Vivimos en una sociedad que envejece de forma acelerada. En España, las personas de 65 años o más representan alrededor de un 20 % de la población, según las cifras del INE. Este porcentaje podría alcanzar en torno al 30 % hacia 2055 si se mantienen las tendencias actuales. A ello se suma una natalidad en mínimos históricos —el indicador coyuntural de fecundidad cayó a 1,12 hijos por mujer en 2023—, lo que confirma un panorama demográfico en el que el diseño para personas mayores deja de ser un nicho y se convierte en una necesidad estructural del país. En este contexto, disciplinas como la neuroarquitectura ofrecen herramientas valiosas para comprender cómo los espacios afectan a la salud física, emocional y cognitiva de quienes los habitan.

A esta conclusión llegó el arquitecto mexicano Gabriel Martínez Cisneros partiendo de una observación íntima y reveladora: «Con el tiempo te das cuenta de cómo un entorno puede ayudar o perjudicar a tus seres queridos. En mi caso, observando a mi abuelita, comprendí que la arquitectura tiene el poder de transformar su bienestar emocional y físico». Ese punto de partida resume la esencia de la neuroarquitectura: diseñar para mejorar la vida cotidiana, especialmente cuando la edad hace que el entorno tenga un impacto aún mayor.

neuroarquitectura adultos mayores

Sentirse a gusto en casa es primordial.

Carla Step | cortesía Slow Studio

Martínez Cisneros recuerda que «la neuroarquitectura estudia cómo el entorno construido influye en la mente, las emociones y el cuerpo. Aplicada al diseño interior, puede convertirse en una herramienta de salud y bienestar, especialmente en la vida de los adultos mayores». La evidencia científica lo respalda: la neuroarquitectura integra neurociencia, psicología ambiental y arquitectura para crear espacios que favorecen los cuatro pilares del bienestar humano, esto es, fisiológico, emocional, cognitivo y social.

Color como estímulo emocional y cognitivo

Gabriel Martínez Cisneros recuerda que «estudios recientes demuestran que los tonos cálidos y apagados como beiges o terracotas suaves generan confort y familiaridad, mientras que los contrastes moderados ayudan a mantener la orientación espacial». Estas observaciones coinciden con lo que ha documentado la neurociencia en entornos para adultos mayores.

Investigaciones del Center for Health Design y el Dementia Services Development Centre (DSDC) de la Universidad de Stirling, especializado en envejecimiento cognitivo, demuestran que las personas mayores presentan una reducción progresiva en la sensibilidad al contraste y una percepción alterada de ciertos tonos fríos, especialmente los grises azulados. Por eso, recomiendan paletas cálidas y naturales que aumentan la legibilidad espacial y reducen la ansiedad.

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Colores tierra, terracota, proporcionan relajación.

Westwing
Pia Capdevila

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El estudio Effects of Color on Wayfinding and Environmental Perception in Older Adults (Journal of Environmental Psychology, 2021) confirma que los colores cálidos desaturados mejoran la orientación y la memoria visual, mientras que los contrastes moderados —por ejemplo entre zócalos, puertas o marcos y el resto de la pared— facilitan el reconocimiento de límites sin generar saturación visual, algo fundamental cuando disminuye la agudeza visual.

Asimismo, trabajos de la International Association of Color Consultants (IACC) apuntan que los tonos tierra y los beiges minerales reducen los niveles de cortisol en ambientes residenciales, lo que respalda la afirmación de Martínez Cisneros de que el color puede «reducir el estrés y estimular la memoria visual». Para mayores con deterioro cognitivo leve, los matices orgánicos —arcilla, arena, lino, verde oliva suavizado— tienen un impacto medible en la sensación de tranquilidad y seguridad.

La luz natural, aliada del ritmo circadiano

Otro de los pilares del arquitecto es la iluminación: «La implementación de la iluminación dinámica y la reflexión controlada de la luz natural en superficies claras mejoran el estado de ánimo y el ritmo circadiano». La investigación lo confirma: estudios recientes sobre luz dinámica en residencias de mayores muestran mejoras en el sueño, la atención y el estado de ánimo cuando se utiliza iluminación que acompaña el ciclo biológico del día.

