La detección temprana de la rigidez del hígado se ha convertido en un paso clave para evitar la progresión de enfermedades hepáticas que, en sus fases más avanzadas, pueden desembocar en cirrosis, insuficiencia hepática o cáncer. En esta labor de prevención, la elastografía hepática se ha consolidado como una herramienta diagnóstica fiable, no invasiva y esencial para conocer la evolución del hígado graso, una patología que afecta a entre el 20% y el 25% de la población española.

El hígado, el órgano interno más grande del cuerpo humano, juega un papel fundamental en el proceso digestivo, la desintoxicación de la sangre, la producción de proteínas o el almacenamiento de energía en forma de glucógeno, además de procesar medicamentos y alcohol. Cuando se acumula un exceso de grasa en las células hepáticas, aparece la esteatosis hepática, más conocida como hígado graso.

Aunque en algunos casos se relaciona con el consumo excesivo de alcohol, la forma más prevalente es la enfermedad del hígado graso no alcohólico, asociada a obesidad, diabetes tipo 2, síndrome metabólico y alteraciones de los lípidos en sangre.

De la inflamación a la fibrosis y la cirrosis

La evolución de esta enfermedad transcurre en cuatro fases. En la primera, la esteatosis simple, la grasa acumulada aún no ha generado inflamación ni daño celular serio. El avance deriva en esteatohepatitis no alcohólica, cuando se produce ya un proceso inflamatorio.

En la tercera etapa comienza la fibrosis, al formarse tejido cicatrizal que reemplaza al tejido sano. Si la enfermedad continúa sin control, aparece la cirrosis, etapa irreversible en la que la estructura hepática queda distorsionada y el órgano pierde funcionalidad. Además del riesgo hepático, esta evolución aumentaría también la probabilidad de enfermedad cardiovascular.

Una enfermedad silenciosa que requiere vigilancia

El hígado graso es asintomático en sus fases iniciales. En muchos casos, una analítica sanguínea revela niveles elevados de enzimas como alanina aminotransferasa y aspartato aminotransferasa, aunque estos indicadores no resultan concluyentes, lo que obliga a pruebas específicas para determinar el grado de afectación hepática.

Aquí la elastografía hepática se presenta como una opción segura y eficaz. “Representa una alternativa no invasiva a la biopsia hepática y no tiene efectos secundarios”, explica el doctor Manuel De Sola, jefe de Digestivo del Hospital Quirónsalud Campo de Gibraltar. El especialista señala que esta técnica permite conocer el grado de rigidez del hígado, directamente relacionado con el nivel de fibrosis y, por tanto, con el riesgo de progresión hacia patologías graves. Está especialmente indicada en pacientes con hígado graso vinculado al alcohol o a hepatopatías virales o autoinmunes.

Cómo funciona la elastografía

La prueba se realiza mediante una vibración mecánica de baja frecuencia aplicada sobre la piel del abdomen. Gracias a ultrasonidos, se mide la velocidad con la que la onda se desplaza a través del órgano: cuanto más rígido sea el hígado, más rápido se propagará la onda, señal de una fibrosis más avanzada.

Tratamiento: un estilo de vida decisivo

Confirmado el diagnóstico, el doctor De Sola recomienda una dieta equilibrada, la eliminación total del alcohol y la reducción del exceso de grasa corporal en casos de sobrepeso u obesidad. Estas medidas pueden ser suficientes en las fases iniciales, en las que el daño todavía es reversible, para frenar la aparición de fibrosis grave y sus consecuencias más severas.