El cáncer de próstata afecta cada año a más de 33.000 hombres en España y, pese a su alta incidencia, sigue rodeado de tabúes que retrasan su diagnóstico. No produce síntomas en fases iniciales y solo la revisión con el urólogo permite detectarlo precozmente. La buena noticia: cuando se identifica a tiempo, las posibilidades de curación superan el 90%, gracias a los avances en cirugía robótica, radioterapia e inmunoterapia.
«El cáncer de próstata se origina por la transformación maligna de las células de la glándula prostática, y es una de las enfermedades que amenazan más frecuentemente la salud masculina. No hay síntomas específicos si se identifica en sus etapas iniciales, algo que sólo se logra acudiendo al urólogo, a partir de los 50, y un poco antes –a los 45—si se cuenta con antecedentes de cáncer de próstata en la familia, o si hay otros cánceres relacionados entre sus parentescos, aparte, por supuesto, de si se le ha detectado alguna mutación genética», explica la Dra. Carmen González Enguita, jefa de Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid y presidenta de la Asociación Española de Urología.
Precisamente, el doctor Ramiro Cabello, jefe asociado del Servicio de Urología del mismo centro, recuerda que hoy por hoy se desconocen las causas del cáncer de próstata, si bien sí se sabe que es una patología muy vinculada con la edad, de manera que en el varón joven es raro que este cáncer aparezca, si bien a partir los 70 puede llegar a una prevalencia del 60% de la población masculina.
Confirmar el diagnóstco
Para establecer el diagnóstico de sospecha, la doctora González Enguita subraya que se emplea el PSA en sangre (Antígeno Prostático Específico, una proteína producida por la próstata). También son útiles en este sentido, según prosigue, la exploración física con un tacto rectal, una prueba que ofrece información de lo que pasa en la glándula. Para la confirmación diagnóstica es necesaria la realización de una ecografía, en ocasiones una resonancia, así como una biopsia de próstata, que determina el diagnóstico».
«La biopsia de próstata ha evolucionado mucho en los últimos años, y ha pasado de ser una biopsia aleatoria, es decir, en la que se cogían diferentes fragmentos de la anatomía prostática, a biopsiar aquella zona donde una mayor sospecha de células cancerosas», mantiene esta experta.
Ante el diagnóstico, el doctor Cabello señala que se debe comprobar la extensión de la lesión tumoral, para ver si hay metástasis o no fuera de la glándula, «y aquí en TAC y la medicina nuclear son clave». Sostiene así que son necesarias en este punto pruebas complementarias como el TAC, gammagrafía ósea o el PET-TAC. «El objetivo es detectar por métodos no invasivos la presencia de lesiones secundarias, metástasis, en ganglios linfáticos, huesos u otros órganos sólidos esencialmente». Los métodos más modernos permiten mediante la inyección de radiofármacos o moléculas que asociadas a un isotopo radiactivo son capaces de situarse en los tejidos si están afectados por células tumorales, permitiéndose así su localización», relata este experto.
Varias opciones de tratamiento
Pero, sin duda, tal y como celebra la doctora Carmen González Enguita, actualmente hay gran variedad de alternativas terapéuticas, empezando por la vigilancia activa para aquellos pacientes diagnosticados de muy bajo riesgo, un estado en el que el cáncer no es clínicamente significativo y se encuentra en una fase temprana.
Los tratamientos con intención curativa
En muchos casos, tras obtener el diagnóstico puede ser idónea la radioterapia o la cirugía en el cáncer de próstata. Según detalla la uróloga de la Fundación Jiménez Díaz, la prostatectomía radical es la intervención indicada para el tratamiento curativo del tumor. Consiste en extirpar completamente la próstata y las vesículas seminales, y en reconstruir el aparto urinario inferior, uniendo la vejiga con la uretra. Para ello, dice que se emplea la cirugía mínimamente invasiva que se realiza asistida por plataformas robotizadas, que permiten una cirugía minuciosa, que limita el sangrado, reduce la estancia hospitalaria, hay menos dolor hospitalario y menos tiempo de convalecencia, así como un menor impacto sobre la incontinencia y la función eréctil», habitualmente perjudicados en estos tratamientos hasta hace poco.
En el caso de la radioterapia en el cáncer de próstata dice que es fundamental, sola o junto a la hormonoterapia, en función del estadio de la enfermedad, dado que puede ofrecer índices de curación altos. «En esta visión interdisciplinar de atención al paciente con cáncer de próstata nos reunimos además periódicamente el comité urooncológico, y con especialistas de diferentes disciplinas, desde Radiología, medicina nuclear, urología, oncología radioterapia, oncología médica, o farmacia, de forma que se determina entre todos cuál es el mejor tratamiento para la situación del paciente concreto, en un momento determinado de su vida».
Un cambio de paradigma en el cáncer de próstata
Es más, resalta también en estos casos el papel de la inmunoterapia, y de los nuevos tratamientos hormonales junto a la quimioterapia, o los ensayos clínicos, «otras opciones terapéuticas que ofrecen incrementos de supervivencia, de control de la enfermedad, así como una mejora de la calidad de vida de estos pacientes», indica por su parte el doctor Jesús García-Foncillas, director del Comprehensive Cancer Center del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, quien igualmente señala el positivo cambio de paradigma de la enfermedad en los últimos años.
«La oncología médica puede ofrecer combinaciones en la línea de nuevos tratamientos hormonales, junto a quimioterapia y/o ensayos clínicos, y al papel de la inmunoterapia. El paradigma del cáncer de próstata ha cambiado para bien, con nuevas opciones, que desde el punto de vista de supervivencia se han visto incrementos muy importantes, con un control significativo de la enfermedad, y además ofrecen calidad de vida», subraya, apuntando a que el pronóstico es muy favorable cuando se diagnostica tempranamente y se habla del 90% curación a los 5 años.