La carrera deportiva de Albert Torres (Ciutadella de Menorca, 35 años) siempre estuvo alejada de lo mediático, de los focos, de las tertulias en el bar y de las portadas de los periódicos. El menorquín siempre fue ese bidón que sacia tu sed, ese muro contra el viento, esa prenda de abrigo para el frío… Un trabajo silencioso que ha llevado a cabo sobre la bicicleta durante más de una década con una de las virtudes que más le caracteriza: la profesionalidad. Siempre dar sin pensar en recibir, un altruismo que le ha procurado una longeva y respetable trayectoria sobre la carretera. En el asfalto aterrizó en 2014, y desde ese año lo compaginó con la disciplina que es su auténtica especialidad, donde su trabajo no pasa en absoluto inadvertido a ojos del mundo: la pista.
Es ahí, sobre la madera de pino siberiano de multitud de velódromos de todo el planeta, donde el balear ha brillado con luz propia, donde nunca fue uno más sino un referente. El legado de Joan Llaneras, doble campeón olímpico y siete veces del mundo, es algo todavía inalcanzable para cualquiera a día de hoy, pero su paisano balear, territorio de inmensa cultura por el ciclismo en pista, ha mantenido avivada la llama del éxito para España a pesar del adiós del legendario Llaneras. Una tarea nada sencilla pero que consiguió cumplir en numerosas ocasiones junto a su inseparable Sebastián Mora, con quien ha sido tres veces campeón de Europa y una del mundo en la prueba de madison. Pero por mucho que su trayectoria en la pista estuviera ya más que resuelta por sus numerosos éxitos, al bueno de Albert todavía le quedaba un as bajo la manga para culminar su mejor obra. Su obra maestra. Guinda a toda una vida de silencioso sacrificio.
Albert Torres llora de emoción tras proclamarse campeón del mundo en el velódromo de Peñalolén.Pilar Olivares
El pasado 25 de octubre, madrugada del día 26 en España, el menorquín tocó el cielo en Santiago de Chile, sede de los Mundiales de ciclismo en pista, al colgarse la medalla de oro por vez primera en su carrera en ómnium, la prueba que define al pistard más completo por excelencia. La narrativa de su éxito fue tan impresionante como su propia gesta. A la altura de los campeones. No merecía menos… El comienzo del omnium fue fantástico: 4º en scratch y 3º en tempo race. La ilusión se disparaba, no solo para su familia, que acompañó a Albert en el velódromo de Peñalolén, sino también para los aficionados al ciclismo que decidían trasnochar desde el sofá ante la posible hazaña. El menorquín llegó líder a la decisiva puntuación, donde todo puede dar un vuelco. No lo fue en su caso… aunque el suspense fue máximo. Sufrimiento hasta el final. Pero valió la pena. De cara al último esprint, que puntúa doble, el danés Niklas Larsen se escapaba del grupo principal, donde permanecía Torres con el tanque de gasolina en reserva. El triunfo ya no estaba en sus manos, pero de repente surgió la figura del australiano Bleddyn, que superó a Larsen en los últimos metros para darle el oro a Albert por solo dos puntos. Un final de película por el que recibe el Premio AS del deporte.
“Por las lesiones llegué a plantearme renunciar a los Mundiales de pista”
Albert Torres
“Son carambolas de la vida, una suma de muchos factores me benefició a mí y a veces es la suerte del campeón. Es verdad que tenía ese colchón, ese margen con algunos países, pero ni siquiera cuando terminé la carrera tenía la tranquilidad o la certeza de saber que había ganado. Como no actualizaban el marcador al momento, tenía dudas. Esperaba una confirmación del panel para ver realmente si la clasificación se había movido o no. Por eso salen esas imágenes preguntando constantemente. No quería celebrar y después quedarme con cara de tonto”, explicó el español a AS un par de días después de vestirse de arcoíris, cosa que no conseguía desde 2014 en la madison junto a David Muntaner. Un triunfo de merito extraordinario, ya que Torres se sobrepuso a dos fracturas de clavícula sufridas durante 2025. La última, a un par de meses de un Mundial al que ni siquiera tuvo claro que fuera a llegar a tiempo: “Venía de tres lesiones: la caída de los Juegos de París (tuvo que abandonar la madison cuando estaba en disposición de pelear por medalla junto a Mora) y las clavículas de 2025. Realmente tenía muchísimas dudas, incluso nos habíamos planteado renunciar al Mundial de Pista, porque el año se había complicado muchísimo y veíamos que tampoco estábamos competitivos para poder dar al 100%”.
Finalmente, todo salió a pedir de boca, algo que parecía imposible y, curiosamente, en un omnium que de primeras no figuraba en su programa, ya que iba a ser su amigo Mora el encargado de disputarlo hasta que una lesión le apartó del Mundial. Con su paisano balear, y su lema “Go Torres, go Mora”, espera reunirse nuevamente en los velódromos para seguir dando alegrías a España, dirigiendo su mirada a uno de los escenarios más bonitos posibles: los Juegos Olímpicos. Los Ángeles 2028 ya esperan. Su primera medalla olímpica pondría el broche a una carrera sensacional.
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