Coinciden estos días en la cartelera teatral tres espectáculos que tienen como eje central la educación: Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!, Historia de una maestra y La escuela perdida. “Formar ciudadanos críticos, no súbditos obedientes: seres humanos conscientes de sus derechos y su dignidad”, afirma el dramaturgo y académico José Luis Gómez, que a sus 85 años y celebrando el 30º aniversario del Teatro de la Abadía de Madrid, que él mismo creó, confiesa estar ante lo que considera uno de los mejores montajes de su larguísima trayectoria, Francisco Ferrer ¡Viva la Escuela Moderna!, que se representa en la Abadía hasta el 7 de diciembre.

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Protagonizada por Ernesto Arias, Jesús Barranco, David Luque y Lidia Otón, esta obra, basada en el libro del belga Jean-Claude Idée, reconstruye el dudoso proceso judicial del pedagogo y activista, millonario subversivo y fundador de la Escuela Moderna, que fue condenado a muerte y ejecutado en 1909, acusado de ser uno de los instigadores de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona. “Ferrer pagó con su vida la defensa de la libertad de pensamiento y eso nos hace, como sociedad cívica, estar en eterna deuda con él. En un mundo donde la información abunda pero la comprensión escasea, donde la tecnología crece más rápido que nuestra conciencia ética, Ferrer nos recuerda que educar no es domesticar, sino despertar”, dice Gómez, para quien el teatro posee ese poder excepcional para hacer visible aquello que la sociedad a veces prefiere silenciar. “Y para hacer memoria y enseñar lo que quizás estemos olvidando”, añade.

Ernesto Arias, uno de los actores más sólidos del teatro en España, da vida en esta ocasión a Francisco Ferrer, el anarquista de juventud que abandonó la violencia para abrazar su compromiso con la enseñanza y que tiene una escultura plantada frente a la Universidad de Bruselas (Bélgica). “Fue un libre pensador que contribuyó a formar una sociedad culta e instruida con el objetivo de impedir su manipulación, algo muy pertinente hoy. Es indudable que la sociedad progresa y que todo avanza, pero conviene mirar al pasado para no olvidar, para aprender de aquello que merece la pena discutir. La manipulación en las redes sociales se combate con una buena educación”, asegura Arias.

Lidia Otón y Ernesto Arias, en una escena de ‘Francisco Ferrer. ¡Viva la Escuela Moderna!’.Teatro de la Abadía

Pocos años después de la muerte de Francisco Ferrer, en 1923, bajo la dictadura de Primo de Rivera, una joven apasionada y convencida del poder de la enseñanza, con ganas de cambiar las cosas, comienza a trabajar en las escuelas rurales. Es Gabriela López, la protagonista del libro que escribió años más tarde su hija, la también maestra Josefina Aldecoa (La Robla, 1926 – Mazcuerras, 2011), como homenaje y recuerdo a la mujer de la que recogió el testigo y heredó su fe en la libertad y la enseñanza, profesión que ella ejerció durante la dictadura franquista. Historia de una maestra estará en el teatro Valle Inclán de Madrid desde el 21 de noviembre hasta el 11 de enero, en un montaje dirigido por Raquel Alarcón junto a Laura Ortega y con la adaptación de Aurora Parrilla.

Bajo una escenografía cambiante de Pablo Chaves, de sombras que caminan, de frondosos árboles que aparecen y desaparecen, de pupitres en las aulas y de mares que se ven al fondo, este gran montaje cuenta con 12 intérpretes en el escenario, con Julia Rubio (en el papel de Gabriela López) y Manuela Velasco (como Josefina Aldecoa).

Un momento de los ensayos de ‘Historia de una maestra’, en el madrileño teatro Valle Inclán.

La directora de Historia de una maestra, Raquel Alarcón, es pedagoga, maestra de Lengua y Literatura y defensora de los trabajos en comunidades. “Antes que directora y actriz fui profesora”, explica sobre el porqué de su entusiasmo ante la propuesta de Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático Nacional. “El teatro es como un aula, un lugar de encuentro y aprendizaje, de descubrimiento y transformación”, asegura Alarcón. “Josefina Aldecoa y su madre fueron ejemplos del valor de la enseñanza, de la necesidad de aprender y descubrir. Debemos de hacer frente a los silencios y despertar la memoria histórica”, defiende, proclamando junto a la autora de la adaptación, Aurora Parilla (Alcalá de Henares, 27 años), la necesidad de proteger la educación pública y el espacio de libertad en las aulas.

“Su maternidad la enfrentó al sueño de ser maestra, un conflicto que es actual y al que nos enfrentamos todas las mujeres”, añade Parrilla, cuya adaptación al libro (editado por Anagrama) ha sido absolutamente fiel.

Gabriela López fue una más de las miles de maestras que ejercieron su profesión durante la Segunda República, y cuya derrota tras el golpe de Estado del general Franco y la Guerra Civil, acabó con uno de los proyectos más ilusionantes que se pusieron en marcha en los años de 1931 a 1936. Da buena cuenta de ello la función La escuela perdida, una creación colectiva de la compañía Solo es Nuestro Deseo, que es todo un homenaje a las escuelas republicanas de Madrid y a la difícil situación de empezar el curso escolar en septiembre de 1936 con la Guerra Civil iniciada en julio de ese mismo año. La obra, con ocho historias basadas en personales reales y ocho actores no profesionales (cinco mujeres y tres hombres), y dirigida por Toni Ruiz (Buenos Aires, 1975), se representa cada jueves en la sala Tarambana de Madrid.

La idea de este montaje nace de Carlos Díez, uno de los actores, profesor jubilado de Historia y militante de la memoria histórica. “La Segunda República toma la importante decisión de transformar una educación básicamente privada y religiosa en una educación pública y laica. Me pregunto muchas veces como hubiera sido España si hubiéramos continuado con esa educación y más en estos tiempos de auge de la ultraderecha”, comenta Toni Ruiz, que se califica a sí mismo de “militante del teatro”. “Si el teatro ha sido siempre un arte fundamental, hoy, en la época de la inmediatez y el TikTok, lo es todavía más”.