Martínez Cisneros añade la importancia de un equilibrio entre luz directa y difusa: «Un equilibrio entre luz directa y difusa favorece el descanso, la atención y el sentido de amplitud«. Esto implica usar superficies que reflejen la luz suavemente —maderas claras, pinturas minerales en tonos luminosos o textiles neutros— y evitar deslumbramientos, un riesgo frecuente en mayores debido a la pérdida de capacidad de adaptación ocular.

Mobiliario que facilita la autonomía

En cuanto a la disposición del mobiliario, el arquitecto destaca que «los espacios con curvas suaves transmiten seguridad y calidez, mientras que los ángulos rectos aportan estructura y orientación». Este enfoque coincide con varias guías de diseño universal: las curvas evitan golpes, suavizan recorridos y generan entornos más amigables; los ángulos rectos, usados estratégicamente, ayudan a comprender límites y jerarquías espaciales.

neuroarquitectura adultos mayores

Formas redondeadas y curvas, siempre.

Eugeni Pons

Su reflexión continúa: «Un mobiliario bien distribuido, con recorridos despejados y apoyabrazos accesibles, puede marcar la diferencia entre la dependencia y la autonomía». Esto significa:
– pasillos de al menos 90–100 cm,
– evitar alfombras móviles,
– asegurar alturas adecuadas en mesas y asientos,
– incluir superficies de apoyo estables en puntos de transición.

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Principales claves de la neuroarquitectura

La neuroarquitectura subraya que la orientación espacial y la fluidez de recorrido influyen directamente en la sensación de control del entorno, clave para el bienestar en edades avanzadas.

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Vegetación interior como estímulo sensorial

Cuando Martínez Cisneros afirma que «las plantas no solo decoran, también sanan. Reducen el estrés, mejoran el ánimo y ofrecen estímulos sensoriales que conectan con la memoria y el propósito», su mirada coincide con décadas de estudios en psicología ambiental. Uno de los más conocidos es el clásico de Roger Ulrich (Science, 1984), que demostró que los pacientes hospitalarios con vistas a vegetación se recuperaban más rápido y necesitaban menos analgesia. Este trabajo originó una línea de investigación sobre biofilia que hoy es central en la neuroarquitectura.

En el caso de los adultos mayores, los beneficios están aún más cuantificados. Un metaanálisis de la American Society for Horticultural Science (2019) confirma que la exposición a plantas interiores reduce ansiedad y mejora la presión arterial en mayores que viven solos o en residencias. Además, programas de jardinería ligera han mostrado mejoras en atención sostenida y motivación, según estudios de la Journal of Alzheimer’s Disease (2020).

El arquitecto subraya también el valor identitario de la vegetación: “Incorporar vegetación de bajo mantenimiento en áreas comunes fomenta la calma y el sentido de pertenencia”. Esta idea coincide con la teoría de la restauración de la atención de Stephen Kaplan, que demuestra que elementos naturales —incluso plantas pequeñas— funcionan como microespacios de «pausa cognitiva», fundamentales para adultos mayores que se fatigan más ante estímulos complejos.

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Las plantas en casa son otro imprescindible en la neuroarquitectura.

Matthijs van der Burgt | Proyecto de Studio Okami
Espacios de bienestar

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Plantas como potos, sansevierias, ficus elastica o helechos, además de ser fáciles de cuidar, mejoran la calidad del aire y aportan texturas visuales suaves que favorecen la regulación emocional. Incluso una maceta táctil o una planta aromática estimulan la memoria autobiográfica: el olor a menta, romero o lavanda tiene impacto demostrado en estados de ánimo y activación cognitiva ligera.

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Diseñar con dignidad, no solo con estética

Sus palabras resumen la filosofía detrás del proyecto: «La neuroarquitectura nos recuerda que el diseño no se limita a lo estético, sino que puede ser una herramienta de bienestar y dignidad. En el caso de los adultos mayores, diseñar con sensibilidad es diseñar con humanidad». Y concluye: «Cada una de estas decisiones de diseño tiene un impacto medible en el bienestar emocional, la cognición y la percepción espacial. El entorno, cuando se diseña con empatía y conocimiento, se convierte en una extensión de la salud». En un país que envejece con rapidez, esta mirada ya no es opcional. Diseñar espacios que acompañen, sostengan y dignifiquen la vida en todas sus etapas es, casi una urgencia cultural.