El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha vuelto a la ciudad amazónica de Belém para hacer un cuerpo a cuerpo con autoridades y delegados y ponerse al frente de las negociaciones en la COP30. Su presencia busca un documento final que deje … la cumbre del clima brasileña más cerca de un acuerdo concreto que recuerde más a París, y menos a Baku, citada como una reunión de bajos resultados.

Conocido por su carisma y su talento como negociador, Lula se dirigió directamente a la Zona Azul para una reunión con el presidente de la COP30, André Correia do Lago. Esta es la última carta en la estrategia de la diplomacia brasileña para asegurar un resultado ambicioso antes del cierre del viernes que sea el legado de la primera conferencia climática en la Amazonia. Lula también se reunió con el secretario general de la ONU, António Guterres, y representantes de diversos países para impulsar un acuerdo.

La misión urgente de Lula es desatascar las tensas negociaciones climáticas y limar las asperezas con bloques clave. Lula trata de convencer a China e India, sus aliados emergentes, a no vetar las propuestas brasileñas, y a la Unión Europea, a aumentar sus compromisos financieros.

Los negociadores brasileños trabajan a contrarreloj para cerrar el llamado «Paquete de Belém», cuyo elemento central es la Decisión Mutirão, una palabra indígena que valora el trabajo en equipo para resultados rápidos.

El documento busca diseñar dos «mapas de ruta» cruciales: uno para la eliminación gradual de los combustibles fósiles y otro para poner fin a la deforestación. Estas hojas de ruta son vistas como el éxito o el fracaso de la cumbre, pero enfrentan fuertes resistencias por parte de países productores y grandes economías emisoras, que ven en ello obligaciones financieras o pérdida de dinero, en el caso de países que no podrán más explorar esos recursos.

La principal dificultad en las conversaciones se da entre los países que exigen un compromiso claro con el abandono de los fósiles y aquellos que defienden su soberanía para decidir. China e India, por ejemplo, alegan que cada país debe definir su propia implementación, resistiéndose a una obligación común sobre el mapa de ruta. «Lo que el texto refleja es algo que abre la puerta entre los extremos, es necesario buscar el medio del camino y entender las líneas rojas», comentó un diplomático que participa en las negociaciones.

La paradoja es que hasta el comienzo de la COP la posición de Lula era a favor de que Brasil pueda explorar el petróleo que espera encontrar en la desembocadura del río Amazonas, un asunto por el que ha enfrentado críticas. Ahora Lula y su equipo quieren que la COP30 dé soluciones para que el mundo pueda «superar la dependencia de los combustibles fósiles».

Cambio de hoja de ruta

Frente a la dificultad de llegar a acuerdos financieros para que el mundo alcance los 1,3 billones de dólares en financiación climática para los países en desarrollo hasta 2035, Brasil cambió la hoja de ruta e incluyó el tema en el borrador del acuerdo, que no constaba en el comienzo de las discusiones.

Con el apoyo de Brasil, cerca de 80 naciones, incluyendo a Colombia, Francia, Alemania y Reino Unido, han aumentado la presión, apoyando la inclusión de un «mapa del camino» global para dejar atrás el petróleo, el gas y el carbón. La ministra del Medio Ambiente de Colombia, Irene Vélez Torres, ha sido una de las voces que ha liderado esa propuesta.

La propuesta es avanzar en el tema con un cronograma que incluya a países africanos, que necesitan expandir el acceso a la electricidad mientras gestionan su propia transición energética.