplo, centrarlo en mayores de 40 años, que es donde vamos a hacer el sistema mucho más eficiente). Es una oportunidad para poder identificar sujetos que desconozcan la infección. En el pequeño proyecto que hicimos, un tercio de estos sujetos ya tenían enfermedades avanzadas, con lo cual son personas que van a tener una enfermedad crónica y van a necesitar una atención continuada en nuestro sistema de salud y eso potencialmente es prevenible.
–¿Ese cribado no debería ampliarse a Atención Primaria?
–Lo ideal es que elaboremos herramientas en nuestro sistema informático que automaticen y faciliten al facultativo la solicitud, para hacerlo lo más fluido posible.
–¿Cuánto cuesta hoy en día curar una hepatitis C?
–Probablemente, hoy en día sea entre 3.000 y 5.000 euros el tratamiento, frente a los 80.000 euros que costaba hace diez años. El beneficio que se obtiene no tiene precio: es medicación en pastillas, sin apenas efectos secundarios y la curación se alcanza en más del 95% de los casos.
–La estrategia se centró en la hepatitis C, porque no tiene vacuna, ¿podría hacer un repaso rápido de los diferentes tipos de hepatitis que hay?
–Las de las vocales, la A y la E, provocan infección aguda, se transmiten por contacto, alimentos… y habitualmente se curan solas. No generan problemas graves. La A tiene vacuna, indicada en grupos de riesgo. Y luego están las de las consonantes: B, C y D. La B, como la C, se puede transmitir por la sangre y también provoca enfermedad hepática crónica, pero tiene vacuna –en España se vacuna a todos los recién nacidos desde los años 80-90, lo que genera una protección en más del 90%–. La D afecta a personas que tengan la hepatitis B y es la que más rápido deteriora el hígado. Como hay poca B, la carga de enfermedad de la D es poca también.