La arquitectura, para el italiano Renzo Piano, es mucho más que el arte de construir. Es una forma de tejer vínculos entre personas, de materializar cambios sociales, de narrar quiénes somos y de imaginar quiénes podríamos llegar a ser. Cada edificio es una aventura colectiva en la que participan trabajadores, espacio y habitantes, bajo el manto de la creatividad y con la responsabilidad social siempre en mente. Desde esa mirada humanista, Piano entiende que la arquitectura debe despertar curiosidad, generar comunidad y ofrecer belleza: una belleza que no es superficial, sino una fuerza capaz de transformar el mundo.
El centro Pompidou, canalizador de la filosofía de Piano
Un edificio es la mejor forma de crear un sentido de cooperación: es por eso que, en su alma, debe quedar impregnada la idea de comunidad. El centro Pompidou, situado en el corazón de París, fue un concepto del arquitecto italiano junto al británico Richard Rogerds, basado en una misma filosofía: los edificios culturales no deben resultar intimidantes. «Nuestra idea era un museo que inspirara curiosidad, no que intimidara a las personas, y que abriera la cultura a todos… Nuestro credo era un lugar para todas las personas: para ricos y pobres, jóvenes y mayores”, afirma Piano. Es precisamente en esta semilla de curiosidad donde nace la actitud cultural.

Sede francesa del Centro Pompidou.
Michel Denancé para Renzo Piano Building Workshop
La piazza que se sitúa delante de las puertas es, además, símbolo del espacio en el que comienza la vida humana: el lugar en el que la gente se mezcla, comparte experiencias, edades; donde, en definitiva, se crea la esencia de la ciudad. Este proyecto revolucionó el concepto de museo abierto y urbano, convirtiendo el edificio en un organismo vivo, donde la estructura y las instalaciones se muestran sin complejos, invitando a la participación.
Ahí entra en juego la versión más humanista del arquitecto a la que hace referencia Piano cuando afirma que «Como arquitecto, a las 10 de la mañana debes ser un poeta, a las 11 un humanista y al medio día un constructor».
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La arquitectura al servicio del planeta y de sus habitantes
En la Academia de Ciencias de California, otro de sus principales proyectos, la tecnología se usa a favor de la sostenibilidad. “Plantamos en ese techo miles y miles de plantas que usan la humedad del aire, en lugar de bombear agua de la capa freática”, explica Piano en un coloquio para la plataforma TED, “El techo es un edificio vivo: es un lugar para la gente que se mantendrá vivo durante mucho tiempo”. Ese paisaje verde, que se funde con el parque que la rodea, no solo regula la temperatura natural del edificio, sino que también fomenta la biodiversidad, algo determinante para su certificación Platinum LEED.

A la izquierda, Fundación Niarchos, en Atenas. A la derecha, Academia de Ciencias de California.
Miche Dénance y Tim Griffiths para Renzo Piano Building Workshop
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Dentro de esa misma categoría se encuentra la Fundación Niarchos, en Atenas, a la que Piano define como “una librería, una casa abierta, una sala de conciertos y un gran parque”. Uno de los mayores méritos de esta obra reside, de igual manera, en el techo: está diseñado para capturar la energía solar. Además, la suave inclinación del parque hacia la cubierta convierte al edificio en un mirador público hacia el mar, reforzando su idea de espacio democrático y accesible.
El deber del arquitecto de narrar historias
La arquitectura, como herramienta para construir un mundo mejor, pasa por proyectar espacios compartidos, abiertos, accesibles, para el disfrute de todos. En ese sentido, no solo responde a necesidades reales, sino que también responde a sueños, y a la identidad de quienes lo habitan: se trata de contar historias a través de la arquitectura.

Shard of Glass, en Londres.
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Un buen ejemplo de ello es el Shard of Glass: se alza a más de 300 metros en la capital londinense y, al estar compuesto de fachadas ligeramente inclinadas, refleja el cielo de la ciudad. Piano lo concibe como un edificio que cambia con la luz, con las nubes, con las horas del día y que dialoga con la ciudad que lo acoge. Es ahí donde entra la faceta más poética de la que el arquitecto nos hablaba al principio, para el cual la luz es uno de los materiales más esenciales a la hora de construir una narrativa. Para conseguir que el edificio tenga alma, suele servirse, además, de otros elementos como el agua o, en este caso, la transparencia: el conjunto, así, tendrá voz.
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RBA
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Al final, se trata de belleza: no en el concepto erróneo de frivolidad que tenemos de ella, sino todo lo contrario. Para Piano, “la verdadera belleza es cuando lo invisible se une a la superficie visible”. Más allá de la arquitectura, describimos a una persona como bella cuando la consideramos solidaria, abierta a los demás… este es el tipo de belleza por el que tiene que apostar la arquitectura porque, en palabras de Piano, “es una de las pocas cosas que pueden salvar el mundo”.